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El factor khencha

Origen del apodo: fue uno de los promotores de la Revolución Federal, donde murieron muchos bolivianos. Las creencias aborígenes dicen que es khencha  quien derrama la sangre de sus hermanos


Miércoles 30 de Septiembre de 2020, 9:30am






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Cuando Borges  calificó a  la democracia como  un abuso de la estadística, no estaba lejos de la verdad, además concretó su afirmación  al citar a Carlyle que  la definió como el “caos  provisto de urnas electorales”. Cuando la dictadura militar argentina declinaba irreversiblemente (1983) y se llamó a elecciones, reconoció  que su dictamen fue refutado  “espléndidamente”. No sabemos si eso ocurrirá en Bolivia.

Las últimas cifras de la encuesta electoral  confirmaron la condenatoria a los últimos lugares de la señora Añez, cuyo caudal de votación  se  esfumaba cada  semana   para migrar a otros grupos que fundaron empresas políticas, nombradas  en Bolivia como  frentes, concertaciones, alternativas, inclusive partidos. El Movimiento Al Socialismo (IPSP) es la única agrupación que  tiene estructura partidaria y presencia en los nueve departamentos de Bolivia y cuyas disputas internas son descarnadas y feroces a la hora de decidir por sus candidatos; es una estructura primaria donde todavía reina el cacicazgo y los lazos verticales y horizontales del compadrazgo. En los otras empresas políticas no ocurre eso, simplemente la cúpula decide  a partir de intereses corporativos,  patrimonio personal y cuotas magnánimas para ocupar la proclamada “franja de seguridad”, que no es otra cosa que garantía de  impunidad asegurada para que el postulante generoso rescate su capital y lo reproduzca de manera geométrica, sin peligro de ir a la cárcel.

Algunos analistas políticos profesionales  y comentaristas aficionados como nosotros,  no tomamos  en cuenta que la subjetivad de las clases populares no se basa exclusivamente en cálculos estadísticos y matemáticos; sino que existen otros factores que están sedimentados en el ethos de la población marginal, comportamientos no medibles y que crean un espejo ciego que impiden ver otros caminos.

Así, después de la Guerra Federal ( 1899-1900), luego de la persecución y asesinato de Zárate Villca y sus cercanos colaboradores, “el cholaje y la indiada”, como gustaban valorar a la mayoría de la población en aquella etapa histórica, calificaron al Gral. José Manuel Pando como El  K’encha. En el sabroso Diccionario del Saber  Popular de Antonio Paredes Candia (1924-2004) se lee:” Khencha, (El).- Lenguaje popular. De carácter político.a. del General de División José Manuel Pando, Presidente de Bolivia (1899-1904).

Origen del apodo: fue uno de los promotores de la Revolución Federal, donde murieron muchos bolivianos. Las creencias aborígenes dicen que es khencha  quien derrama la sangre de sus hermanos. (p.271-2005).

A estas “creencias” se adhiere una multitud heterogénea de la población y   abren múltiples interpelaciones morales  a los políticos que usaron el poder para imponer con la fuerza bruta, sus intereses de casta y de grupo. Esta ligazón con la memoria corta y larga precede a la hora de decidir  por el candidato y la calificación moral antecede a cualquier valoración de gestión  y administración del Estado.

La población excluida, marginal y con índices de analfabetismo funcional o no, juzga  a los khenchas  en los mercados populares, en los miles de pueblos del área rural. Esa inteligencia ética  está incorporada   en su vida diaria porque vive en sus muertos de las masacres y actos represivos; cada muerto es una señal y genera solidaridad estableciendo una visión diferente  de la clase media y la clase pudiente, tal vez más cerca de los gremiales, obreros y campesinos  y lejos de los empresarios.

Al revisar las sañudas disputas que se narran en la historia de un país fracturado como Bolivia, se descubre la enorme cantidad de khenchas a los que tuvo que  resistir y sobrellevar la mayoría de los bolivianos, como si la violencia, a partir de la eliminación del opuesto, fuera la única posibilidad de generar un espacio de concertación más o menos duradero.

 Esta sedimentación cultural popular, ha extendido  su fatalidad no solo a los que matan a sus hermanos, sino también a los que nunca pueden consolidar sus proyectos, porque sus padres o abuelos participaron en  masacres y genocidios  o  se hicieron ricos de manera dolosa  con el sufrimiento de muchas personas; por lo tanto cargan un khencherío casi contagioso.

En la memoria popular todavía se recuerda  al Juez  Uría que mando a fusilar a Jaúregui, en un juicio político por la muerte de Pando; casi medio siglo después, el hijo de este, fue colgado con Villarroel  el año 1945.

 

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