El comercio exterior boliviano no levanta cabeza. A marzo del 2019 registra un déficit de 423 millones de dólares por la baja del valor exportado en 7%, mientras que la importación subió 4%, una mala combinación ya que lo que debería estar subiendo, baja, y lo que debería estar bajando, sube. La consecuencia es un nuevo saldo comercial negativo -más del doble registrado en igual lapso del 2018- por lo que, de seguir así, habrá un quinto déficit comercial consecutivo que mermará aún más nuestras Reservas Internacionales Netas (RIN).
Pero…¿qué hay detrás de este mal resultado? Respecto a las exportaciones preocupa no solo la baja del valor (-7%) sino también del volumen (-21%), lo que podría implicar que estamos produciendo menos; que producimos igual, pero el precio internacional nos afecta; que la demanda externa esté declinando o, que estamos teniendo problemas de competitividad para seguir exportando.
Del lado de las “ventas tradicionales” vemos no solo una baja del valor de los hidrocarburos (-10%) sino también un bajón del 26% de su volumen (¿menos compras de Brasil y Argentina?), mientras que los minerales han caído un 10% tanto en valor como en volumen. Las “exportaciones no tradicionales” son las que dan la cara en las ventas externas subiendo 16% en volumen y 5% en valor, gracias a un loable esfuerzo productivo (oleaginosas, castaña, joyería, maderas, frejol, etc.).
Del lado de las importaciones, cerca del 70% son bienes de capital, insumos y equipos de transporte -necesarios para producir más bienes y servicios en el país- sin embargo, la compra de combustibles y lubricantes aumentó un 63% en volumen y 80% en valor (su mayor consumo obliga a una mayor importación).
Esta situación comercial deficitaria viene a confirmar algo no deseable: que la extrema dependencia en un 81% de la exportación de recursos extractivos no renovables (hidrocarburos y minerales) nos hace tan vulnerables que, cualquiera sea el motivo, al caer sus ventas y generarse el déficit comercial, presiona hacia la baja el crecimiento del PIB y de las RIN, además que impacta negativamente en la generación de empleo.
Implementar una política de promoción selectiva de exportaciones con capacidad de reacción a corto plazo y sin restricciones (alimentos, manufacturas de madera, textiles, turismo, v.gr.) y una política de sustitución de importaciones allí donde podemos ser competitivos (sector forestal, p.ej.), es la urgente tarea a llevar adelante para que el déficit no se torne estructural…
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 29 de mayo de 2019
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