Marzo 29, 2024 [G]:

Sucre: creador de Bolivia

Páginas de la vida del gran Mariscal de Ayacucho. Sus amores, su formación militar. Grandeza espiritual y humana del Soldado Filósofo. Frivolidad ante los amoríos en tiempos de guerra.


Jueves 3 de Septiembre de 2020, 11:45pm






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La Paz, 04 de septiembre (De Ramiro Duchén Condarco para Urgente.bo).- Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho —cuyo nombre completo es Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá—, nació en Cumaná (Venezuela) el 3 de febrero de 1795 y murió asesinado en Berruecos, el 4 de junio de 1830, cuando retornaba a Quito. Fueron sus padres Vicente Sucre y Urbaneja (1761-1824) y María Manuela de Alcalá y Sánchez Vallenilla, gente rica y distinguida, y de notable influencia en el quehacer político y social de la Colombia de entonces, que como se sabe, incluía, además, a Venezuela y Ecuador.

El Libertador, Simón Bolívar (1783-1830), describe de la siguiente manera los primeros años de Sucre y su temprana incorporación al Ejército:

“Recibió su primera educación en la capital, Caracas. En el año de 1808 principió sus estudios de matemáticas para seguir la carrera de ingeniero. Empezada la revolución se dedicó a esta arma y mostró desde los primeros días una aplicación y una inteligencia que lo hicieron sobresalir entre sus compañeros./ Muy pronto empezó la guerra, y desde luego el general Sucre salió a campaña. Sirvió a las órdenes del general [Francisco] Miranda [1750-1816] con distinción en los años 11 y 12. Cuando los generales [Santiago] Mariño [1788-1854], [Manuel] Piar [1774-1817], [José Francisco] Bermúdez [1782-1831] y [José Manuel] Valdés [1780-1845] emprendieron la reconquista de su patria, en el año de 13, por la parte oriental, el joven Sucre les acompañó a una empresa la más atrevida y temeraria. Apenas un puñado de valientes que no pasaban de ciento, intentaron y lograron la libertad de tres provincias”.[1]

Por su parte, el general Francisco Burdett O’Connor (1791-1871), uno de los más notables miembros de los ejércitos libertadores, oriundo de Irlanda —como otros preclaros integrantes de los mismos—, que sentó raíces en Tarija, describe a Sucre como sigue:

“Este era un joven animoso y de gran inteligencia; vivo, enérgico, audaz, muy afable y político con todos, y muy querido por cuantos le conocían. Su modestia era tan grande como su abnegación y su talento. Con razón se le ha llamado el soldado-filósofo. Era la encarnación de los más avanzados principios republicanos, y el más completo caballero. Una sola pequeñez pude notar en él: cierto espíritu provincialista. Tenía una predilección exagerada por todo lo que era colombiano”.[2]

Bolívar complementa la descripción de Sucre: “…sirvió el E.M.G. del Ejército de Oriente desde el año de 1816 hasta el de 1817, siempre con aquel celo, talento y conocimientos que lo han distinguido tanto. Él era el alma del ejército en que servía. Él metodizaba todo: él lo dirigía todo, mas, con esa modestia, con esa gracia, con que hermosea cuanto ejecuta. En medio de las combustiones que necesariamente nacen de la guerra y de la revolución, el general Sucre se hallaba frecuentemente de mediador, de consejero, de guía, sin perder nunca de vista la buena causa y el buen camino. Él era el azote del desorden y, sin embargo, el amigo de todos”.[3]

FORMACIÓN DEL CARÁCTER MILITAR DE SUCRE

Sucre se formó en el ejército en la etapa más dura de la guerra por la independencia, es decir, cuando ésta era a muerte…, cuando no se tomaban prisioneros, sino que se ejecutaba a los cautivos de uno y otro bando… Años más tarde fue, precisamente Sucre, quien negoció y suscribió los tratados de armisticio y regulación de la guerra que reglamentó —si vale el término—, el conflicto hasta lograr la independencia de la metrópoli hispana.

“Esta manera de guerrear —dice Alfonso Rumazo—, la más dura y la más sin clemencia, sirve para dar el temple necesario al ánimo del capitán Sucre, en quien va apareciendo ya la severidad tan indispensable en el comando. Los compasivos fracasan en un ejército, y más rápidamente en un ejército en campaña. Sucre no fue compasivo: sus generosidades procederán de su espíritu justiciero. El cumanés no fue blando ni tierno nunca. En ocasiones llegará a lo extremo de la ira. Y cuando se muestre generoso, lo será por espíritu de justicia; hasta por orgullo.[4]

El temperamento del futuro Mariscal era explosivo: “El joven general —apunta su biógrafo—, capaz en los arrebatos de ira de romper su espada en la espalda de su asistente insubordinado, exigente, enérgico, tendrá que habérselas con el tino y la cortesanía, blandiendo exclusivamente las armas de la inteligencia”.[5] “Amaba la rígida disciplina, y en las soluciones fue drástico”.[6]

Sucre estuvo bajo las órdenes de José Francisco Bermúdez, a partir de 1818. En esa etapa fue un subordinado, casi sin luz propia. Arturo Uslar Pietri (1906-2001), comenta que “mientras otros rápidamente ascienden y llegan a ostentar grados de generales, Sucre ocupa destinos subalternos, y es muy tardíamente cuando empieza a escalar los escalafones superiores”.[7]

“¿Retrocede con eso? —se pregunta Rumazo— Al contrario —explica el propio autor—, se perfecciona; toma, a fuerza de planear, de vigilar, de crear situaciones y de combatir, la ciencia de la estrategia y la astucia de la táctica, adquiere temple acerado en el carácter; aprende a volverse roca y rayo. La escuela de Bermúdez era la más dura de las escuelas: hombre enérgico en grado sumo, audaz y poco culto, obedece más bien a los impulsos y confía en su fuerza hercúlea plenamente; ‘sus campañas son aventuras, duelos personales sus combates’. Exhibe ahora el título de comandante general en la vasta zona cumanesa”.[8]

Sucre, además, fue el único militar, entre aquellos que lograron la independencia del poder español, capaz de comandar su ejército en terrenos de cualquier naturaleza.

