Abril 18, 2024 [G]:

¿Cuándo se jodió (otra vez) Bolivia?

No hay árbitro valedero. Los golpes bajos son válidos, y los púgiles usan manoplas, muerden, pican los ojos del contrincante y sobornan sin tapujos por puntos a su favor


Martes 29 de Octubre de 2019, 10:45am






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Mario Vargas Llosa escribió en su novela Conversaciones en la Catedral, una frase que le atribuye al personaje central del relato, Santiago, quien apoyado en la puerta del diario La Crónica, lanza un pensamiento, un tanto con nostalgia y otro tanto con desconcierto y pesimismo: ¿Cuándo se jodió Perú?

La frase fue reutilizada en diferentes momentos de la política no sólo peruana sino latinoamericana, para explicar contextos de crispación social o cuando el sistema político, raído y desgastado, entra en colapso en un país.

La novela de Vargas Llosa es un retrato crudo de la corrupción moral y la represión política que vivió Perú bajo la dictadura del general Manuel A. Odría. Santiago, con el paso de los años, y en su búsqueda de una respuesta a su pregunta, cae en una respuesta particular: Perú no se había jodido en un momento determinado sino en una sucesión de contextos históricos. Es decir, un correlato de tramas difíciles, políticos y sociales, que hicieron que Perú, lamentablemente, se jodiera.

En estos momentos de oscurantismo e ilegalidad que atraviesa el país, la pregunta de Santiago está cada vez más vigente. ¿En qué momento se jodió Bolivia? Y la respuesta, nuevamente, es la misma que obtuvo el personaje central de Conversaciones en La Catedral: en muchos momentos y a causa de muchas violaciones e irregularidades de las leyes, de la Constitución, de la inmoralidad, de la corrupción descarada, de la economía informal, de los contrabandistas, del narcotráfico campeante y, claro, por supuesto, de los actores políticos, de todos los bandos, estériles de liderazgo y de absoluta ineptitud.

Moises Naim, en su libro El Fin del Poder, nos recuerda y advierte también, que como nunca antes los políticos acceden fácilmente al poder, pero, también, como nunca antes, lo pierden fácilmente. El poder se escurre de las manos. No hay retención eterna del imperio. No hay político inmortal. No hay perdurabilidad. Lo que hay es liquidez política. Movimientos políticos efímeros y cíclicos que mueren y se reiventan y vuelven a morir. 

En este cuadrilatero, la ausencia de certidumbre se torna crítico. No hay árbitro valedero. Los golpes bajos son válidos, y los púgiles usan manoplas, muerden, pican los ojos del contrincante y sobornan sin tapujos por puntos a su favor. Todo está amañado. Todo está podrido. Todo, en definitiva, está confuso y el hastío del boliviano formal, legal, que cumple las normas y se levanta todos los días a trabajar de manera decente, sufre golpes diarios y se siente engañado y, por lo tanto, jodido.

Es por eso que, desde esta mi humilde tribuna, quiero decirle amable lector que no se confunda. Son ellos los que están jodidos. Los que violan las normas. Los que roban esperanzas. Los que mienten a diario. Los que manipulan, asedian, persiguen, controlan y hacen un uso y abuso de su poder, momentáneo. Ellos son los que realmente están jodidos. Nosotros, los ciudadanos legales y honestos no. Así que no dejemos, por nuestros hijos, que ellos, los ilegales jodan nuestro país.

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