El gran Manuel Vásquez Montalván, escritor español e hincha número uno del Club Barcelona, en uno de sus tantos escritos, nos legó un principio lapidario: Hay pueblos que nacen para crear futbolistas y otros para comprarlos.
Este barcelonés, creador del emblemático personaje literario de novela negra, el detective Pepe Carvalho , además estaba convencido de que una persona en la vida puede cambiarse de casa, de nacionalidad, de identidad y hasta, incluso, de sexo, pero jamás dejará de ser hincha de un club de fútbol.
El fanatismo de Vásquez Montalbán llegó a un extremo tal que la muerte lo pilló subido en un avión de ida a ver un partido del Barca, el club de sus amores. Sus aportes literarios y periodísticos son abrumadores y su lucidez para destacar y posicionar una narrativa culé, con un fuerte tono contestatario, en su momento frente al régimen franquista, y luego como postura social y política propio de un ciudadano barcelonés, construyó un lema para la hinchada que la hizo propia, literalmente, a fuego y sangre: El Barca es más que un club.
Esta afición extrema de Vásquez Montalván tiene sus cimientos, además, con el encuentro dominical con otros intelectuales de la época y que juntos compartían no sólo los mismos colores del Barcelona, sino, además, una postura intelectual sobre el significado de ser catalán frente al estado español. En más de una ocasión estos sociólogos, historiadores, escritores y novelistas se juntaban en el Cam Nou para disfrutar de una tarde de fútbol: Josep Fontana, Jorge Herralde, Jordi Borja, Jordi Solé Tura, Josep Termes y Borja de Riquer, entre muchos, gritaban desaforados un gol, o se ahogaban en sesudas críticas tratando de desmenuzar el porqué de la derrota.
No debemos olvidar que el fútbol y la política, casi siempre, anduvieron de la mano. Ser hincha The Strongest, significaba ser liberal y masón. Bolivar, es considerado el equipo del pueblo. Oriente Petrolero, fundado por trabajadores de YPFB, con una marcada visión de defensa de los recursos naturales del oriente boliviano.
Otro escritor, esta vez uruguayo, aseguraba en su famoso libro “Futbol a sol y sombra” que, como todos los uruguayos él había nacido gritando gol. De hecho, para Galeano, en las maternidades de su país todos los bebés se asoman al mundo, de entre las piernas de sus madres, gritando un sonoro gol.
Pero qué pasa en estos tiempos de juegos virtuales, donde los millenials arman sus equipos con distintos jugadores, sin importar el club al que pertenecen. O cuando la empresa ISE (parte del Dallah Al Baraka, uno de los dos mayores grupos económicos de Medio Oriente), se compra todos los derechos de los partidos amistosos de la selección de Brasil, con la increíble e inconcebible cláusula de que el jeque – dueño y señor – tiene la potestad de vetar jugadores de la canarinha. ¡Un videojuego pero con futbolistas reales!
A esta anomalía se la conoce como postfútbol. Y uno de sus primeros proyectos fue precisamente la superliga, liderada por el presidente del Real Madrid que en menos de 48 horas se desinfló. El gran problema es que el postfútbol comienza a ser mucho más entretenido, masivo y excitante que el fútbol clásico.
Que la jugada más recordada de Cristiano Ronaldo, por ejemplo, en la última Eurocopa, no haya sido un gol sino los miles de millones de euros que le ocasionó a una compañía de gaseosas, al optar por una botella con agua. Esa acción es postfútbol en estado salvajemente y puro.
Que el mundial 2022 se llevé a cabo en Katar, en una fecha inusual (diciembre), confirma que hemos ingresado de lleno en el fútbol comercial, sin vínculos. Sin clubes. Sin territorio, sin un colectivo, sin un sentimiento por unos colores, parecería que el fútbol, tal y como lo conocíamos, ha muerto.
Si no me cree, le invito que lea a los periodistas colombianos Christian Solano y Óscar Donato quienes publicaron el libro "El Negocio del fútbol: del juego artesanal al espectáculo industrial", donde aseguran que el postfútbol es mucho más que un negocio: es una nueva cultura, es el nuevo fútbol.
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