“Nadie había podido atajar ni distraer el movimiento dinámico del cumanés —dice, por lo mismo Rumazo—, que tenía el orgullo de pretender batalla en cualquier campo, a cualquier hora, sin preparaciones ni precauciones. De entre todos los generales de la independencia latinoamericana, el único que se atrevió a pelear en cualquier terreno, sin escogerlo, fue Sucre”.[9]

Era éste un militar en extremo disciplinado y exigente, por lo que demandaba de sus subordinados el mayor respeto y rendimiento. “Exhibe su rectitud moral, su sentido del orden y su energía, capaz de producir un fusilamiento, llegado el caso”; No obstante, y en contraposición, fue un hombre noble en extremo, capaz de perdonar a quienes atentaron contra su vida.[10]

SUCRE EN LA MIRA DE BOLÍVAR

En una ocasión, cuando el Libertador se encontraba en una visita de inspección entre Cartagena y Barranquilla, acercáronse a recibirle los comandantes y tropa a cargo de la región, entre quienes se encontraba Antonio José de Sucre. “El edecán de Bolívar, [Daniel Florencio] O’Leary [1801-1854, otro preclaro irlandés en los ejércitos libertadores], al verle acercarse, le pregunta a su jefe quién es ese mal jinete que se aproxima. ‘Es —responde el Libertador— uno de los mejores oficiales del ejército. Por extraño que parezca, no se le conoce ni se sospechan sus aptitudes. Estoy resuelto a sacarle a la luz, persuadido de que algún día me rivalizará’”.[11]

El Libertador, cuyo fuerte temperamento tampoco admitía sombras, tuvo la lucidez de percibir en Sucre un extraordinario talento no sólo militar, sino también dotes de estadista y un ser humano de excepcionales cualidades, y, al mismo tiempo, tuvo la grandeza de permitirle crecer junto a su subyugante personalidad.

INTENTO DE ASESINATO Y NOBLEZA DE SUCRE: LA TENTATIVA ECLES

Burdett O’Connor, importante protagonista de las luchas por la emancipación, y admirador de las personalidades de Bolívar y Sucre, en sus Memorias narra la forma en que descubrió la conspiración para asesinar a Sucre:

“El día en que yo entré a la ciudad de Oruro, el General se quedó en Sicasica con los doctores [Casimiro] Olañeta [1795-1860] y [Mariano] Calvimontes [sic]. Estando a la cabeza de mi división y muy cerca ya de la ciudad, se me acercó un hombre de alta estatura, con casaca de soldado y puso en mis manos unos papeles que llevaba. Al informarme de ellos, supe que aquel soldado que me los entregaba se llamaba [Pablo] Ecles, que era alemán [suizo, según Rumazo][12] y que la comisión que traía era del General [Pedro Antonio] Olañeta [1774-1825] para envenenar al General Sucre y al Coronel Lanza. Me entregó el veneno que era un bulto del tamaño de un huevo de perdiz, y una instrucción escrita para introducirse en la casa en que el General Sucre pasara la noche, en marcha, ganar entrada en la cocina, y echar el veneno en la chocolatera en que se hacía el chocolate para el General. Verificado esto, haría uso Ecles de las libranzas que llevaba y que también me las entregó. Los dos llevaban la firma del General [Pedro Antonio] Olañeta y eran dirigidas al Coronel Ostria; la una por diez mil pesos, y la otra por seis mil. La primera para el caso de que el envenenado fuera Sucre, y la segunda, si era Lanza. Guardé bien los papeles y el veneno; seguí la marcha, llevándome a Ecles y entré en la ciudad de Oruro”.[13]

“Al día siguiente —continúa la narración del militar irlandés— llegó a Oruro el General Sucre con toda su comitiva. Le presenté al soldado alemán Ecles, los papeles que me había entregado y el veneno destinado para él. Me ordenó tomar declaraciones por escrito a Ecles, en forma de sumario; pero nada, absolutamente nada pude sacar de él que fuese inteligible. Haciendo presente esto al General Sucre, ordenó al doctor Olañeta que se hallaba presente, me acompañase en esta indagación; pero ni Olañeta ni yo pudimos adelantar nada; pues que aquel hombre no podía hablar una sola palabra en español, ni en inglés ni en francés, y aún dudo mucho si se podría hacer comprender en alemán; pero los documentos que traía, el bulto del veneno y la instrucción para administrarlo, parece que no dejaban duda del inicuo plan, que a Dios gracias, no llegó a realizarse”.[14]

Sin embargo de lo señalado por O’Connor, Rumazo asegura que hubo juicio, terminado el cual “se declara la culpabilidad” del involucrado. Puede ser que el mismo se haya llevado a cabo, traductor de por medio. Fue condenado a muerte, pero “Sucre […] pone en libertad al miserable y se le entrega [además] el valor de dos sueldos para que abandone el país. Pudo fusilarlo. Prefirió la compasión. O el desprecio”.[15]

MATOS, OTRA TENTATIVA FALLIDA, Y  OTRA NOBLE REACCIÓN DE SUCRE

En junio de 1826 tuvo lugar una segunda tentativa de asesinato contra Sucre. En efecto, en aquella ocasión fue un oficial del ejército, comandante de escuadrón, quien levantó el puñal.

