21 de marzo (Daniel Quispe, Urgente.bo).- En esta ciudad un grupo de jóvenes y no tan jóvenes desafían las convenciones de la industria cinematográfica. Con una pasión única, cada uno de ellos hacen frente a las adversidades y exploran las múltiples historias que rodean a la urbe alteña, para trabajar bajo el concepto del cine de guerrillas y con el respaldo de las nuevas y accesibles tecnologías.
Los cineastas tienen que moverse para encontrar patrocinios, para convencer con el guion de historias y producir. “Lo ideal es seguir produciendo, el que produce puede generar su mercado y puede generar producción”, argumentó Javier Ramos, director, guionista y fundador del Runa Cine.
El cine alteño
Una de los principales rasgos de la producción cinematográfica alteña es el carácter independiente de sus películas; son hechas con pocos recursos en comparación con las producciones bolivianas y ni qué decir de las superproducciones extranjeras.
Sergio Mamani, actor y estudiante de cine de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), aún recuerda su participación en la película de Our Brand Is Crisis (2015) y se sorprende por la profesionalidad de los equipos usados para grabar esta superproducción de Hollywood; mientras, en El Alto, se usan elementos más modestos como una cámara y un trípode.
En la primera década del siglo 21, la producción audiovisual requería de usar cámaras con cintas magnéticas, pero en la actualidad con los teléfonos celulares y las videograbadoras digitales se democratizó el proceso cinematográfico.
Para ahorrar costos, la producción audiovisual eligió el camino del cine de guerrillas, es decir, los directores y actores no pueden darse el lujo de cerrar calles o pedir ayuda de las instituciones estatales. Por ende, al grabar, buscan locaciones funcionales y usando el ingenio graban escenas sin permiso de las autoridades y evitan perturbar el libre tránsito de los ciudadanos.
Freddy Chipana, director y actor del Altoteatro, recuerda algunas escenas que denotan lo rústico de estas producciones como la vez que fue a las alcantarillas y soportó los olores del lugar o cuando se lanzó de un peñasco con la única protección de unas cajas que amortiguaron su caída.
Tanto lo digital como la sencillez son parte de la personalidad del cine alteño, como explica Juan Carlos Aduviri, actor y exdocente de la carrera de cine de la Escuela Municipal de las Artes de El Alto. Para él, los cineastas de esta urbe rompen las reglas de lo establecido en la industria y, aun así, emocionan al público.
Aduviri ve cómo se ha creado un lenguaje visual en base al uso de la tecnología digital, el que poco a poco se convierte en marca de este cine. Al mismo tiempo, los cineastas no tienen interés por mantener la profesionalidad de las superproducciones al momento de contar sus historias, ya que se busca transmitir algo personal.
Con aquello no está de Aduviri, lo considera un punto negativo y está a favor de un cine capaz de competir en festivales o para que sea exhibido en servicios de streaming, con el fin de dar visibilidad a las producciones alteñas.
Autofinanciación
Ante la falta de recursos, muchos cineastas recurren a auspiciadores, ya sean empresarios privados o públicos, quienes invierten en los filmes con tal de recibir una mención y ser publicitados durante las proyecciones del filme.
Por otro lado, algunos directores como Fernando Peredo o Javier Ramos consideran que los colegios y universidades son el principal mercado comercial, lo cual impulsa convenios con las instituciones para proyectar su película junto con charlas con los actores para discutir las temáticas abordadas por los filmes.
Ramos considera que dichas propuestas reavivan la conexión entre el público y los realizadores de cine. “Que los reconozcan y aprecien su trabajo, ese es el mejor premio”, se expresó Grover Quisbert en una entrevista para el documental Misión Imposible: 10 años de producción audiovisual en El Alto de Kevin Barrios.
Según un estudio hecho por el Runa Cine, el público suele estar más interesado por las historias melodramáticas y esa es la característica de producciones como El Pucho o Palomitay, narraciones de crecimiento personal con protagonistas que, en lugar de autodestruirse, buscan mejores oportunidades.
La idea de llegar a la gente impulsa a que la distribución del cine alteño se de en los mercados de discos pirata donde los filmes nacionales pueden competir al tú a tú frente a otras producciones como los Avengers o Batman. En otras palabras, para los cineastas alteños la campaña de boca a boca para captar nuevas audiencias tiene mucho significado.
Las leyendas son ahora el tema
Existen dos etapas en el cine alteño según Sergio Mamani. Una enfocada en la autorepresentación, en la que se retrataba a la ciudad y a sus habitantes junto con sus problemáticas. Se trata de la denuncia y la autorreflexión sobre hechos cotidianos.
No obstante, para Sergio y la nueva camada de directores y realizadores alteños de la UMSA, esta etapa del cine ha quedado atrás y ahora se busca explorar historias basadas en las leyendas.
Estos realizadores se enfocan en lo místico, el miedo y la fantasía para sus producciones universitarias. No obstante, ellos no olvidan de dónde provienen y cuentan con un sentimiento de identidad por su ciudad, el cual buscan retratar en sus obras.
En total, estos estudiantes representan un 40% de la carrera de cine de la UMSA y representan una nueva década de realizadores alteños que se unirán a figuras como Javier Ramos, Juan Carlos Aduviri y Grover Quisbert. “Creo que es hermoso hacer cine de una forma más profunda”, agregó Chipana.
Ahora bien, no solo de la UMSA da impulso al cine alteño, sino también de organizaciones como el Movimiento del Nuevo Cine y Video Boliviano - El Alto a cargo de Rubén Condori, en la cual todos los apasionados por el cine pueden unirse y hacer cine.