El Alto, 14 de octubre (Urgente.bo).- “Esa señora. Tiene que retirarse de la clase”, le gritaban. La confundían con una madre de familia. Sus propios colegas, por desconocimiento o ironía, no creían que Adelaida Maydana fuese docente, ni mucho menos que enseñe inglés.
Vestida con una manta azul, una pollera de color plomo (colores del uniforme del colegio), pronunciando palabras y frases en inglés para el aprendizaje de sus alumnos de secundaria, así la encontramos a la profesora Adelaida en una de las aulas de un colegio particular instalado en la Ceja de El Alto.
“No se dejen guiar por la vestimenta, esto fue lo que a mí que me impulsó para aprender un idioma extranjero, para mostrar que la vestimenta no es un impedimento, para poder prepararnos académicamente y superarnos día a día”, exhorta.
Estudiar inglés no fue fácil para Adelaida. Le costó pronunciar las palabras. Sus maestros le decían que no iba a poder y ese fue otro aliciente para aprender el idioma inglés.
“No podía pronunciar. Mi docente me dijo: no vas a poder hablar inglés, no te entra el inglés y eso fue lo que me impulsó a seguir. Me fui a otra institución y estudié las 24 horas y los siete días de la semana. Hay que cambiar a las persona con los hechos”, dijo.
Ahora, la maestra de 32 años de edad lleva más de 10 años enseñando inglés en un colegio particular por la mañana y por la tarde en un colegio fiscal, ubicado en Río Seco, donde todavía hay alumnos nuevos y padres de familia que se sorprenden al verla.
“Siempre recibí halagos de ellos, pero es diferente tener una mujer de pollera que enseñe inglés”, dijo a El Compadre sin ocultar una sonrisa.
El 2008, cuando fue elegida Cholita Alteña presentó un proyecto para revalorizar y sacar el estigma de que la mujer altiplánica no tiene educación.
Muchos de los estudiantes y padres de familia confían en ella por ser una maestra de pollera. Los estudiantes la ven como una ‘cómplice’. Y el hecho de vestir a la usanza tradicional hizo que se identifiquen con ella, los alumnos se acercan para contarles sus problemas y le dicen tía o mami.
Ella ha sabido además aprovechar el vínculo que provoca su vestimenta con las madres de familia, quienes muestran más confianza y se olvidan del formalismo para hablar en aimara. De esa manera se gana la confianza.
Su reto no solo es enseñar a los alumnos, sino también trabajar con los papás para que se involucren en las actividades de sus hijos. En ambos colegios encontró algo en común que los padres de familia no le dedican tiempo a sus hijos y que los estudiantes se sienten abandonados.
Los papás están enfocados en su negocio y tratan de reemplazar ese tiempo que deberían darle a sus hijos con el respaldo económico. Hay papás que salen muy temprano de sus casas y solo ven a sus hijos por horas. “Estamos ahí para hacer esa triangulación entre padres de familia y alumnos”, dijo.
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