En la pugna entre Evo Morales y Luis Arce por el predominio en el MAS y la postulación presidencial en las próximas elecciones, parece ir ganado el segundo, en desmedro de quien se sintió siempre el primero.
Este resultado era de prever desde el inicio. En las competencias políticas en países como Bolivia, gana siempre el caballo del corregidor. El pulseo entre ambas personas parece ingresar a nuevas formas: El reciente epilogo de la reciente marcha de Evo Morales y sus huestes marca ese punto de inflexión.
Una antigua fabula griega relata el pavor de quienes escuchan los alaridos de los montes que están a punto de dar a luz, y que terminan por parir solo un insignificante ratón. Los aspavientos de Evo Morales cuando convocó a la “Marcha para salvar Bolivia” generaron no poco temor en muchos bolivianos. Y es que eso de “salvar a Bolivia” significaba abatir al actual presidente Luis Arce y re encumbrar al ex presidente Evo Morales. Con todo, la expectativa fue menos aguda entre los bolivianos que entre los “amigos” extranjeros. Y es que, en Bolivia, todos hemos sido vacunados –así sea involuntariamente– contra los mitos posmodernos sobre lo indígena y su cacique. No sucede lo mismo en el extranjero. En Occidente, donde se originó esa quimera, ello hace parte intrínseca de sus fantasías sobre lo ajeno y entre los “progres” de los países vecinos, es condimento insustituible de su ensalada política.
Esa marcha no la encabezó literalmente Evo Morales, pues la seguía en un vehículo lujoso, que resultó propiedad de una veinteañera, hija se de una convicta por narcotráfico. Tampoco el líder se fundió al inicio con el vulgo marchista: estos pobres y harapientos, aquel calzado con deportivos de lujo, portando lentes oscuros y sombrero imitación de hacendado texano. En un momento dado, Evo anunció que abandonaba la marcha. Tuvo que reintegrarse, asumir esta vez la cabeza de la marcha, ante la amenaza de desbandada de sus seguidores.
Llegados a El Alto y La Paz no hubo la represión policial que Evo anunciaba y esperaba. La población la ojeó con indiferencia. Salvo algunas escaramuzas, todo concluyó en una concentración en los márgenes urbanos de esta ciudad en la que Evo anunció que ya había cumplido con sus fieles y que regresaba a cuidar sus animalitos en su chaco del Chapare.
Indudablemente, Luis Arce sale victorioso, quizás a pesar de él mismo. ¿Qué consecuencias tendrá este episodio en su futuro político?
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