Diciembre 22, 2024 -H-

Mar: La pelea moral de Bolivia contra Chile

Chile apuesta a la “insensibilidad”, a la frialdad de La Haya, pero en todo tribunal hay seres humanos, y, aunque los jurados procuren ser objetivos, les es imposible despojarse de su condición de sentipensantes.


Miércoles 5 de Abril de 2017, 11:45am






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Bolivia ha logrado una inestabilidad emocional impensada en el más flemático de los países de Sudamérica: Chile. Mensajes que en otro momento hubieran pasado por el costado de la mejilla, debido al reflejo de esquivarlos con actitud diplomática, hoy llegan directamente al mentón de la autoridad chilena que, en un imaginario cuadrilátero, se muestra tambaleante, ingenua y hormonal frente a la andanada de golpes (algunos bajos) de un experto en desgaste lento: el presidente Morales.

¿Cómo se le gana un round, una batalla al campeón de la diplomacia? En principio, empoderando a un equipo técnico de primer orden, y por lo tanto descontaminando de política ideológica las relaciones de un país con otro dentro de un litigio cuya marca ha sido, para Bolivia, la del discurso único en torno a la “cuestión de Estado”. Mérito del boxeador Morales, un animal político que supo dividir las aguas en el tema del mar.

A Chile le ha costado entender que, para Bolivia, la cuestión es mucho más compleja de lo que aparenta: la mercantil implicancia negativa de haber perdido el mar. A esta altura debería saber que una salida soberana al Pacífico es necesaria para la economía pero indispensable para el ser nacional, en la medida que repararía una injusticia tatuada en el corazón, aún más, en la historia familiar, social, de cada boliviano. Como escribí hace tiempo: lo peor de no tener mar es la memoria del mar, el recuerdo de no saber exactamente qué es porque varias generaciones no lo tuvieron nunca. Vivir así.

En este duelo boxístico, contra todo pronóstico, la incontinencia verbal de Morales desnudó la guardia baja del rival. El político chileno no supo contar hasta diez (desconociendo inexplicablemente la lógica populista de atacar, casi nunca con sentido lógico, al oponente de turno) y encima sobró la pelea, que, por lo descrito en el párrafo anterior, es de sentipensamientos (eso que Pierre Bordieu percibía como “la comprensión del corazón y de la inteligencia”).

En esta pelea, Bolivia lleva varios puntos de ventaja: por un lado tiene a un Morales, peso pesado de la palabra que molesta como gancho al hígado, y por el otro a un Mesa y un Rodríguez Veltzé, conocidos por su sagacidad para lo táctico, lo racional. De su parte Chile, deteniendo autoritariamente en la frontera y luego cometiendo arbitrariedades contra periodistas y un ministro, solo demostró que le falta ringside, experiencia bimodal (sentipensante) para ensuciar la cancha con emociones y después limpiarla con un buen par de barredores.

Da la sensación de que, en el actual contexto de relaciones no oficiales, del golpe por golpe a través de Twitter, el pugilato virtual incomodó hasta poner contra las cuerdas a los fríos e impertérritos colosos de la vieja escuela de negociadores internacionales. O que los gladiadores del vecino país no están dando la talla, con todo lo que eso significa para una nación comprobadamente fecunda en diplomacia exterior.

Ahora bien, ¿qué tan importante es este minuto de gloria para los bolivianos? Muy importante, considerando que la autoestima del chileno siempre ha sido superior a la del boliviano promedio y que en esta pelea cuenta, además del cálculo racional, el componente emocional. Chile apuesta a la “insensibilidad”, a la frialdad de La Haya, pero en todo tribunal hay seres humanos, y, aunque los jurados procuren ser objetivos, les es imposible despojarse de su condición de sentipensantes.

Prepárense, que no duérmanse en los laureles, para un desenlace jurídico conforme a las necesidades humanas de los bolivianos y a los fastidiados alegatos —últimamente arrebatos— de los irreconocibles chilenos. Eso mismo, en lo deportivo con reminiscencias bíblicas, no sería nada del otro mundo: ejemplos de débiles venciendo a fuertes abundan en la historia del boxeo.

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