La pretensión de abrir carreteras en los Parques Nacionales no es nada nuevo, no solo en nuestro medio, si no en varios países del mundo. Y la discusión de fondo es la misma: posiciones a favor que son para desarrollar las comunidades y en contra, que destruyen todo el medio ambiente.
En Colombia, el Plan Nacional de Desarrollo (PND) que contempla la gestión 2014-2018, bajo la denominación “Todos por un nuevo país”, daría vía libre a que se construyan carreteras en medio de los Parques Naturales de Colombia.
Se pretende construir carreteras pavimentadas, lo que para la Directora de los Parques Nacionales estaría violando la Constitución de 1991 y se generarían daños ambientales.
En Costa Rica, un país donde se han creado varios Parques Nacionales y se fomenta el ecoturismo, también en 2016 tuvo la amenaza del proyecto de Ley N° 19.899 que permite el establecimiento de derechos de vías para la construcción de carreteras dentro de todas las áreas silvestres protegidas y Parques Nacionales.
Según expertos de ese país, lamentablemente ese proyecto se va al extremo, abriendo en forma indiscriminada, todas las áreas protegidas a la construcción de carreteras.
Aquí, cerquita en nuestro vecino país Perú, hace poco se aprobó una norma que permite construir un Multimodal que hace referencia a la vía acuática pero que deja abierta la construcción de una carretera nada menos que por el Parque Nacional Alto Purús, bajo la excusa de fomentar el desarrollo de esa provincia.
En 2011 pasó lo mismo en España, con la propuesta de la Comunidad de Madrid, referente a un Parque Nacional que también tuvo mucha resistencia por los ambientalistas.
Y así podríamos seguir por México y otros países. Pero hoy el debate nacional es en nuestro medio. Si se debe o no hacer la carretera por el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) que uniría los departamentos del Beni y Cochabamba.
Es innegable que el propósito de hacer carreteras en los Parques Nacionales tiene o persigue objetivos políticos, económicos y sociales. No solo nacionales, hasta de transnacionales.
Desde lo político se pretende cumplir compromisos asumidos con una base social. Son facturas que se tienen que pagar a cambio de un apoyo en campaña electoral y también a futuro.
El objetivo político tiene relación directa con el económico. Expandir sus negocios (coca, madera, minería, hidrocarburos, ganadería, agricultura y hasta narcotráfico) ni duda cabe.
En lo social, dotarle de servicios a toda esa “pobre gente”, que no tiene nada y tiene derecho a la salud, educación, electrificación, etc., para salir de la pobreza.
¿A quién le creemos? ¿A este y otros gobiernos en el mundo que utilizan la misma estrategia para ingresar a los Parques Nacionales o a los mismos ambientalistas que también persiguen sus propios intereses? No por algo perciben grandes financiamientos.
Lo cierto es que es muy fácil ser ambientalista desde un escritorio. Hay gente que no ha caminado ni un paso dentro de un Parque Nacional. Cuando uno lo hace, realmente ve la cruda realidad de la gente que vive en regiones prácticamente sumidas en la pobreza.
“Nosotros también queremos que nuestros hijos se eduquen, que nos atienda un médico, queremos ver televisión o escuchar radio. Queremos transportar nuestros productos para vender…”, es el reclamo que escuché a muchos campesinos e indígenas en el Parque Nacional Madidi, por la región de Apolo.
Por otro lado, si bien se puede construir carreteras ecologistas, caminos verdes, que promueven el turismo ecológico, ambientalista, sería hermoso. Pero nos conocemos, creo que nuestra sociedad no es la misma o no tiene la conciencia (todavía) de protección del medio ambiente y de nuestros recursos como en Canadá o Suiza donde hay carreteras que pasan por zonas naturales.
Hoy la minería está haciendo estragos en varios ríos. Uno de ellos Mapiri, Guanay, Unutuluni, y otros lugares sin control alguno. Por eso es que no se puede confiar en el proyecto del gobierno conociendo que su base social es el sector cocalero y minero.
Si bien una carretera nos brinda integración, desarrollo, no menos cierto es que su construcción tiene un impacto ambiental muy fuerte. Deslizamiento de taludes, destrucción de bosques, contaminación de aguas, afectación a la flora y fauna, como el asentamiento humano que con seguridad se van creando a lo largo y ancho de los caminos.
El problema debe ser estudiado con mucha responsabilidad. En esta posición de preservar el Parque o abrir carretera prima también el interés político. Se requiere mayor profundidad en el tema para tomar la mejor decisión.
Actuemos en memoria de George Catlin, el artista a quien se le atribuyó la creación de un Parque Nacional cuando en 1832 viajó al norte de las Grandes Llanuras de Estados Unidos y comenzó a preocuparse por la destrucción de la civilización india, de la vida salvaje y las áreas naturales cuando los asentamientos se propagaran hacia el oeste.
(*) Edgar Toro Lanza, es periodista. Director de Radio Apolo Bolivia y el periódico APOLO XXI.