Pero dejemos que sea el Gral. Burdett O’Connor quien nos dé a conocer el acontecimiento y su desenlace:

“Pocos caracteres habrá tan nobles y generosos como el del ilustre General Sucre. Podría referir muchos comprobantes de esta verdad, pero me bastará el siguiente hecho que pone de manifiesto su humanidad y nobleza./ Entre los Tenientes Coroneles comandantes de Escuadrón, había uno Valentín Morales Matos, a quien yo di de baja cuando disolví el Regimiento Dragones Americanos. Este Matos a su regreso a su casa en Chuquisaca, de donde era natural, se prestó a una infame conspiración y atentó personalmente contra la vida del General Sucre./ Al anochecer de un día del mes de octubre, el Gran Mariscal de Ayacucho y Presidente de Bolivia se regresaba al Palacio de Chuquisaca, después de haber dado su paseo de costumbre por la tarde, acompañado por el edecán de guardia. Matos lo esperaba en la esquina del palacio, al que penetró Sucre, dirigiéndose a su dormitorio, después de despedir al edecán. Matos subió tras él sin ser sentido, llevando bajo su capa el puñal, asustado y sin darse cuenta de lo que iba a hacer, al tiempo mismo en que la providencia permitió que llegaran en busca del presidente dos de sus edecanes, los que tomaron in fraganti a Matos, y lo llevaron preso al cuartel de policía./ Confeso y convicto el reo, se elevó la causa a proceso, y pasó a conocimiento de un Consejo de Guerra, ante el cual volvió a confesar su delito. Pronunciada la sentencia y elevada ante el Presidente de la República, este se negó a confirmarla, y pasó la causa a conocimiento del Congreso Nacional. Este confirmó la sentencia de muerte dictada por el Consejo de Guerra y devolvió el proceso al Presidente para su sanción. El Presidente Sucre, entonces conmutó la pena al reo por el Minimun, o sea diez años de destierro. Matos eligió partir al Perú, una vez que la magnanimidad de Sucre le conmutó la pena de muerte.

La noche antes de la partida de Matos, el General Sucre, sin que aquél ni nadie, fuera de él y su mayordomo lo supieran, hizo poner en las alforjas de Matos doscientos pesos, pues sabía que el reo no estaba bien de recursos. Así favorecía todavía al hombre mismo que había atentado contra su existencia…/ Matos encontró este dinero y creyó que algún amigo se lo había enviado, ignorando completamente de dónde procedía, y con él tomó camino al Perú…”.[16]

Matos, tras la renuncia y alejamiento de Sucre del país “retornó a Chuquisaca a fines de 1828, donde estuvo brevemente como intendente de policía”.[17]

ESPÍRITU FRÍVOLO DE LOS AMORÍOS EN TIEMPOS DE GUERRA

De acuerdo con la descripción de Rumazo, Sucre era “hombre de mundo, ancho de criterio, conquistador de mujeres, sensual. Dejó hijos ilegítimos en el Ecuador, Venezuela, Bolivia. Tomaba la aventura sexual a lo militar en tiempo de guerra: despreocupadamente. Una carta dirigida al general Daniel Florencio O’Leary desde el Perú revela algo de esa intimidad muy amplia, muy tolerante:/ ‘Quilca, 15 de octubre de 1823. Querido O’Leary./ Agradezco mucho la cartica de usted del día 4. Usted me prueba su amistad y sus recuerdos, y creo que los míos hacia usted están justificados. Usted sabe que hasta la dama le cedí en alguna ocasión, ofendiendo aun mi amor propio, cuando aparecí ante la gente arruinado y derrotado. Escríbame usted todo lo que ocurra por esas tierras y cuanto lo ama grandemente su cordial amigo. Un abrazo a Ibarra. Dígale usted que me escriba, que no sea flojo. A todos los demás edecanes y amigos, salúdelos usted de mi parte’./ Toda pudibundez queda por fuera en este lenguaje de hombre a hombre. Este es el personaje abiertamente humano, a quien le seguirán aguardando, aparte del amor, la grandeza y la gloria”.[18]

Otro testimonio aporta los siguientes elementos sobre el tema: “Mientras cumplía con sus funciones presidenciales en Bolivia, Sucre mantuvo en la distancia su relación amorosa, renovada a través de un intenso intercambio epistolar. No obstante, de manera simultánea, entabló tres relaciones amatorias en Guayaquil, La Paz y Chuquisaca; en esta última población estrechó vínculos sentimentales con doña María Manuela Rojas, romance que le acarreó al cumanés serias complicaciones por cuanto esta mujer se hallaba comprometida con Casimiro Olañeta. El engañado, quien había sido consejero de Sucre, jamás le perdonó esta aleve traición y eso lo llevó a maquinar un atentado que se materializó el 18 de abril de 1828, suceso del cual su víctima salió malherida. A pesar de estas aventuras, en el fondo, Mariana seguía siendo la mujer de sus afectos. En medio de un ambiente político lleno de rivalidades, la firme intención de Sucre era retirarse de la actividad pública y reunirse con su amada Mariana.[19]

En términos del tantas veces citado biógrafo del Mariscal, “algo más tarde, el propio O’Leary, dirigirá a Sucre esta carta que muestra el espíritu frívolo con que se trataban los amoríos: Aquí todos están muy contentos: los militares porque se van, los paisanos porque se quedan, y las damas porque se dice que viene usted, y yo con las esperanzas de que usted no las engañará. Illingworth, casado ya, está más enamorado de su mujer que antes. Yo temo mucho que la misma queja no se hará de usted o de mí, y es porque tenemos buen gusto. La idea de querer (y querer por necesidad) a un solo objeto es muy trabajosa; no ocurre sino a los pájaros”.[20]

