Diciembre 23, 2024 -H-

Erratas

Los seres humanos fuimos lo suficientemente inteligentes para crear internet, donde pusimos una realidad virtual que está a la vista de todos —que no existe materialmente pero está—, pero no somos capaces de introducir filtros que sancionen los errores ortográficos en las redes sociales.


Lunes 14 de Agosto de 2017, 10:45am






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Partamos de una verdad irrefutable: las redes sociales, particularmente Facebook, están haciendo pedazos al idioma. Los crímenes, de lesa ortografía, son diarios y cometidos a vista y paciencia de todos, con una impunidad pocas veces vista en la historia de la humanidad.

Los seres humanos fuimos lo suficientemente inteligentes para crear internet, donde pusimos una realidad virtual que está a la vista de todos —que no existe materialmente pero está—, pero no somos capaces de introducir filtros que sancionen los errores ortográficos en las redes sociales.

¿Que cuál es el problema? La aparición continua de palabras mal escritas en la internet, y que estas sea vistas repetidamente por las personas, particularmente los niños, provoca un obligado mal aprendizaje sobre su escritura. Así, si la palabra “coraje” es vista repetidamente con “g”, la mente aprenderá, solo por repetición, que su escritura correcta es “corage”. Por tanto, la ortografía está en crisis total y eso sí que da coraje.

Los gurús de la internet nos dicen que no se puede hacer nada y, mientras eso pasa en la nube, más abajo, en Bolivia, un servidor público es castigado por haber escrito “Viceprecidencia”, con tres “c”, en un formulario de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional.

¿Una vergüenza? ¡Desde luego! El formulario estaba destinado al registro de investigadores así que se expuso a personas de todo el mundo. Una denuncia, precisamente por internet, puso el error al descubierto y el responsable deberá purgar una sanción equivalente al castigo que sufre Bart Simpson cada vez que se inicia un capítulo de su teleserie. Ya se ha escrito sobre el tema y yo no pretendo seguir echando leña al asunto.

Empero, tal vez sea necesario aclarar que, más que un error, aquello fue una errata; es decir, una “equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito” (Diccionario de la Real Academia Española dixit).

Pese a que se trata de impresos, que permiten una revisión detallada de los textos, las erratas son más frecuentes de lo deseado debido a un fenómeno muy común de la atención humana. Tras casi 20 años trabajando en la edición de periódicos, en Correo del Sur primero y El Potosí después, sé que, en efecto, las erratas se deslizan pese a las revisiones más concienzudas. Eso se explica porque, con frecuencia, el cerebro deja de percibir objetos conjuntamente; es decir, uno ve palabras sin percibir los errores que estas tienen debido a una desconexión temporal con los niveles de conciencia. Eso se debe, generalmente, al cansancio y exceso de trabajo.

En una actitud de hidalguía que lo enaltece, el jefe del archivo y biblioteca del Congreso admitió su porción de responsabilidad en esa errata y pidió disculpas públicamente.

Creo, sin embargo, que, más allá de lo burda o fascista que pudo haber sido la sanción —pues así la definieron los intelectuales—, era necesario que se haya aplicado ya que el error no fue cometido en una cuenta personal de Facebook o en el periódico mural de algún establecimiento educativo sino en un documento oficial del Estado boliviano.

Los documentos oficiales son el rostro de un Estado y, por razones más que obvias, este debe presentarse de la mejor forma posible. Eso incluye evitar los errores o erratas, como en este caso.

Fue horrible ver “Viceprecidencia”, con tres “c”, en un documento oficial pero el responsable ya ha sido castigado.

¿Se imaginan lo horrible que es ver, diariamente, horrores ortográficos en las redes? Lamentablemente, nada ni nadie los sanciona.

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(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

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