Pachacha, la muñeca de la fertilidad que recibe ayuda de las almas
Noviembre es el mes del encuentro entre la vida y la muerte. En esta fiesta, las mujeres reciben de regalo una pachacha para que en un año llegue el bebé esperado.
Reportaje ganador del fondo concursable convocado por la Asociación de Periodistas de La Paz
Martes 13 de Agosto de 2024, 10:45am
La Paz, 13 de agosto (Reportaje de Gabrielle Juliett Barriga, Urgente.bo).- Se estima que unos 600 niños y niñas viven en las cárceles bolivianas junto a sus madres, y a veces también junto a sus padres. Aproximadamente 100 de esos menores tienen más de seis años, la edad máxima permitida para permanecer en un centro penitenciario, pero muchas mamás no tienen con quién dejar a sus hijos o desconfían de hacerlo con algunos familiares o parientes.
Cuando las madres regresan al centro penitenciario después de haber dado a luz, enfrentan una serie de desafíos que complican tanto su recuperación postnatal como el cuidado de sus bebés. El portal de salud Stanford Medicine Children’s Health recomienda que, durante las primeras semanas posparto, es crucial que una madre se concentre únicamente en alimentar a su bebé y cuidarse a sí misma. Debe intentar dormir cuando el bebé duerme, aunque sean solo algunos minutos varias veces al día, ya que estos descansos pueden acumularse. Además, es importante que salga de la casa unos minutos diariamente y comience a caminar y hacer ejercicios posparto según las recomendaciones médicas.
Sin embargo, para las mujeres privadas de libertad, esto es imposible. La transición del hospital después de dar a luz suele ser abrupta, y los días de reposo necesarios no se cumplen debido a las exigencias de trabajo dentro del penal.
Lucía (este reportaje usa nombres ficticios) expresó: “Das a luz y 24 horas después te traen de vuelta al penal, no tuve un reposo”.
Paula relató: “Aquí dentro no fue fácil cumplir los días de reposo que debía tener porque tenía que trabajar; lo bueno fue que en el hospital me dieron sulfato ferroso, ibuprofeno, paracetamol, todo eso para aliviar el dolor posnatal, pero aquí dentro fue difícil conseguir medicamentos”.
Otra interna, Sara, comentó: “Me dio pena que mi hija venga aquí, ella tampoco tiene la culpa de estar conmigo. ¿Por qué tiene que estar encerrada, siendo tan pequeña? Que este sea su primer ambiente me dolió mucho las primeras noches, pensar en eso”.
La directora de la cárcel San Sebastián Mujeres, Mónica Zambrana, señaló recientemente a Los Tiempos que la vida de las madres privadas de libertad es muy dura, pues la separación de sus hijos al ingresar al penal o cuando cumplen seis años las afecta profundamente a nivel emocional, provocándoles depresión y ansiedad.
Para no mencionar la falta de pañales, toallas húmedas, cremas para los bebés, jabón, champú, entre otros. Cada cosa es una batalla. Las internas que provienen del interior y que no reciben muchas visitas son las más afectadas. Los baños de la cárcel de Mujeres de Obrajes, por ejemplo, ni siquiera tienen papel higiénico y, desde las seis de la tarde, al cerrarse la mitad de ellos, se forman filas de internas esperando su turno, algunas de ellas cargando a sus recién nacidos.
Dentro de un centro penitenciario, la atmósfera para la lactancia materna y el cuidado posnatal está marcada por las adversidades. Las madres amamantan a sus bebés en espacios reducidos, poco privados y, muchas veces, antihigiénicos. Cuando visité la cárcel de Mujeres de Obrajes, en La Paz, los ambientes eran ruidosos y agitados, con ecos de puertas que se abrían y cerraban y voces que rebotaban en los pasillos de concreto.
“Es complicado haber empezado a amamantar aquí adentro; tenemos espacios muy pequeños y, a veces, la chica que está al lado se molesta porque mi bebé llora”, cuenta Sara. Y Susana agrega: “No tenemos privacidad, por ejemplo, todas las noches, a las nueve ya tenemos que estar en los cuartos y a las diez ya tienen que estar apagadas las luces, no se debe hacer bulla, pero los bebés lloran y molestan a las demás. Entonces tenemos que salir al patio, que es frío”.
Subsidio materno
El portal Stanford Medicine Children’s Health establece que el cuerpo de una madre sufre muchos cambios durante el embarazo, así como también durante el nacimiento de su bebé. Necesita restablecerse y recuperarse del embarazo y del alumbramiento. Además del descanso, todas las madres necesitan seguir una dieta saludable para favorecer el restablecimiento y la recuperación.