Pero en esa misma línea, se dan a conocer otros aspectos de las relaciones entre los militares de la época, que dicho sea de paso, se reproducen en nuestros días con similar jaez, ya que son propio a la naturaleza del ser humano, pero matizados con la evolución de los tiempos:

“¿Odiaba Gamarra únicamente a Sucre? También detestaba a Bolívar; pero en esto último había algo más que circunstancias políticas o militares. Una carta del Mariscal (18 de septiembre de 1828) revela el secreto:/ Antes que me olvide, diré que Gamarra es acérrimo enemigo de usted. Procuré indagar los motivos, y por un conducto muy secreto supe que sobre su aspiración a la presidencia añadía como pretexto que habiendo hecho tantos obsequios a usted en el Cuzco, le enamoró su mujer, que esta misma se lo ha dicho. Presenta esta cosa como un comprobante de que a usted le faltan virtudes sociales para el mando, no respetando ni lo más sagrado de sus súbditos más amigos. Aunque doña Panchita es una buena pieza, y que realmente ha hecho esta delación, no sé la verdad. Allá hallará usted en su conciencia lo cierto”.[21]

EL ROMANCE CON LA MARQUESA DE SOLANDA

En Quito, Sucre (de 27 años) conoció a Mariana Carcelen y Larrea (diez años menor), marquesa de Solanda y de Villarocha, con quien entabló una relación amorosa signada por la guerra, la distancia y la incertidumbre…

Corría, entonces, el año de 1822 y Sucre se encontraba transitoriamente en territorio del actual Ecuador luego de consumar su victoria en Pichincha (24.May.1822), en las cercanías de Quito. Al poco tiempo partió hacia el Sur para continuar con la emancipación de América del Sur, luego de recibir instrucciones precisas de Simón Bolívar.

El 20 de abril de 1828 Sucre contrajo matrimonio con la marquesita por intermedio de su amigo de confianza y apoderado, el general Vicente Aguirre (1771-1858), pues, a la sazón, hallábase como Presidente de la República de Bolivia, por lo que no podía abandonar sus funciones con un largo viaje.

De acuerdo con Rumazo González, “durante este tiempo todo, Sucre estuvo carteándose con Mariana Carcelén, porque el amor entre los dos manteníase vivo. Quien servía de intermediario amistoso y de elemento para el trámite seguro de la correspondencia era el coronel Vicente Aguirre. Una comunicación dirigida a este oficial al año siguiente, contiene este párrafo:/ Hablaré por fin de Mariana. La carta de esta amable niña me ha sido a un tiempo complaciente y desagradable. Usted verá mi respuesta, que va, para el caso, abierta. Es ésta mi posición el único partido que me ofrece, para cumplir a la vez mis deseos, mis deberes y mi palabra. A decir verdad, Mariana es una mujer que me convendría, porque después de dos años y medio de estar ausente [la carta es de septiembre de 1825], tengo tanto cariño por ella como estándole tratándola. Sin embargo de esto, yo no me atrevería a comprometerla en nada, porque no sé ni cuándo vuelvo a Colombia [...] Mi suerte está unida en cierto modo a la del Libertador hasta el caso de no tener voluntad para disponer de mi residencia [...] Así, por estas consideraciones, debe meditarse mi posición, para que Mariana resuelva libre y francamente, sin atarse más que lo que crea que más nos conviene.[22]

Esta también es una clara muestra de la indecisión de Sucre respecto a su relación con Mariana Carcelen. Fruto de esas dubitaciones y la natural incertidumbre generada por la guerra, es muy probable que haya sucedido el episodio narrado a continuación.

¿MENTIRA O VERDAD? UNA ANÉCDOTA SOBRE EL MATRIMONIO SUCRE-SOLANDA

Francisco Burdet O’Connor narra el siguiente acontecimiento, acaecido en 1824, —enmarcado en la frivolidad con que eran tratados los amoríos durante la campaña emancipadora, referida por Rumazo— hecho del cual el militar irlandés afirma haber sido, a la vez, testigo y coprotagonista:

“A la noche siguiente a nuestra llegada, vino mi paisano el Coronel Arturo Sandes [1793-1832] a visitarme, y estando en conversación con él, entró a mi cuarto el General Sucre, y dijo al Coronel Sandes  que marchaba un oficial en comisión a Quito, y que él estaba escribiendo a un amigo suyo en aquella ciudad. ‘Sandes, le dijo, sé que usted tiene allí dada palabra de matrimonio a la hija del Marqués de Solando [sic]; yo deseaba casarme con esa señorita, y me permito proponer a Ud. que confiemos a la suerte nuestros deseos; tiremos un peso al aire para ver quien gana la mano de la marquesita, y si Ud. la pierde, yo mando mi poder ahora mismo a Quito, para casarme con ella’./ ‘Convenido, respondió Sandes; y por otra parte, quien sabe si volveremos otra vez a Quito, o si moriremos en alguna acción de guerra’./ Me nombraron entonces a mí por testigo, yo tiré el peso al aire, y ganó el General Sucre, quien efectivamente se casó con la señorita de Solando [sic], a su regreso a Quito, cuatro años después./ Había traído en mis baúles dos botellas del aguardiente de Irlanda, que el Capitán Simpson me obsequió para festejar el día de San Patricio, que ya había pasado, y con ellas hicimos un excelente ponche que tomamos esa noche Sucre, [Arturo] Sandes, [William] Ferguson [1800-1828] y yo…” .[23]

