Abril 25, 2024 [G]:

La resistencia de la EPI 3 de Ciudad Satélite

 El último bastión de la policía alteña en pie, gracias a los vecinos de Ciudad Satélite. Noches de zozobra se vivieron en la EPI 3 que fue resguardada por los vecinos, logrando dispersar a las turbas vandálicas. Junto a los policías, evitaron el ataque de los grupos de choque, que se lanzaron contra antenas de tv.


Viernes 29 de Noviembre de 2019, 5:45pm






-

La Paz, 29 de noviembre (El Compadre, Susana López).- “Nosotros salimos primero y si nos rebasan, ustedes como vecinos recién entran”, les dijo uno de los jefes de la Estación Policía Integral (EPI)3, de Ciudad Satélite la noche del lunes 11 noviembre. El terror se había desatado en El Alto; los grupos de choque destruyeron recintos policiales. Por ello, con oraciones y abrazos de por medio, vecinos y policías se organizaron en grupos de patrullaje y vigilia para resguarda la EPI. La vigilia de este lugar no solo significaba resguardar los bienes estatales, también significaba el centro de la sobrevivencia y de la resistencia ante el temor y la paranoia. Policías de distintas unidades, llegaban como podían hasta la Epi 3, a su paso realizaban publicaciones en redes sociales pidiendo socorro y despidiéndose de sus amigos y familiares mediante videos y transmisiones en vivo. “Compañeros policías, el que les habla es un policía de base y a la vez universitario, fue un gusto haber servido con ustedes…solo estamos aquí para avisarles que la última determinación del DP3 es permanecer aquí y morir aquí con los vecinos”, dice el video testimonial de un efectivo policial encapuchado y con los ojos llorosos.

La turba enardecida se encaminaba rumbo a la EPI 3, en su trayecto hacían explosionar cachorros de dinamita. ¡Ahora sí guerra civil!, ¡Policías vendidos!, ¡Policías traidores! Eran las consignas de los manifestantes. Asediados por la turba, en el patio de la EPI 3 los jefes, oficiales, suboficiales, sargentos, cabos y policías decidieron doblar rodillas para entregarse a Dios. Unos oraban un Padre Nuestro, otros un Avemaría y algunos una oración. Luego llamaron a sus familiares. Luego aparecieron los vecinos de Ciudad Satélite se organizaron y armaron barricadas para evitar el paso de los movilizados. Todo servía, llantas, muebles viejos, escombros de construcciones, calaminas, alambres de púas. Los postes de luz se convirtieron en alarmas improvisadas. Ante cualquier movimiento inesperado y sospechoso, la gente del lugar, tomaba pequeñas piedras y comenzaban a hacer ruido.

El asalto al último bastión de la policía alteña era inminente. Habían caído el Comando Regional, la FELCC, Tránsito y otras EPI. Durante 3 noches fueron rodeados por un grupo numeroso de personas que intentaba romper las barricadas vecinales. Las explosiones de cachorros de dinamita anunciaban su presencia, así que los vecinos intentaban contrarrestar utilizando petardos, hubo cientos de estallidos por todas las calles adyacentes a la EPI3.Los policías seguían llegando hasta el centro de resistencia, estaban dispuestos a defender con sus vidas lo último de dignidad de su institución. Llegaban camionetas de otras unidades incendiadas, repletas de documentación importante y elementos antimotines. Los uniformados se aferraban como podían a los vehículos, a la vez que sostenían entre sus manos gases lacrimógenos en spray. Los grupos de choque rodearon el perímetro de seguridad vecinal y ante la imposibilidad de tomar la EPI, descargaron su furia contra las antenas transmisoras de televisión Universitaria, Unitel y Red Uno.

Los vecinos permanecieron en guardia toda la noche. Uno de los dirigentes, cuenta que la defensa de la Epi 3, significaba la defensa de sus propias vidas, “Si lograban entrar y rebasarnos, nuestras casas y nuestras familias hubieran sido blanco de ataques en venganza por haber protegido a los policías, estábamos en fuego cruzado”, decía, mientras señalaba las calles con restos de fogatas. La tensión bajó, pero se mantiene la alerta de los vecinos que miran con desconfianza cualquier movimiento y persona ajena a su territorio.

