El escenario electoral está acelerado, en parte porque la disputa pedestre y ramplona de la interna del MAS ha reubicado la atención de sus referentes sobre una batalla política que la entienden como vital para sus pretensiones futuras, pero también porque el mal momento económico del país hace que todos los opositores convencionales intenten ser los portadores de las soluciones mágicas y el recetario secreto para recomponer la economía. Allí, sin abochornarse por lo dicho, simplifican la realidad nacional, ignoran despectivamente la complejidad socio estatal del proceso boliviano y pronuncian breves ideas a problemas estructurales. Este es el tiempo del facilismo económico.
Algunas muestras.
Javier Milei, cuando en agosto del año 23 ganó las elecciones primarias, concentró la atención internacional en su figura y sus palabras. Hacía aseveraciones grandilocuentes y, sin duda, sugestivas. Se autoproclamó como “anarcocapitalista”, pues se citaba como el mayor enemigo del Estado, estructura que solo debe tener a su cargo la seguridad y la justicia, según su pensamiento. Allí fue cuando se reputó de “minimarquista”, que a decir de Roberto Gargarella, “se trata de una filosofía política, en su superficie, sólida y bien articulada que, en la sustancia, se advierte inconsistente y por completo fallida” En esa lógica de dinamitarlo todo y empezar de nuevo, prometió terminar “con esa aberración de la justicia social, porque se traduce en un fuerte déficit fiscal”, “cerrar el Banco Central para no emitir moneda y terminar con la inflación” y posteriormente “dolarizar la economía”.
En el otro lado del mundo, Keir Starmer, premier inglés ha cumplido 100 días en el gobierno, y como ya se dice, hizo mucho en sus primeros cien días, y lo hizo todo mal. Suba de impuestos, liberación de presos para descomprimir el sistema penitenciario, quita de subsidios energéticos que son ayudas a jubilados, todo a contramano de lo propuesto durante su campaña. Un déficit de 22.000 millones de libras en las finanzas públicas fue abordado con suba de impuestos. Presentado como incorruptible, en estos 100 días ya pasó por los bullicios de lo mal visto, los regalos aceptados y devueltos a disgusto señalan unos escándalos que han deteriorado aceleradamente su aprobación. En el tiempo electoral Starmer prometió dejar atrás los años de inestabilidad e impulsar la estancada economía británica y restaurar los servicios públicos.
Hace un año, en octubre del 23, el FMI y el Banco Mundial se reunieron en Marruecos. Antes de dicho encuentro la agencia Oxfam expresaba su preocupación a través de un comunicado crítico por “volver a África por primera vez en décadas con el mismo mensaje fracasado de siempre: recorten su gasto, despidan a las y los trabajadores de los servicios públicos y paguen sus deudas a pesar de los enormes costes humanos”. Para tranquilizar las preocupaciones el FMI habló de crear “pisos de gasto social”. Oxfam analizó 27 programas de préstamos del FMI y pudo advertir que “estos pisos son una cortina de humo para más austeridad: por cada dólar que el FMI animó a los gobiernos a gastar en servicios públicos, les ha dicho que recorten seis veces más a través de medidas de austeridad”.
Pakistán, país en crisis macroeconómica, accedió a un acuerdo stand-by -con el FMI- de 3.000 millones de dólares, se afirmaba que con él se crearía “el espacio para el gasto social y de desarrollo para ayudar al pueblo de Pakistán”, sin embargo el condicionante es el mismo recetario de antaño, exigencias de “una mayor disciplina fiscal, un tipo de cambio determinado por el mercado para absorber las presiones externas y nuevos avances en las reformas relacionadas con el sector energético, la resiliencia climática y el clima empresarial”.
La política de ajuste en la Argentina ya revela consecuencias de carne y hueso. Sobre una población de 46 millones de personas 24,3 millones son pobres, y de ellas 8,3 millones no alcanzan a reunir el dinero suficiente para adquirir la comida mínima de subsistencia. La construcción, el comercio y la industria van en recesión. Las expectativas ya muestran un empate entre quienes piensan que les irá mejor y peor en el próximo año. Hoy las encuestas señalan que, ante la pregunta de quién es el responsable de que haya poco trabajo en la Argentina, el nombre más repetido es Milei.
Nada distinto ocurre en la vida política de Keir Starmer, su popularidad se ha desplomado en los prometidos 100 días de cambio. La última encuesta de YouGov exhibe cifras preocupantes para un mandatario que recién emprende su gestión, el 63% de la población tiene una opinión desfavorable y el 60% están insatisfecho con su accionar al frente del gobierno. Su gobierno está calificado como el de peor inicio en décadas.
Hoy Kenia recibe ayuda financiera del FMI, pero ese soporte financiero conlleva condiciones tan extremas que dejan claramente respaldada la sensación de siempre, las obligaciones que genera la deuda interesan más que las mismas necesidades de la población keniana. En África, donde 21 países reciben ayuda del FMI, los montos de pago del servicio de la deuda exceden las cantidades que estos países asignan presupuestariamente en salud, educación y servicios sociales.
En una Bolivia en crisis múltiple, los presidenciales compiten en tiempo y apresurados por el podio de ser el que antes expuso soluciones y respuestas. Hablan de Milei, de los 100 días y del Fondo Monetario Internacional. Miran la cuestión económica como único eje de criticidad, desestiman la complejidad del proceso sociopolítico, de los años de gobierno popular y reducen todo a ser sustitutivos del MAS y su modelo económico.
Es bajo esa lógica y ese actuar que viene el facilismo económico. Nos predican de acudir al FMI, gestionar 7.000 millones de dólares de préstamo. Afirman que en 100 días acabarán con la falta de dólares y ya que en 30 días se redujo el déficit fiscal en la Argentina acá también eso será posible. Nos prometen que “Bolivia será rica como aquellos países que tienen exceso, como Dubái y Qatar (aunque Dubái no sea un país y no se entienda la palabra exceso) y que los bolivianos seremos también ricos”.
Ya vamos oyendo el parloteo diario del facilismo económico, de las promesas de soluciones mágicas, del ofertismo electoral y el inmediatismo. Va con ellos la desconsideración, el imaginar que la memoria no cumplió su cometido, que aún podemos aceptar que aquello que dicen que nos favorecerá, no es lo que un día nos dejó profundamente devastados.
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