Este no es el caso en Bolivia. El subsidio materno es limitado, aunque es lo único que tienen estas madres privadas de libertad. Consiste en cuatro paquetes de alimentos entregados a las madres gestantes, cada uno con un valor de 300 bolivianos. El problema es que, en muchas ocasiones, las madres deben pedir permiso para ir a recogerlo o solicitar a un familiar que lo haga.
“Nos dan el subsidio, pero tiene pocas cosas; el que yo recibí no tenía huevo ni pollo”, comenta una interna, sin entender por qué su canasta de subsidios alimenticios llega con menos productos. A otra interna, las responsables del penal solo le entregan el subsidio denominado “rural”, que tiene menos productos que el “urbano”. Las madres con hijos no reciben alimentos especiales para ellos. “Solo nos dan un plato de comida a las internas, y a los niños no, y es complicado porque en el subsidio a veces te tocan productos que no sabes cómo cocinar”, expone Clara.
“Algunas no recibimos muchas visitas, entonces sufrimos con el tema de la comida, porque el subsidio ya no es suficiente cuando tu bebé tiene dos o tres años”, explica Sara.
Así, la dieta de las mujeres en centros penitenciarios es alarmantemente deficiente en frutas, verduras, lácteos, pescado y carne, pues dependen de los ingredientes que se entregan dentro del centro.
Durante el embarazo, la falta de nutrientes esenciales como yodo, hierro, folato, calcio y zinc puede llevar a graves complicaciones como anemia, preeclampsia, bajo peso al nacer, emaciación y retraso del crecimiento en el bebé.
Durante la lactancia, una mala alimentación impide que las madres repongan sus reservas de nutrientes, afectando su salud a largo plazo.
div class="media media-element-container media-default">Baños sin papel higiénico en un penal sin médicos ni medicinas
La Universidad Pontificia Bolivariana recomienda el baño diario y el uso de prendas de vestir cómodas que faciliten la práctica de la lactancia materna. Para la limpieza de los pechos, se debe utilizar agua limpia. ¿Pero se puede encontrar eso en los penales bolivianos? La respuesta es no. Existe una falta total de instalaciones adecuadas y de productos de higiene, lo que pone en riesgo la salud de las madres y sus bebés, quienes necesitan un entorno limpio para una lactancia segura y saludable.
Las condiciones de los baños en el centro penitenciario son alarmantemente precarias, como expone el Informe Defensorial de 2018, “Volcar la mirada a las cárceles”. Un entorno insalubre afecta gravemente a toda la población. Con solo 12 baños disponibles, la situación es crítica, pero se agrava en la tarde: desde las 18:00 horas, solo cinco baños están operativos. Esto no solo provoca largas filas y una profunda incomodidad, sino que también aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades en un ambiente ya sobrecargado.
Los baños están desprovistos de papel higiénico y otros implementos esenciales de aseo, y las toallas sanitarias femeninas deben ser provistas por las propias internas, lo que agrava aún más la situación. Para las madres, estas deficiencias en la higiene son particularmente alarmantes.
La interna Paula (los nombres son ficticios) expresa: “Todo hay que comprar y aquí las cosas son más caras; tampoco es que haya productos especiales para los niños. Nuestros familiares no vienen muy seguido, lo que dificulta conseguir pañales; a veces los de la iglesia nos donan, especialmente en días festivos, cuando traían ropa y leche, pero el apoyo ha disminuido bastante”.
“Yo tengo a mi hijita afuera, pero mi hijito está conmigo aquí; ella estaba trayendo un perfume para mí, pero no dejaron que ingresara. Es difícil conseguir productos de aseo; más fácil es que metan ropa”, agrega.
Susana concuerda y dice que su madre la visita una vez y le lleva algunas cosas para ella y el bebé.
Casi nula atención médica
La presencia de médicos es prácticamente nula en los penales de Bolivia, lo que se evidencia también en los centros de reclusión de mujeres. La enfermería casi no tiene ninguna medicina, y pedir autorizaciones para ser atendidas en el exterior del penal puede demorar hasta meses.
Existe una falta de insumos en los centros penitenciarios ya que las autoridades no prevén adecuadamente situaciones de emergencia, incumpliendo la Constitución Política del Estado (CPE) y normas internacionales como los Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las Américas.
Estas normativas exigen instalaciones y recursos especiales para el tratamiento de mujeres embarazadas y madres recientes, así como el acceso a medicamentos apropiados y gratuitos. Sin embargo, en la realidad, las madres deben comprar sus propios medicamentos debido a la insuficiente provisión de los mismos y la falta de instalaciones adecuadas, lo que obstaculiza su acceso a un tratamiento adecuado y pone en peligro su salud y la de sus recién nacidos.
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