Los vecinos palian las urgencias de los policías

En todas las esquinas hay grupos de policías sentados charlando y mascando hojas de coca. El semblante de sus rostros es el mismo, cansancio. “Yo vivo por Senkata pero tengo miedo ir hasta mi casa, además no tengo ropa de civil para cambiarme, no puedo ir de uniforme…por ahí me linchan o me hacen algo”, dice uno de ellos.
El pequeño auditorio, para eventos especiales, se convirtió en el lugar de descanso para los uniformados. Las primeras noches durmieron entre cartones y bolsas de plástico para aislar el frío; los vecinos sacaron de sus casas frazadas, almohadas y colchones, y los repartieron entre los efectivos policiales. La cantidad de policías refugiados en el lugar es imprecisa, algunos dicen que son más de 500, otros dicen que pasan los 1000.


La resistencia de los habitantes de Ciudad Satélite no puede ser resumida en una sola historia, en una sola noche, en un solo testimonio. Una de las vendedoras del mercado se acerca a los grupos de efectivos policiales y les reparte gelatina. Detrás, sus hijos la siguen y cargan paquetes de papel higiénico. “Ya casi no tenemos verduras para preparar el almuerzo y la cena para los policías, por lo menos gelatina que se sirvan”, dice.


El ambiente es tenso, de día el panorama no cambia, y los vecinos continúan con sus patrullajes por las distantes calles de la zona. Conocen muy bien quiénes viven a su lado, y sospechan justificadamente de la presencia de gente desconocida. Un vecino cuenta que la semana pasada detuvieron a varias personas que se acercaban a las esquinas a tomar fotografías. Previamente, entre las medidas de seguridad que adoptaron, uno de los oficiales a cargo, instruyó la revisión de mochilas y bolsos de gente en actitud sospechosa. Entre los días martes 11 y miércoles 12, las sospechas se convirtieron en realidad, cuando encontraron a 3 súbditos cubanos con mochilas llenas de dinero. Además, se verificó la existencia de explosivos, gases lacrimógenos y chalecos antibalas, dentro de los bolsos y mochilas de algunos jóvenes que rodeaban y repasaban por las esquinas resguardadas. “Eran espías”, dice sin dudas el dirigente vecinal.
Apenas cae la noche, todos se dan cita en sus puntos de resguardo. La organización de sus turnos y toda comunicación lo hacen por whatsapp. Hace varios días que no duermen bien, el cansancio es visible.

Los perros aun vigilan los recintos destruidos

La desesperación de aquellas noches de violencia, parece haber quedado atrás, sin embargo la melancolía y la incertidumbre se apodera de los efectivos policiales. Algunos recuerdan que dejaron atrás a sus perros guardianes que vivían dentro de sus unidades, esos perros que adoptaron de la calle y que se convirtieron en fieles compañeros durante sus largas jornadas de trabajo. “Han ido a intentar traerlos pero no quieren, están durmiendo en la puerta del comando como si estuvieran cuidando todavía…les llevan comida los familiares de mis camaradas”, dice un policía, mientras muestra en su celular una fotografía de Choco, uno de los perros del Comando Policial, resguardado bajo la gruta de la Virgen de Copacabana. 
 Otro policía muestra en su celular la publicación de un uniformado sosteniendo una caja de cartón con una perrita y sus cahorros recién nacidos, “se la ha tenido que llevar a su casa, sino que hubiera sido de ella”, comenta. 
La EPI 3 de Ciudad Satélite sigue en pie, los vecinos y los policías trabajan en conjunto para protegerse de los grupos vandálicos que intentan ingresar al lugar. “No sabemos los apellidos de los comandantes, ni de los oficiales porque por seguridad es mejor no saber…podrían identificarlos y hasta sus casas les pueden quemar”, dice una vecina. Las barricadas no se levantan y las esquinas permanecen protegidas hasta que todos los conflictos sociales se solucionen. Varias casas tienen whipalas y banderas blancas colgadas en lugares visibles. Los vecinos piden paz para comenzar el proceso de reconstrucción de su querida ciudad de El Alto. 

 

choco-del-comando-se-resguardó-bajo-la-gruta.jpg

Choco refugiándose bajo la gruta , fotografía de Peter Luna Sillerico
.