Rumazo, en nota al pie de página de su biografía sobre el militar cumanés, dice, al respecto, lo siguiente: “se han forjado muchas leyendas sobre el noviazgo de Sucre. Hasta se ha dicho que alguna vez lo echó a la suerte, en competencia con otro general, que también pretendía la mano de Mariana. Y que ganó en aquel lance por golpe de fortuna, cuando lo que regía ahí era solamente un auténtico querer ejemplar de años, a pesar de la distancia”.[24]

O’Connor no tiene ningún motivo para “inventar” la anécdota… Admira la figura del Mariscal, destaca sus virtudes y defectos, propios de cualquier ser humano. El episodio narrado por el irlandés puesto en el contexto de la época y las características de la vida militar de entonces, no parece ser extraño. En campaña nadie tiene la certeza de salir con vida de cada acción. Todo está sujeto al azar o la Divina Providencia… El destino de Sucre, por voluntad propia, estuvo, además, fuertemente ligado al de Bolívar y al de la liberación del Continente, más allá de su sino personal, que quedó relegado a segundo plano, incluida su vida matrimonial, aunque, supuestamente, soñaba con regresar a Quito y disfrutar de una vida hogareña.

Asimismo, el contexto descrito por el mismo Rumazo, en el que las relaciones amorosas eran tomadas a la ligera, producto de la incertidumbre de no saber si el soldado, el oficial o el comandante, saldrá vivo de la siguiente acción, sumado a la  difícil existencia del militar en campaña, constituyen el escenario ideal para que tengan lugar hechos como el descrito por O’Connor, quien afirma, además, como mencionamos en párrafo anterior, haber sido coprotagonista del suceso narrado.

CARTA DE UNA MONJA DE CLAUSTRO A SUCRE PIDIENDO SU LIBERACIÓN

La bondad del carácter de Sucre, junto con su espíritu de justicia fueron atributos ampliamente reconocidos en su tiempo. Como vimos previamente, lo demostró en numerosas oportunidades, pero de manera particular perdonó a quienes trataron de asesinarlo en Bolivia, ayudó a curar las heridas del Virrey y el General Canterac derrotados en Ayacucho…, en fin, son innumerables muestras de su singular temperamento.

Quizá alentada por esa fama, una monja —llamada Inés— enclaustrada contra su voluntad a sus quince años en el convento de Santa Mónica de la ciudad de Sucre escribió al Mariscal de Ayacucho una sentida carta en la que cuenta su sufrimiento y le pide que la libere.

La referida carta, en su párrafo final dice:

“En este estado para concluir mis funestos días en la desesperación; para no acatar por mi misma una existencia abominable… Es al héroe de Ayacucho, al que venció los déspotas para que no hubiese tiranía, al que defendió la libertad y los derechos de la Naturaleza, al que allá en su corazón ha hecho juramento solemne ante los hombres de proteger al afligido, al que se ha probado que tiene una alma justa y sensible, a él es señor, a quien apelo y ruego para que preste un remedio a quien protesta probar cuanto expone y a quien, si logra romper sus cadenas, será eternamente reconocida. V. E. de lo contrario está resuelta á ser la víctima del claustro”.—Inés”.[25]

Jenaro Ascarrunz, al comentar la misiva dice que “conocido el carácter de Sucre, tuvo su eficacia la protección demandada desde el claustro y motivó la ley de exclaustración voluntaria de frailes y monjas”.[26]

Naturalmente que el contexto en que se dictó la referida ley, era de una reforma radical. Por ello, Herbert Klein afirma: “De hecho, el golpe de Sucre a la Iglesia fue uno de los más radicales en América Latina durante el siglo XIX y, sin reservas, su acción  gubernamental más exitosa”.[27]

SUCRE Y LAS RUINAS DE TIAHUANACO

Otra faceta de la personalidad de Sucre está relacionada con la conservación de las reliquias del patrimonio histórico y cultural ancestral. En efecto, se preocupó personalmente porque se tenga especial cuidado en el resguardo del "manto de la última reina inca del Cuzco", o "la bandera que tremoló Pizarro en la conquista del Perú"; a su paso por Tiahuanaco, al margen de quedar maravillado por la grandeza de las ruinas, hizo poner de pie la colosal Puerta del Sol e instruyó que se dé preferente atención a la custodia de esas joyas arqueológicas.[28]

Jorge Salvador Lara proclamó a Sucre como “Precursor del Derecho Internacional Humanitario” y “Primer Jefe de Estado que se preocupó por el rescate de una obra de arte, manifestación cultural de una remota civilización sudamericana, la "Puerta del Sol", en Tiahuanaco, siendo por tanto pionero no solo del Derecho Internacional Humanitario sino también del moderno rescate del Patrimonio Cultural de la Humanidad”.[29]

SUCRE Y EL CÓNDOR DE BOLIVIA

“La imprenta es tan útil como los pertrechos”,[30] frase perteneciente a Simón Bolívar que sintetiza la importancia que los libertadores asignaban al rol de los papeles impresos no sólo en el desarrollo de la campaña emancipadora, sino, sobre todo, en la conformación y consolidación de las nuevas repúblicas, proceso que fue firmemente apuntalado por la naciente prensa en las flamantes repúblicas sudamericanas.

