Diciembre 16, 2024 -H-

¿Quiénes disputan en las universidades públicas?


Sábado 16 de Julio de 2016, 5:00pm






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Universitarios de la Gabriel René Moreno (Foto:El Deber)

La Paz, 16 de julio (Erick Rojas, urgentebo).- Los enfrentamientos estudiantiles en la Universidad Gabriel René Moreno confirmaron profunda crisis que vive la universidad boliviana, antes lo hicieron los estudiantes en Cochabamba y en Tarija.

Ahora, ésta se expresa en Gabriel René Moreno, donde algunos grupos de docentes que vienen turnándose en el ejercicio del poder de esa superior casa de estudios pretendieron revalidar su vigencia mediante métodos antidemocráticos. Los candidatos Saúl Rosas, Alfredo Jaldín, Miguel Cadima y Waldo López, organizaron frentes docente-estudiantiles cuyo común denominador fue la exaltación de sus figuras ante una clara ausencia de propuestas políticas, académicas y administrativas.

Las denuncias contra los candidatos –ampliamente difundidas-, en principio apuntaron al millonario despliegue de campañas electorales, promesas de toda índole y reparto de prebendas, reuniones proselitistas abundantes en comida y alcohol;  prácticas ya conocidas que se repiten en las últimas décadas en todas las universidades del sistema nacional.

¿Crisis general o aislada?

No son casuales los brotes de rebelión estudiantil que se manifiestan en el país. El pasado año, un conflicto de proporciones nunca vistas en la Universidad Mayor de San Simón, enfrentó a estudiantes con sus autoridades cuando éstas quisieron titularizar -con fines electorales- a docentes interinos. Los universitarios de Juan Misael Saracho hicieron lo propio en las elecciones del pasado año, repudiando a un grupo de docentes que pretendió reciclar con maniobras al ex secretario ejecutivo del CEUB para encumbrarlo en el rectorado.

Parte del problema radica la presencia de sectores conservadores, en grupos docentes que hacen de su cargo un importante medio de vida, apuestan al ejercicio de un poder universitario que les permite disponer de los cargos docentes, de los recursos financieros y definir las políticas institucionales, por esto, quienes ejercen el máximo cargo de la universidad, de facultad o de carrera, conforman y financian la acción de grupos de docentes “fieles o leales” que les permiten acceder a los más altos cargos, o “negociar” para sus parciales el control de áreas de la administración universitaria, o al menos, la inamovilidad en los cargos docentes.

Como sucede con todas las organizaciones e instituciones del país, la democracia universitaria también ha sido desfigurada. El cogobierno docente-estudiantil es una ficción, vacía y sin atributos. La autonomía universitaria fue entregada ciega y muda al gobierno de turno, hoy se encuentra de espaldas a las demandas sociales. La universidad no interpela la injusticia social, tampoco las políticas oficiales, convive con ellas. De esta manera, sus portavoces (autoridades) solo alcanzan a expresar tímidamente “su solidaridad” con los oprimidos como lo hacen curas y monjas; mediadores en los conflictos que agobian al país, no se sienten parte de ellos.

Estas nocivas prácticas han conducido a la conformación de grupos de estudiantes que fungen como “representantes del cogobierno” únicamente para apuntalar la voluntad de la autoridad, motivados por intereses personales antes que por las reivindicaciones estudiantiles, sus organizaciones fueron cooptadas por las autoridades.

En las elecciones para rectores, decanos, o directores de carrera se pone en marcha máquinas electorales bien aceitadas, con ofertas vacuas para los estudiantes, ya sean becas para el comedor, guarderías, entre otras minucias, etc. Olvidaron o dejaron de tener sentido sus propias reivindicaciones que hacen al mejoramiento académico, la autonomía y el cogobierno, la cátedra libre, la asamblea como medio de consulta y tomas de decisiones.

Por el contrario, grupos de docentes organizan en torno suyo a estudiantes fanáticos de los distintivos, de la propaganda bulliciosa, de las fiestas y reuniones de diversión, pero también los  grupos de choque, cuyos líderes y caudillos luego se beneficiarán de “espacios” administrativos o, simplemente, disfrutarán de la falsa sensación de ejercer un “poder” junto a las autoridades, de sus reuniones, de sus viajes y cobro de viáticos. Estos grupos de estudiantes seleccionados por camarillas docentes no ejercen el cogobierno, no cuestionan la administración académica, ni el manejo de los recursos financieros, desprecian el debate y son reacios a la interpelación de sus bases.

Hay pues, un claro divorcio entre la comunidad universitaria y estos grupos de docentes y estudiantes organizados para controlar el “Honorable Poder Universitario”. Por esta razón, en el país vienen estallando los conflictos, entre la comunidad docente estudiantil y quienes la atropellan torpemente para mantener su vigencia, violentan todas las formas democráticas para mantener bajo su control las universidades.

Conflicto interpelador

El detonante para el estallido de la violencia en la Universidad Gabriel René Moreno fue la conducta cínica y manipuladora del Comité Electoral, elegido para acomodar los resultados, para cumplir su tarea según planes acordados con antelación. Esto colmó el vaso, enfureció a los estudiantes, cansados de la campaña demagógica, a su vez el candidato “víctima” de las maniobras del comité electoral  concentró la solidaridad de la masa estudiantil, generando una movilización de protesta en las calles y concluye con la toma de los predios de Gabriel René Moreno. En el otro bando, los estudiantes alineados con el “viejo poder docente” salieron en su defensa, arguyeron sobre la presencia de “grupos ajenos a la universidad y cruceñidad”, de  grupos de extrema izquierda, grupos pertenecientes a URUS, “traídos desde Cochabamba”, los acusaron de invadir los predios de la UAGRM, demandando la anulación de las elecciones.

El enfrentamiento fue sangriento, las emociones violentas se enseñorearon del campo universitario, las camarillas empalidecieron, envilecidas por el poder buscaron protección en la Policía Militar, clamaron por mediadores. Los policías uniformados y los guardias de seguridad, contratados para velar su tranquilidad, dejaron de intimidar a los insurgentes con los resultados ya conocidos.

El conflicto protagonizado por el sector estudiantil sacudió los cimientos de la UAGRM, incorporó a la acción incluso a los más indiferentes, interpeló a las camarillas de docentes que actuaban arbitrariamente; su importancia radica en haber desnudado la naturaleza de la crisis universitaria como una prolongación de la profunda crisis que vive el país.

Podemos concluir, sin temor a equivocarnos que la universidad boliviana controlada políticamente por sectores reformistas y reaccionarios, se encuentra abocada a la defensa de mezquinos intereses, arrinconada y sin democracia, hoy es incapaz de cumplir sus fines y objetivos, es incompetente para renovarse, inepta para responder la demanda y movilización social que clama por salvarse de la miseria y la explotación capitalista.

Sin embargo, como toda crisis, ésta lleva en su vientre el germen que la salvará, empieza a desatar la rebeldía estudiantil que, en lo sucesivo, dependerá de su vigor y adecuada dirección política. Este es un primer paso. ¿Qué universidad sigue? 

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