La Semana Santa convoca a un recogimiento espiritual en el mundo cristiano, a recordar la vida en santidad, la dolorosa pasión, la cruenta muerte en la cruz y la gloriosa resurrección de Cristo Jesús.
Muchas veces me pregunté el porqué de tan terrible suceso, no llegando a entender la razón por la que el mismísimo Hijo de Dios tuvo que ser sacrificado de semejante manera. Devanándome los sesos, queriendo llegar a la verdad a través de la lógica, me resultaba infructuoso comprender el significado de la cruz.
Solo cuando el Espíritu Santo tocó mi vida en 1997 -cuando hastiado de hacer las cosas a mi manera, lo que literalmente me llevó al borde de la muerte por aquel entonces- llegué a la espantosa conclusión de que…¡yo crucifiqué a Jesús!
Por mi pecado de ignorancia primero -cuando no había llegado a conocer la verdad- y luego por mi negligencia -cuando sabiendo la Palabra de Dios, no la obedecía- Jesús fue injustamente juzgado, cruelmente torturado, atrozmente desfigurado, clavado en un madero, avergonzado al ser colgado desnudo, agonizante hasta morir en la cruz como un maldito…¡para que yo fuera salvo!
El querer agradar al hombre, el torcer las Escrituras para acomodarlas a mi pensamiento, me había enemistado con Dios: yo creía que lo estaba haciendo bien, pero no, Él estaba airado conmigo. Sin embargo, Dios conocía mi corazón desde antes de la fundación del mundo y sabiendo que le amaría con todas mis fuerzas, había preparado el perfecto sacrificio para mi redención y salvación.
Entendí que de tal manera me amó Dios desde la eternidad, que habiéndose fijado en mí, dio a su único Hijo para que -convencido yo por su Santo Espíritu, de pecado, de justicia y de juicio- llegara a reconocer mi condición de pecador, me arrepintiera de mi maldad y me entregara a Jesús aceptándolo como mi Salvador, primero, y como mi Señor, después, para seguir sus pasos, queriendo agradarle en todo, apegándome lo más posible a su voluntad así me tildaran de “legalista” ¡como si Jesús hubiera venido a abolir la Ley! (Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”).
“¿Quieres ver el amor de Dios? ¡Mira la cruz! ¿Quieres ver la ira de Dios? ¡Mira la cruz!”, dijo una vez el Pr. John Piper. Miré la cruz y vi a Jesús, crucificado por mí. Miré de nuevo la cruz y no estaba, había resucitado por mí…
En esta Semana Santa me declaro culpable de la muerte de Jesús, pero también agradecido por el gran amor con que me amó. Rendirle mi vida es lo menos que puedo hacer porque…¡yo crucifiqué a Jesús!
(*) Pastor de Jesucristo por la voluntad de Dios
Santa Cruz, 17 de abril de 2019