“En aquel mes de junio [de 1823] —dice Alfonso Rumazo— apareció en Quito El Monitor Quiteño. Sucre no alcanzó a darlo a la luz pero hizo lo necesario para que se instalasen las prensas y se hallase el personal adecuado. Fue el periódico obra suya. Sucre no era periodista; escribía un castellano defectuoso y su pensar veíase desprovisto de vuelo imaginativo; utilizaba el lenguaje directo, claro, a veces enérgico. Pero conocía el poder de la Prensa, y trató de utilizar esa fuerza. Más tarde, en Bolivia, la propiciará, la impulsará”.[31]

En efecto, El Cóndor de Bolivia —cuyo prospecto comenzó a circular el 29 de octubre de 1825—,  salió a luz pública en Sucre el 12 de noviembre de ese año con una periodicidad semanal. Acompañó el proceso de formación de la naciente República, inspirado por el propio Mariscal de Ayacucho. Su último número, el 134, está fechado el 26 de junio de 1828. Es decir, que estuvo en la palestra alrededor de tres años y dejó de circular al poco tiempo del alejamiento de Sucre de Bolivia.

El Cóndor se llamó —dice Rumazo— el periódico publicado por Sucre en la capital boliviana. La Prensa significó fuerza importante en la guerra de independencia e  inmediatamente después de ella. El primer número de El Cóndor traía cuatro páginas pequeñas, “y nunca pasó del tamaño de papel de oficio”. Uno de los motivos capitales para su aparición era la necesidad de que se difundiese el pensamiento de la Constitución escrita por Bolívar para Bolivia. Le escribió al general Heres, en Lima:/ Ojalá usted pueda mandar con Alarcón algún papel, siquiera que sea más grande que el común. En todo este mes tendremos aquí una buena imprenta, y me propongo que se escriba algo en favor de la Constitución, para arraigarla en el amor de los pueblos./ Y al general Santa Cruz le manifiesta (enero de 1827):/ Hemos comprado aquí una imprenta en 8.000 pesos, y por cierto muy cara. Si la que ha llegado a Lima se vende por secciones, tomaríamos tres o cuatro pliegos de letra la más pequeñita que haya, que hace suma falta, por ejemplo como la de imprenta de El Cóndor de hoy, número 60./ Al propio Libertador le informaba:/ En El Cóndor se han insertado las comunicaciones del presidente del Senado y el vicepresidente de Colombia a usted [...] Este Cóndor es tan chico que no vale la pena: no se ha podido encontrar papel grande ni en Buenos Aires; si en Lima lo hay, fuera bueno que usted hiciera venir un poco./ A fin de proteger la libertad de expresión, el Congreso boliviano legisló al respecto (noviembre de 1827). El presidente había dicho enfáticamente en su memoria: “A ningún hombre se ha perseguido; ninguna propiedad se ha atacado; ningún ciudadano ha sido arrestado si no ha sido por la ley”.[32]

DESPEDIDA DE BOLIVIA

El discurso de despedida no pudo ser leído por Sucre, porque diversos factores se opusieron a ello, entre los que figura su premura por abandonar el país y retornar a Quito donde era esperado por su esposa. Fue cuidadosamente elaborado durante su convalecencia del atentado contra su vida del 18 de abril de 1828, en la hacienda de Ñuccho. El mensaje consta de dos partes. Veamos:

“La primera parte fue una precisa, aunque simplista descripción de las circunstancias que llevaron a la revolución de abril y la invasión peruana. ‘Algunos descontentos de Chuquisaca, que desnudos de medios de vivir, no pudieron optar a empleos’, escribió ‘formaron un partido, acaudillado por unos pocos aspiradores y levantaron el estandarte de la discordia desde el instante de las elecciones primarias’. Comparó la ocupación peruana de Bolivia con las invasiones bárbaras al imperio romano. ‘Del Perú se ha dicho que los bolivianos están descontentos con la Constitución’, ‘Yo no he observado tal descontento en la nación, pero si lo hay toca a ella y no a los extranjeros el declararlo’./ En la segunda parte del Mensaje, Sucre rindió cuentas de su administración hasta el 18 de abril. Se preció de que Bolivia mantuviera relaciones amistosas con todas las naciones, excepto el Perú, que la educación pública había hecho considerables progresos y que se había reducido grandemente el tamaño y la influencia del clero regular…”.[33]

Tal vez el fragmento del mensaje de referencia más conocido y difundido sea el que dice: “…Aún pediré otro premio a la nación entera y a sus administradores: el de no destruir la obra de mi creación: de conservar por entre todos los peligros la independencia de Bolivia”,[34] que contribuyó a que dicho mensaje se conozca como el testamento político de Sucre.

EL ALEJAMIENTO DE SUCRE DE BOLIVIA

Francisco Burdett O’Connor, al describir el alejamiento de Sucre de Bolivia, proféticamente sentenció:

“Así se alejó de Bolivia un presidente como no volverán a tener otro los bolivianos; un gran político, y un gran filósofo; un hombre justo, afable con todos, sagaz, infatigable en el trabajo, esclavo de la ley y de la equidad, muy instruido, noble, generoso, humanitario en extremo. De todas estas bellas cualidades y méritos dio muchas y muy elocuentes pruebas durante su incomparable administración./ Y a este gobernante ilustre, a este patriota inmaculado se le hizo revolución”,[35] rémora que persigue al país hasta el presente.

Sucre gobernó Bolivia entre el 29 de diciembre de 1825 —día en que Bolívar emitió un decreto en virtud del cual delegó su autoridad en la figura del Mariscal de Ayacucho—  y el 18 de abril de 1828, fecha en que dejó el mando a una junta encabezada por su ministro de guerra, José María Pérez de Urdininea (18.Abr.1828-2.Ago.1828), luego de una revuelta militar en la que resultó herido en un brazo;[36] inmediatamente sobrevendrían la primera presidencia transitoria de José Miguel de Velasco[37] (2.Ago.1828-18.Dic.1828), el brevísimo gobierno de Pedro Blanco (26.Dic.1828-1.Ene.1829), la segunda presidencia transitoria de Velasco (1.Ene.1829-24.May.1829), que se prolongó hasta la llegada de Andrés de Santa Cruz quien gobernó el país por un decenio (1829-1839) tiempo en el cual se ocupó de terminar de organizar la República.

