Marzo 28, 2024 [G]:

Víctimas de un nuevo analfabetismo

Es increíble que hoy sea más cómodo observar las obras de arte en una pequeña pantalla que levantarnos del sillón e ir a un museo


Miércoles 9 de Junio de 2021, 1:30pm






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El hecho sucedió hace unos años, caminaba despreocupado por El Prado de La Paz a mediodía, apenas un paso adelante iba una joven pareja de enamorados, al pasar por el Museo de Arte Contemporáneo la muchacha preguntó: Amor ¿Por qué nunca entramos a los museos?, el joven sonrío y respondió con total tranquilidad: porque no somos cultos.

El breve diálogo provocó que me ría en voz alta, la pareja dio vuelta para mirarme, los tres nos confundimos en una risa cómplice y seguimos nuestro camino.

Lo que había sido una intrascendente anécdota se convirtió en reflexión durante este último fin de semana mientras disfrutaba de una serie de documentales sobre museos de Europa que me gustaría recorrer por completo. Empecé a fantasear sobre el impacto que me provocaría estar frente a un cuadro de Leonardo, Caravaggio o El Bosco e inmediatamente me invadió una molesta sensación disfrazada de pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que entré a un museo de mi ciudad?

Fue la noche en que se presentó la segunda edición de El Loco de Arturo Borda, pero aquella visita no tuvo nada que ver con el museo sino con el libro por lo que no podría precisar la fecha de mi última visita, sí puedo decir que fue hace mucho tiempo.

Recordé mis visitas superficiales cuando estaba en el colegio, otras con fines de estudio durante mi época universitaria, una que otra en mi vida de adulto, cada vez menos frecuentes hasta que dejé de ir.

Entonces recordé una entrevista que leí hace poco, quien respondía era la novelista eslava Dubravka Ugresic que reflexionaba sobre la actualidad del ser humano desde una mirada irónica. Ugresic reconocía que la revolución digital no solo cambió nuestra forma de pensar sino nuestra manera de percibir el tiempo, para la autora la humanidad perdió el sentido de continuidad pasado – presente – futuro y hoy el ser humano es incapaz de procesar este presente radical que nos provoca serios atascos mentales.

Pensé inmediatamente en la cantidad de horas a la semana que observo la pantalla de mi celular, pensé en que me había convertido casi sin remedio en un esclavo de las redes sociales y que a estas alturas era muy difícil que transcurra un día entero sin revisar mis cuentas repartidas por la red.

Aunque trato de dirigir mi interés por el contenido artístico y cultural confieso que he caído ante la seducción visual de las redes sociales que me extraen de la realidad en una especie de experimento masivo al que me sometí de manera voluntaria.

El problema no es que una o más empresas accedan a mis datos o imágenes sino la manera en la que las redes generaron nuevos niveles de dependencia afectiva y social convirtiendo a mi teléfono móvil en una extensión antinatural de mi cuerpo.

Como todas las personas de mi generación he sido testigo inconsciente de un desplazamiento cultural, las sensaciones se han trasladado desde las pantallas de cine hasta las pantallas de televisión y ahora, están permanentemente en nuestras manos.

La mayor parte del contenido es banal y afecta negativamente nuestra manera de percibir la realidad, el arte y la cultura. Es increíble que hoy sea más cómodo observar las obras de arte en una pequeña pantalla que levantarnos del sillón e ir a un museo, cuánta razón tiene Ugresic al decir que la gente disfruta de su condición de analfabeta.

Lo cierto es que hoy me sentí como ese muchacho, inculto y soso, incapaz de valorar el esplendor del arte y la cultura de mi país, pendiente de cada notificación que llega a un dispositivo que marca los ritmos de mi vida, pero no siento vergüenza de ello porque soy consciente de que puedo cambiar esa realidad. La pregunta es si tú también puedes hacerlo.

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