Dilma Rousseff -ex guerrillera marxista- luego de ser apresada, ingresó a la Universidad obteniendo una Licenciatura en Economía; participó de la política al recuperarse la democracia en Brasil, alcanzando notoriedad en el Partido de los Trabajadores prohijada por Lula Da Silva, llegando a ser su Ministra de Minas y Energía -primero- y su Jefa de Gabinete, después, llegando a ser la primer Presidente mujer de la República Federativa del Brasil el 2011. Pero, no pudo acabar su segundo mandado al haber sido suspendida en mayo con un proceso de impeachment (acusación) para ser depuesta el 31 de agosto de 2016 por el Senado.
Aunque los escándalos de corrupción denunciados afectaron a la Primera Mandataria, hay quienes sostienen que lo que verdaderamente la llevó a su destitución fue el descontento en las calles por el descalabro económico, siendo que cuando las cosas van bien muchos se hacen de la “vista gorda”, no así cuando la economía flaquea.
En los años dorados del auge económico que disfrutó Lula Da Silva -y luego a su delfín Rousseff- Brasil se catapultó no solo como una de las promisorias economías emergentes del Grupo BRICS sino que llegó a ser la sexta potencia económica, que hoy no es más.
Las agresivas políticas sociales -para muchos, populistas- en contra de la pobreza extrema, solo pudieron ser sustentadas con los extraordinarios ingresos que le reportó al Brasil los precios altos para las materias primas que exportaba.
Pero como todo lo que sube inexorablemente baja, al segundo mandato de Rousseff le tocó enfrentar el fin del macro-ciclo de precios altos para las materias primas que llevara a la popularidad a su mentor, con lo que Brasil acabó en recesión el pasado año, dándose por descontado que en la gestión 2016 terminará aún peor, quedando demostrado una vez más que cuando las buenas intenciones de la política social no son acompañadas por buenas decisiones en materia económica, los sueños de tener un mejor país pueden ser fugaces y convertirse en una pesadilla.
El cierre de más de 100.000 unidades económicas y la pérdida de más de 2 millones de empleos en Brasil desde el 2015, un proceso inflacionario en curso y un fuerte desbalance en sus cuentas fiscales, dan cuenta del fin de un período de 13 años durante el cual los representantes del Partido de los Trabajadores -Lula y Dilma- lograron que 30 millones de brasileros salgan de la pobreza extrema pero que hoy, por el bajón económico, se enfrentan a la posibilidad de poder retornar a tal estado.
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 7 de septiembre de 2016