Como se aprecia en párrafo precedente, en ese lapso sucedieron diversos acontecimientos en los cuales estuvo involucrado Gamarra, que comandaba una invasión a Bolivia con el pretexto de que el Perú no permitiría que ejércitos extranjeros permanecieran en tierra boliviana, en alusión al ejército colombiano que aún estaba en territorio nacional.

“Por un momento —explica Roger Mamani—, los valles son el centro de la atención de Perú y Bolivia. El objetivo peruano era expulsar a las tropas colombianas de suelo boliviano junto con Antonio José de Sucre. Recordemos que en ese momento nuestro vecino tenía problemas en el norte con la entonces Gran Colombia. El peligro de una “tenaza” lo obligó a fraguar un plan involucrando a Bolivia y para ello logró atraer a varios sobrevivientes de la antigua División de los Valles, siendo los más sobresalientes Narciso Portilla y Rafael Copitas, oficiales en la época en que Eusebio Lira comandaba la región.[38]

Al margen de lo anterior, otros acontecimientos completan el complejo cuadro, encabezados por encumbrados protagonistas:

Pedro Blanco, quien expresó su lealtad a Gamarra, y luego éste retribuyó el gesto e influyó para colocarlo en la presidencia de Bolivia, con el trágico desenlace conocido; Andrés de Santa Cruz, que estaba interesado en gobernar la nueva República, luego de haber abandonado Perú e instalarse temporalmente en Chile, donde ejercía la representación diplomática por aquel país; Casimiro Olañeta, el sempiterno conspirador; y otros personajes. Todos estos sucesos terminaron con la firma del Acuerdo de Piquiza.

“El derrocamiento de Sucre— explica Herbertt Klein—, que se debió en parte a los esfuerzos de su amigo, el general Agustín Gamarra, de Cuzco, llevó a que se decidiera convocar a Santa Cruz para ocupar la presidencia de Bolivia. Ésta fue una medida que incluso Sucre apoyó”.[39]

Sin embargo de la afirmación de Klein, en sentido de que Gamarra era amigo de Sucre, cabe destacar el apunte de Rumazo, según el cual, el general peruano odiaba tanto a Sucre como a Bolívar… al primero, seguramente por verse superado en todo aspecto, y al otro, ante todo, por un supuesto affaire con su esposa.

Como consecuencia del alejamiento de Sucre de Bolivia, fueron expulsados sus principales colaboradores extranjeros, en concordancia con los términos del tratado de Piquiza. “Facundo Infante fue a Salta después de su renuncia del Ministerio del Interior, y después de un breve viaje de retorno a Bolivia, partió para España. El cirujano general de Sucre, que también era director del Hospital de Santa Bárbara, y profesor de medicina del Colegio Junín, fue retirado de su puesto en julio de 1828. León Galindo, Agustín Geraldino, Francisco O’Connor y Gregorio Fernández también sufrieron inconvenientes menores por su origen foráneo, pero el hecho de que todos ellos fueran casados con bolivianas, hizo indudablemente menos difícil su situación”.[40]

Veamos, para finalizar dos juicios sobre Antonio José de Sucre, correspondientes a dos de nuestros historiadores. En primer término, acudimos al criterio de uno de los primeros reconstructores de nuestro pasado, fiel seguidor del José Ballivián e integrante del Partido Rojo, Luis Mariano Guzmán (    -   ), quien resume la personalidad de Sucre de este modo: “espíritu probo, incorruptible soldado, lleno de modestia y de abnegación, cuya deidad favorita era el respeto á la ley, al derecho de otro; mandatario popular y progresista, es una de esas grandes figuras históricas, que cuanto mas lejos están de la actualidad, tanto mas crecen en admiración y respeto”.[41]

Luego, cedemos la palabra a José María Camacho (   -    ), importante historiador nacional, quien  describe a Sucre como sigue: “Este austero republicano, alma elevada y severa, estadista sobresaliente, talento organizador y soldado gloriosísimo, se despidió de Bolivia el 19 de agosto de 1828. No contaba entonces sino treinta y tres años de edad”.[42]

Fuentes consultadas:

Aranzaes, Nicanor. Las revoluciones en Bolivia. Librería Editorial Juventud, La Paz, 1980.

Ascarrunz, Jenaro. “El Gran Mariscal de Ayacucho”. Argos, Año 1, Nº 9 (Or.Feb.1924): 10.

Ascarrunz, Jenaro. “Rasgos salientes de la vida del General Sucre”.  Argos, Año 1, Nº 10 (Or.Mar.1924): 3.

Arze, José Roberto. Aforismos del Libertador. Inédito.

Ascarrunz, Jenaro. “El testamento del General Sucre”. Argos, Año 1, Nº 12 (Or.May.1924): 3.

Bolívar, Simón. Resumen sucinto de la vida del General Sucre escrito por el Libertador. Fundación Misión Sucre, Caracas, 2014.

Camacho, José María.  Compendio de la Historia de Bolivia. Undécima edición mejorada. Editorial Renacimiento, La Paz, 1927.

Guzmán, Luis Mariano. Historia de Bolivia. Segunda edición. Imprenta del Siglo, Cochabamba, 1883.

