11 de mayo ( Ann-Kathrin Marr, dpa).- Pedro parece afligido cuando regresa del colegio. Acaba de pelearse con su amigo Joaquín. "Me sacó la pelota y no me dejó seguir jugando". El niño, de seis años, está a punto de llorar. La madre se indigna. "No puede ser, ya mismo llamo a los padres de Joaquín". Sin embargo, mientras se dirige al teléfono, duda. "¿Estaré haciendo bien?".
De acuerdo con los psicólogos, en líneas generales los padres se preocupan hoy día por los niños más que antes. Esta mayor atención tiene, por supuesto, su aspecto negativo, ya que algunos padres les dan a las peleas entre niños más importancia que antes y convierten en un gran tema algo mínimo. Por eso, la mayoría de los especialistas aconseja no ir corriendo al teléfono y convertir en propio un problema que es del niño.
En vez de accionar por el niño, los adultos deberían asumir una postura más cercana a la de un mediador. Pueden preguntarle, por ejemplo, qué sucedió exactamente, y completar con interrogantes como: "¿Cómo percibiste la pelea? ¿Cómo crees que la percibió tu amigo?". Seguro hay ejemplos en los que el propio hijo se comportó de forma similar y no quiso jugar con alguien. La charla no tiene como fin encontrar a un culpable, sino confrontar al niño con otros puntos de vista. Esto permite que el niño pueda actuar con mayor seguridad y ligereza cuando vuelva a encontrarse con su amigo, o si éste emprende un acercamiento.
El problema actual es que muchos padres quieren solucionar problemas por sus hijos. En general, se preguntan hasta dónde tienen que intervenir. Una típica escena: la hija de cinco años invitó a una amiguita a jugar y se la pasa dándole órdenes. Muchos padres sienten la obligación de intervenir de inmediato. Sin embargo, los psicólogos aconsejan esperar un poco y no correr a presentar siempre una solución.
¿Y si los niños siguen peleando después de un buen rato? En ese caso el adulto no debe hacer de juez, sino de mediador. Lo ideal es que, primero, cada uno de los niños pueda expresa su opinión. Luego, el adulto puede preguntarle a los niños qué soluciones se les ocurren. Muchas veces, los padres terminan sorprendidos por las buenas ideas que tienen los chicos. El siguiente paso es analizarlas juntos: ¿son poco peligrosas, justas y se pueden poner en práctica? De esta forma, los niños notan rápidamente si con sus propuestas buscaron beneficiarse sólo a sí mismos.
Sin embargo, a veces, la pelea no tiene salida. Nadie quiere ceder, los dos insisten en quedarse con el juguete en disputa. En esos casos se puede decir: "Si no terminan con esto, les saco el juguete". Por lo general, los niños encuentran una solución. A fin de cuentas, es mejor compartir un juguete que perderlo.
Por otra parte, hay situaciones en las que los padres tienen que intervenir sí o sí, como, cuando por ejemplo, se emplea violencia física o verbal en el juego. Si esto sucede en la escuela, lo mejor es que los padres hablen con la maestra. De todas formas, es importante no hacer nada de esto contra la voluntad del propio hijo.
Los padres deberían preguntar primero al niño qué desea. Sólo si el problema es muy grave, puede ser aconsejable hablar con la escuela o el jardín de infantes incluso en contra de la voluntad del menor. En ese caso, es importante explicarle al niño por qué es importante hacerlo.
Sin embargo, en la mayoría de las peleas, siempre conviene confiar en el niño y apoyarlo para que resuelva por sí solo, ya que aprender a pelear -y resolver problemas- es también un aprendizaje