En la periferia urbana de Cochabamba subsiste una tradición añeja, que expresa la relación de los vivos con los muertos. Se trata de la historia de las almas, que personificadas por una mujer, no quiere volver a su mundo, por lo que los dolientes, tras un periodo de alegría, se ven obligados a despedirlo con palmas de la mesa de los difuntos.