Inés. “Preciosa carta de una Monja de Santa Mónica de la Capital de Chuquisaca [al Mariscal Sucre], Pidiendo, su Libertad”. Argos, Año 1, Nº 10 (Or.Mar.1924): 4.

Lara, José Salvador. Antonio José de Sucre, Precursor del moderno rescate del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrion, Quito, Ecuador, 2001.

Lofstrom, William Lee. La presidencia de Sucre en Bolivia. Tercera edición, Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en el Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz, 2015.

O’Connor, Francisco Burdett. Independencia americana. Recuerdos de Francisco Burdett O’Connor. Editores propietarios González y Medina, La Paz, Oruro y Potosí, 1915.

Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho. Biografía. Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, 2006.

Vargas, José Santos. Diario de un comandante de la Guerra de la Independencia. 1814-1825. José Santos Vargas, 4ª edición. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, Biblioteca del Bicentenario, La Paz, 2016.

 

Webgrafía

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Mariana_Carcel%C3%A9n, visitado el 30 de junio de 2020.

https://es.wikipedia.org/wiki/General_Vicente_Aguirre, visitado el 30 de junio de 2020

https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Presidentes_de_Bolivia visitado en varias fechas. La última, 23 de julio de 2020.

 

 

[1] Bolívar, Simón. Resumen sucinto de la vida del General Sucre escrito por el Libertador. Fundación Misión Sucre, Caracas, 2014. P. 5.

[2] O’Connor, Francisco Burdett. Independencia americana. Recuerdos de Francisco Burdett O’Connor. Editores propietarios González y Medina, La Paz, Oruro y Potosí, 1915. P. 110.

[3] Bolívar, Simón. Resumen… P. 6.

[4] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho. Biografía. Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, 2006.  P. 27.

[5] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 119.

[6] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 59.

[7] Uslar Pietri, Arturo. Valores humanos. T. I: 181, citado por Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 62.

[8] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 62, 63.

[9] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 98.

[10] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 67.

[11] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 68, 69.

[12] Rumazo describe a este personaje, Pablo Ecles, como “fuerte, alto y rubio; su aspecto como de cuarenta años; fisonomía si no del todo franca, tampoco repulsiva”. Antonio José de Sucre… P. 200.

[13] O’Connor, Francisco Burdett. Independencia americana. Recuerdos… P. 108.

[14] O’Connor, Francisco Burdett. Independencia americana. Recuerdos… P. 109.

[15] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 200, 201.

[16] O’Connor, Francisco Burdett. Independencia americana. Recuerdos… P. 255, 256.

[17] Lofstrom, William Lee. La presidencia de Sucre en Bolivia. Tercera edición, Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en el Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz, 2015. P. 477.

[18] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 145, 146.

[19] https://es.wikipedia.org/wiki/Mariana_Carcel%C3%A9n, visitado el 30 de junio de 2020.

[20] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 102.

[21] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 258.

[22] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 158, 159.

[23] O’Connor, Francisco Burdett. Independencia americana. Recuerdos… P. 105.

[24] Rumazo González, Alfonso. Sucre… Nota al pie de página, Nº 218, P. 241.

[25] Inés. “Preciosa carta de una Monja de Santa Mónica de la Capital de Chuquisaca [al Mariscal Sucre], Pidiendo, su Libertad”. Argos, Año 1, Nº 10 (Or.Mar.1924): 4.

[26] Ascarrunz, Jenaro. “Rasgos salientes de la vida del general Sucre”. Argos, Año 1, Nº 10, (Or.Mar.1924): 3.

[27] Klein, Herbert. Historia mínima de Bolivia… Para mayor abundamiento sobre este tema puede consultarse la obra de Lofstrom, La Presidencia… Pp. 147-214.

[28] Lara, José Salvador. Antonio José de Sucre, Precursor del moderno rescate del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrion, Quito, Ecuador, 2001. P. 38.

[29] Lara, José Salvador. Antonio José de Sucre, Precursor… P. 39.

[30] Arze, José Roberto. Aforismos del Libertador. Inédito.

[31] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 127.

[32] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 230, 231.

[33] Lofstrom, William Lee. La Presidencia… P.468.

[34] Rumazo González, Alfonso. Antonio José de Sucre… P. 261-263.

[35] O’Connor, Francisco Burdett. Independencia americana. Recuerdos… P. 253.

[36] Sobre este episodio puede verse Aranzáes, Nicanor. Las Revoluciones en Bolivia. Librería Editorial Juventud, La Paz, 1980. Pp. 11-15.

[37] Lofstrom se expresa en estos términos de Velasco: “El hombre que dirigió la suerte de Bolivia durante la ausencia de Santa Cruz, tenía una personalidad más bien oscura y limitado talento. Tan solo las circunstancias lo habían elevado  a esa alta situación. Nativo de Santa Cruz, Velasco retornó al Alto Perú en 1825, como uno de los ayudantes de campo de Bolívar. En noviembre de ese año, el Libertador lo nombró prefecto de Santa Cruz, situación que conservó hasta principios de 1828…” (P. 473).

[38] Roger L. Mamani Siñani.Estudio introductorio”. Diario de un comandante de la Guerra de la Independencia. 1814-1825. José Santos Vargas. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, Biblioteca del Bicentenario, La Paz, 2016.

[39] Klein, Herbert. Historia mínima de Bolivia.

[40] Lofstrom, William Lee. La presidencia… P. 476, 477.

[41] Guzmán, Luis Mariano. Historia de Bolivia. Segunda edición. Imprenta del Siglo, Cochabamba, 1883 P. 69.

[42] Camacho, José María.  Compendio de la Historia de Bolivia. Undécima edición mejorada. Editorial Renacimiento, La Paz, 1927.

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