No es un tema fácil de abordar, pero hay que hacerlo para prevenir los incendios forestales que lamentamos por varias semanas con graves consecuencias para la región.
Digo que no es fácil, por las pasiones que despierta el ver arder miles y miles de hectáreas de bosque, perder biodiversidad y observar desgarradoras imágenes de animalitos quemados; pero, difícil también, porque la ideologización y la politización del tema, en vez de contribuir a su solución, más bien perjudican.
No es la primera vez que pasa y no solo acá. Si bien los incendios se atribuyen al chaqueo no olvidemos que la extrema sequía y el calor pueden provocar combustión espontánea de la paja, algodón, aceites, etc.
Y, que una botella de vidrio puede hacer de lupa y producir fuego con la luz del sol. ¿Cuántas veces vimos incendios en derredor del Aeropuerto Viru Viru llegando hasta la pista de aterrizaje sin saber si fue producto de un chaqueo, un cigarro o autocombustión? Gracias a Dios, al poco tiempo todo reverdeció…
No hay que ignorar tampoco que los incendios forestales no son exclusivos de los países pobres o en vías de desarrollo; colosales incendios con miles de muertos y heridos se han dado en EEUU, Australia, Canadá, Suecia, Rusia, Chile, etc. -no es un consuelo- pero hace a una lectura desapasionada del tema.
Coincido en que “los chaqueos contraproducentes, los descuidos de los que queman basura y los pirómanos que prenden fuego de manera malintencionada concurren en la época de sequía y de fuertes vientos para que cada año le asestemos nuevos golpes a la naturaleza”, como escribió mi buen amigo, Ing. Juan Carlos Rivero Jordán; que “las medidas preventivas -si alguna vez se han aplicado- no han sido suficientes”; que hay que tomar conciencia sobre las graves consecuencias; y, la necesidad de aplicar medidas disuasivas/punitivas contra los autores de tales prácticas (“Cara a Cara”, EL DEBER, 20.8.2019).
Conversando con un experimentado Ingeniero Agrónomo sobre el tema, me explicó que cualquier “acullicador” (masticador de hoja de coca), un borracho o un pasajero puede lanzar un fósforo o un cigarrillo encendido y provocar un incendio; dijo que si el fuego hubiera iniciado en un chaqueo, sería en una pequeña parcela, por el desconocimiento y la falta de mecanización, y que solo cuando el pequeño agricultor trabaje con tractor no se va a ver incendios, pues la agricultura moderna lo que hace más bien es evitar la quema del rastrojo que protege la compactación del suelo y sirve como abono.
En el plano de las soluciones, el experto recomendó que las Gobernaciones, Municipios y el Gobierno Nacional destinen recursos para montar una estructura de prevención de incendios, siendo que éstos se dan cada año.
En cuanto al mentado D.S. 26075, cabe señalar que data del 16 de febrero de 2001 (sí, de hace 18 años) en el que Santa Cruz figura en su Art. 5, por tanto, lo de las quemas controladas no es un tema nuevo. Por su parte, el D.S. 3973 del 9 de julio de 2019 amplía el alcance del Art. 5 del D.S. 26075 al Beni, por el que “…se autoriza el desmonte para actividades agropecuarias en tierras privadas y comunitarias, que se enmarque en el Manejo Integral y Sustentable de Bosques y Tierra, conforme a los instrumentos de gestión específicos aprobados por la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra – ABT, y sus Planes de Uso de Suelo vigentes. En ambos departamentos se permite las quemas controladas de acuerdo a reglamentación vigente, en las áreas clasificadas por el PLUS que así lo permita”.
Ahora, si no se demuestra que hay incendios en el Beni por esa causa, afirmarlo sería un mero oportunismo para impedir la agricultura moderna, sin una alternativa realista para luchar contra la pobreza en el país.
Hablé también con el productor agropecuario y Vicepresidente de FEGASACRUZ, Alejandro Díaz, quien me explicó que el control de barbecho (malezas) con quemas controladas (por productores pequeños) no se debe realizar en época de extrema sequía (en otros países solo dan permiso cuando hay humedad); lamentó la ausencia de un sistema de prevención y combate de incendios con brigadas permanentes que estén ubicadas en zonas neurálgicas para actuar 24/7 y sofocar el fuego cuando aún es pequeño para evitar su descontrol, algo que se podría lograr con un acuerdo público-privado.
Deslindando la responsabilidad de los productores agropecuarios que invierten grandes sumas en insumos para desarrollar la actividad ganadera y agricultura con sistemas de conservación de suelos, develó que los incendios se dan mayormente en áreas desatendidas, que no cuentan sino con una precaria red de guardaparques, además que adolecen de sistemas de alerta temprana anti-incendios. “El fuego en la zona de Roboré está hace más de un mes. Lo mejor que podemos hacer como sociedad, es buscar soluciones integrales y no acudir al recurso fácil de buscar culpables o chivos expiatorios”, concluyó.
Por tanto, satanizar las posibilidades de expansión de la actividad agrícola social y ambientalmente responsable en Santa Cruz y el Beni, con la técnica de siembra directa -sin chaqueo- podría hacer que mañana -cuando la naturaleza se haya recuperado y los animales la disfruten a plenitud- muchos bolivianos estén otra vez golpeados por la pobreza. O ¿qué otra actividad podría llenar a corto plazo el vacío que empieza a dejar ya el sector de hidrocarburos en la economía?
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