Hace unos días leía un documento donde se sostiene que esta generación es una de las más beneficiadas por los avances tecnológicos a su alcance, por los logros de la medicina para alargar la vida y encontrar soluciones a enfermedades crónicas, por tener al mundo en la palma de la mano con un solo click, pero, fundamentalmente, por contar con mejores ingresos y oportunidades profesionales que hace 10, 15 ó 20 años.
Pero el mismo estudio deja en evidencia un contrapeso no menor: también es una de las generaciones más deprimidas y frustradas de todos los tiempos. ¿Cómo es esto posible?
Para los estudiosos, simple y peligrosamente porque durante este periodo de mayor conocimiento, gobernarán los llamados príncipes de las tinieblas. Y no estamos hablando de la caída de los ángeles negros del infierno, para los creyentes, sino de nuestra cada vez más paupérrima calidad de vida.
Sólo en Cochabamba, cerca del 30% de las consultas médicas son por causa de la depresión. Estamos hablando de incluso niños de 6 años. A nivel nacional la crisis emocional está entre las tres enfermedades de mayor atención médica y, por consecuencia, de consumo de antidepresivos y pastillas para dormir.
En el mundo, según la OMS, alrededor de 500 millones de personas sufren de depresión y es la principal causa de discapacidad en todo el mundo. Y esta cifra se incrementa año contra año a un ritmo del 18%. Sin dejar de mencionar que la segunda causa de muerte juvenil, en el planeta, es el suicidio.
Asistimos al desmoronamiento de nuestras instituciones, a la pérdida de fe en aquello que nos daba seguridad, a presenciar la muerte de nuestro planeta; los niveles de desconfianza escalaron demasiados peldaños y nos vemos abigarrados en vientos férreos de tierra que ciegan nuestra vista y nos hace tropezar a cada paso que damos.
Prender el televisor y sintonizar cualquier noticiero, leer el periódico, encender el celular y nadar en las redes sociales, es asistir a un vía crucis que lo deja a uno perplejo por la violencia, los homicidios, los feminicidios, la infamia, la impostura y sabe uno cuántas pellejerías más.
Le preguntaron a un intelectual, escritor español para mayores señas, el porqué de su pesimismo, y sorprendido le espetó al periodista que, de ninguna manera, él se consideraba una persona pesimista, el problema, simplemente, era que se consideraba alguien bien informado.
Así que amable lector - también dicen que la persona es más feliz cuando ignora, sino todo, por lo menos una buena parte de las cosas -, depende de Usted, ser un desinformado feliz o un bien informado pesimista…en estos nuevos (in) felices 20.
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