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La aversión a la comida y los malos hábitos pueden derivar en trastorno alimenticio


Viernes 13 de Mayo de 2022, 3:30pm






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11 de mayo (Buen Vivir).- Si bien la anorexia y bulimia son más frecuentes en los adultos, también se manifiestan en los niños y adolescentes. Es imprescindible buscar ayuda profesional en cuanto se detecte algún tipo de problema con la alimentación.

Los trastornos de la alimentación -anorexia y bulimia- en menores de edad son un problema grave de salud mental y física, de difícil tratamiento. Aunque este tipo de trastornos se dan con más frecuencia en adultos, los niños, sobre todo adolescentes, pueden desarrollar estas patologías con implicaciones en el bienestar general.

En función de la edad del niño y de su comportamiento, se puede encontrar diferentes tipos de desórdenes alimenticios. Así, en cada etapa madurativa del menor serán más o menos comunes.

Según la psicóloga Raiza Andrade Tapia, estos trastornos comienzan con la aversión a los alimentos y la flexibilidad de los padres de darles comida rápida, los malos hábitos, estilo educativo, tipo de alimentación de la familia, entre otros; pero también pueden ser físicos como dolor de garganta, problemas estomacales, dolor en los dientes, por nombrar algunos.

Realmente no existe un único factor que pueda actuar como desencadenante, sino que consiste en la interrelación de varios, incide la psicóloga. Es probable que el trastorno pueda manifestarse en la adolescencia, por los estereotipos del cuerpo, las burlas en el colegio, así como por la mala alimentación en casa.

 “En cualquier caso, dada la gravedad y las consecuencias en la salud, es imprescindible buscar ayuda profesional en cuanto los padres o tutores detecten algún tipo de problema con la alimentación”, relata la psicóloga.

Los comportamientos que los caracterizan, las señales que los ponen de manifiesto, sus consecuencias sobre la salud y la manera de prevenirlos o tratarlos serán, por tanto, muy diferentes en función de cada caso concreto. Por ello, el primer paso ante una señal de alarma será siempre asegurarnos de tener un buen diagnóstico.

Al igual que en los adultos, también pueden manifestar síntomas conductuales como nauseas, vómitos, pérdida o ganancia de peso injustificada, limitación excesiva para comer, elección de un tipo de alimentos, visitas frecuentes del niño al baño, atracones de comida chatarra, dulces, golosinas o embutidos.

No obstante, Andrade advierte que no hay que saber distinguir si el niño tiene anorexia o aversión a la comida, que muchos casos se da por la falta de disciplina y buenos hábitos alimenticios de los padres. Por eso es importante la consulta con un profesional, inicialmente pediatra o médico general, nutricionista y psicólogo.

Para evitar estos problemas que pueden darse en la infancia, la psicóloga hace las siguientes recomendaciones:

Enseñar a los niños la importancia de unos hábitos alimenticios saludables y no hablarle de su cuerpo o peso.

Comer siempre en familia, aprovechando para comentar el transcurso del día y generar un punto de encuentro.

Comer siempre en horarios regulares, facilitando la asimilación de hábitos y rutinas.

Incluir en las comidas todo tipo de alimentos, alternándolos y variando frecuentemente.

Prestar atención a las necesidades emocionales del niño, hablando con él y atendiendo a sus inquietudes.

Reconocer los logros alcanzados por el niño, fortaleciendo su autoestima, y animándole a nuevas metas.

Interesarse por las relaciones sociales del menor, averiguando con quién y cómo se relaciona, y animándole a ello.

Fomentar su actividad física, y participar en ella tanto como sea posible.

Establecer pautas de comunicación sanas y de confianza dentro de la familia.

Atender sus gustos personales y no obligarlos a comer, especialmente si no damos el ejemplo.

 

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