Diciembre 29, 2024 -H-

“Las rayadas” están de fiesta: Este lunes cumplen 17 años de servicio

Cuando las cebras están en acción tienen la misión de generar procesos de reflexión que ayuden a la ciudadanía a rescatar los valores que le guíe en todo momento, como responsabilidad, respeto, amor, solidaridad y alegría, explicó  Denis Sosa, una cebra con cuatro años de experiencia.


Domingo 18 de Noviembre de 2018, 4:45pm






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La Paz, 18 de noviembre (Urgentebo- Las Cosas Claras).- “Son las 7.00 y me instalo junto a William, una de mis compañeras eventuales, en la esquina de la avenida Camacho y calle Colón, como siempre caótica con el paso de vehículos y peatones que van apurados. El primer rojo del semáforo me invita a interactuar con la gente y los conductores. Hoy estoy en la piel de la cebra, este personaje paceño que mañana lunes cumple 17 años.

Hace unos minutos alrededor de 20 cebras, nos dirigimos a los puntos más conflictivos del centro de la ciudad. Otras tantas hicieron lo mismo en otros macrodistritos. En total hay 225 cebras que trabajan en dos turnos y que están en las calles con un propósito: educar con respeto y amabilidad.

—Señor conductor, buen día… se pasó un poquito el paso de cebra ¿verdad?, le pido por favor que no vuelva a ocurrir. Cuídese mucho—, le digo al chófer de un minibús que se apresuró y no vio el cambio de color del semáforo.

Ante el paso y la mirada de otras muchas personas, comienzo una coreografía de brake dance con William, que tiene 17 años y lleva dos años como educador vial. Ambos saludamos a los peatones, cantamos, damos saltos, por sobre todo con una sonrisa, mucho respeto y amabilidad.

—El semáforo ya va a cambiar, subiremos a la acera—, me alerta William, mi hermano mayor. Entretanto, en la vía perpendicular, otra cebra detiene un vehículo para que una señora mayor cruce la calle.

Después de 19 años, los conductores aprendieron a ser más cordiales con las cebras. 

—Son muchos años que vemos a estos personajes por las calles, ya estamos acostumbrados y nos simpatizan, son respetuosas y alegres—, dice Venancio Ramos, conductor del micro M mientras espera que la luz verde vuelva al semáforo.

—Llocallas, — nos grita un peatón de unos 50 años al ver que hacemos unos pasos de baile. De ese tipo de tratos William y el resto de las 225 cebras que hay en la ciudad están acostumbrados.

—¡Hola cebra! –me grita un niño y su mamá me pide una foto.

—Esta es nuestra paga, el cariño de las personas, —dice mi hermano mayor, que me explica con mucha paciencia cómo es ser educador vial.

El inicio

La concejala del municipio de La Paz y conocida como la ‘mamá cebra’, Kathia Salazar, cuenta que un grupo de personas creativas del despacho del alcalde Juan del Granado, después de algunos intentos fallidos con otras iniciativas, creó el personaje. Al inicio dos personas daban vida a una cebra de cuatro patas (más detalles en el cuadro de evolución en de la cebra), que irrumpió las calles paceñas el 19 de noviembre de 2001.

“El programa Cebras Educadores Urbanos nace con el único objetivo de educar a la ciudadanía en el ordenamiento vial. Este proyecto experimental creado por un grupo de personas del despacho del Alcalde, contó primeramente con la participación de 25 jóvenes con necesidades, hijos de algunas caseritas o lustrabotas”, indica por su parte la jefa de la Unidad de Educadores Urbanos, Verónica Puerta.

Se trata de un voluntariado, aunque la Alcaldía proporciona a los jóvenes un pequeño apoyo económico que se utiliza para transporte, alimentación o material educativo para proseguir con los estudios, porque para ser cebra hay que estudiar y tener entre 15 y 25 años.

Por la misma dinámica de la ciudad, su desarrollo y crecimiento, las cebras pasaron de ser educadores viales a educadores de vida. Por eso, desde algunos años colaboran en diferentes áreas de competencia municipal.

Cuando las cebras están en acción tienen la misión de generar procesos de reflexión que ayuden a la ciudadanía a rescatar los valores que le guíe en todo momento, como responsabilidad, respeto, amor, solidaridad y alegría, explicó en la mañana Denis Sosa, una cebra con cuatro años de experiencia, quien se encargó de capacitarme.

La filosofía cebra

Cuando el programa inició, La Paz se caracterizaba por contar con tráfico vehicular caótico que repercutía en estrés, falta de respeto al otro y hasta enfrentamiento verbal o físico. William me cuenta que al pasar los años se siente otro aire en la ciudad y que la gente es más amable y respetuosa a diferencia de hace 10 años, por ejemplo.

Ese cambio se debe a la actitud que irradian las cebras en la urbe, no solo a la altura de los semáforos, sino cuando caminan por las calles o en espacios públicos.

“El arte de ser cebra es olvidar tus dudas”, explica la secretaria Municipal de Educación y Cultura Ciudadana, Heidi Mendoza. Eso, a veces, es más difícil de lo que algunos creen —dice— porque cada uno tiene su vida privada, cosas que lo molestan, problemas con la salud, etc.

“Pero el momento en que llevas la piel cebra, también llevas la responsabilidad de ser un ejemplo, responsabilidad de ser un buen ciudadano que actúa siempre de manera adecuada”, resalta Mendoza.

Es gratificante ver la reacción de la gente, como esa señora mayor que nos saluda del otro lado de la calle; el niño sonriendo que abre sus brazos para recibir un abrazo grande; los chóferes que dejan su mal humor y rápidamente se abrochan el cinturón y cambian de cara.

Son las 11.00 y el “trabajo” concluye, nos vamos cantando, sonriendo a los demás, cambiando el día de las personas que se topan con “nosotros y es porque nosotros mismos cambiamos primero, por nuestro bien y para ser mejores”, dijo una de las cebras esta mañana.

Mis compañeras cebras creen que esa dinámica debe persistir y se debe seguir innovando, pues como decía la ‘mamá cebra’, el verdadero cambio se verá cuando ya no haya ninguna persona disfrazada de cebra en las calles, ese momento toda la sociedad paceña tendrá la piel de cebra, que entregará en todo momento, lo mejor de sí

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