Abril 25, 2024 [G]:

Bolivia, entre el retorno colonial y la propuesta popular

Ha ocurrido una irrupción del poder de clase, que se rebelan frente al poder popular, frente a los derechos de todos sin privilegios, tan añorados por ellos: es la venganza de clase por tantos años de haber vivido la igualación social que hemos vivido.


Domingo 15 de Diciembre de 2019, 3:45pm






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Uno de los ejes centrales propuestos por el Proceso de Cambio a partir del 2005, fue el de la descolonización, asumiendo que la matriz de dominación de clase en Bolivia, siempre estuvo ligado al factor racial en la estructura de dominación.

Siempre la confrontación clasista a lo largo de la colonia y después en la república, estuvo permeada por la explicación discriminadora del poder como un privilegio que “dios y el esfuerzo habría dotado a los sectores blancos y de apellido para que dominaran a quienes habían sido predestinados solo a trabajar con las manos y obedecer a los ilustrados”.

Por tanto el racismo no se fundó con tan sólo algún gobierno, sino que fue el sustento del poder de las minorías en Bolivia a lo largo de nuestra historia. Con esa perspectiva los sectores dominantes, “explicaron” al atraso boliviano, mientras lo saqueaban, es decir que tanto “indio” impedía el desarrollo, pues no existía el “empuje y la templanza de los europeos o norteamericanos”, por eso las políticas migratorias de los gobiernos oligárquicos no sólo buscaban ocupar territorialidad sino también espacios de poder nacional ligados a esta suerte de racismo, buscando “emprendedores que conducirían a los originarios en la ruta del desarrollo”, pensamientos no sólo expresados por presidentes y oligarcas pre 52, sino por el propio Banzer en los 70, y varios presidentes del Comité Cívico Cruceño, incluido Camacho, presidente cívico actual; refiriéndose a la migración colla.

Por eso, una primera constatación histórica es que, estos sectores oligárquicos que gobernaron el país como herencia colonial, jamás intentaron construir Patria para todos, en la que precisamente la bolivianidad fuera un derecho fundamental e incluyente. Más bien se convirtió en razón de discriminación, pues históricamente estos sectores de poder asumieron que los intereses del país terminaban donde terminaban sus propias haciendas o su patrimonio familiar, es decir el ideal de construcción de nación siempre fue una ausencia fundamental para intentar crear un proyecto país.

El 52, fue el mayor esfuerzo que realizaron, montados sobre la lucha popular, que aspiraba a construir una Patria para todos, y sin embargo se quedó en el camino de las frustraciones  por cuanto se impusieron nuevamente las lógicas raciales antes que la inclusión patriótica.

El neoliberalismo fue otro intento inclusivo a partir del mercado, y rematando los recursos de todos y a nombre de todos para entregarlo a las transnacionales, no sólo era un proyecto económico, sino que detrás también se expresaba el complejo de inferioridad asumido de los sectores dominantes que sólo podían ver el convertirse en sirvientes de las transnacionales a emprender un proyecto soberano que no vislumbraban como proyecto de clase.

Entonces, en este apretado recorrido histórico podemos ver que las luchas sociales en Bolivia, siempre tuvieron además de un contenido de clase, también una reivindicación de la identidad  frente a la discriminación histórica y racial de quienes gobernaron el país. Por eso esta reivindicación estructural es la que permitió que un “indio” sea escogido como presidente de todos los bolivianos, a partir de la mayoría.

Las minorías no habían sido capaces de construir un país para todos, las mayorías votaron por uno de ellos para construir un país diferente, y durante 13 años se construyeron puentes de interculturalidad e inclusión que hicieron de esta sociedad racializada un espacio de construcción de  Democracia Intercultural. No sólo se asumió a la mayoría como votante sino como actor político, el Estado se permeabilizó a la representación IOC y a la equidad de género, que también fue otro de los factores de exclusión de las oligarquías. Si bien no se  expropió ni excluyó a las minorías, e incluso muchos de ellos tuvieron mejores condiciones económicas y de representación democrática; se priorizó el acceso de las mayorías a mejores condiciones de vida y a una mayor y proporcional representación política en todos los espacios estatales.

En definitiva, estamos hablando de que el camino para enfrentar el racismo y la discriminación ancestrales, pasaba por generar iguales oportunidades a la mayoría, en el mercado pero también en ser parte de la construcción del país, entonces estamos hablando de una mejor Democracia, que no es sólo el voto, o las libertades y derechos que estuvieron plenamente vigentes (incluso para insultar al presidente, para tener portavoces del racismo en los medios de comunicación que no cesaron de vilipendiar el estilo popular de gobernar del presidente, frente a los “privilegios” que muchos periodistas gozaban en el pasado neoliberal); sino sobre todo el de sentirse todos parte de una Patria, que es construida con todos y por todos.

Sin embargo el racismo ancestral junto a la pérdida de la exclusividad de los privilegios de clase, estuvieron presentes a lo largo de los casi 14 años, a veces de forma explícita, como en el golpe cívico prefectural del 2008, o bien velado a través del mensaje persistente en medios de comunicación que expresaban las demandas de los sectores medios, que se vieron invadidos de nuevos sectores que competían por el mercado laboral, que invadían sus espacios de disfrute o accedían al mercado de privilegios, junto a ellos; entonces afloró nuevamente la rebeldía de clase, y el odio racista de quienes siempre vivieron y fueron criados con miedo a los indios mientras, y sin embargo ellos eran su servidumbre, eran sus subordinados, pero jamás sus iguales, como ocurría en el nuevo tiempo.

Entonces organizaron su rebeldía, virtual, temática y también generacional, que eran aspectos que en estos casi 14 años habían cambiado en el país, sin que el propio gobierno del cambio asumiera plenamente que teníamos un nuevo país productos de las transformaciones, que necesitaba repolitizarse y abrir los espacios deliberativos para seguir construyendo más interculturalidad en la revolución que seguía. Aparecieron algunos partidos en la coyuntura electoral, que buscaron monopolizar el descontento, otros movimientos cívicos con una estructura más flexible, buscaron la movilización y en definitiva empezaron a copar las calles, hasta el desenlace consecuente del golpe de estado en Bolivia.

Pero en definitiva, las confrontaciones de clase, permeadas con el racismo expresados en la confrontación, nunca fueron un factor nuevo, siempre estuvieron presentes en el discurso y la acción de las minorías, mientras las mayorías sólo optaron políticamente por el ejercicio de sus derechos en la ciudadanía intercultural que se estaba construyendo. Por eso la irrupción de las minorías, el copamiento inicial de las calles, junto a la complicidad de la oficialidad tanto del ejercito como de la policía, está mostrando una irrupción del poder de clase, que se rebelan frente al poder popular, frente a los derechos de todos sin privilegios, tan añorados por ellos: es la venganza de clase por tantos años de haber vivido la igualación social que hemos vivido.

Para ellos junto a sus medios de comunicación y las redes, ha significado violación de la “democracia”, en realidad de sus privilegios; y aunque se pueda asumir errores cometidos en el campo popular en su estrategia de gobierno, siempre el factor de aprovechamiento clasista para sumar descontento fue un factor fundamental, que además no pudo disimular ni en los mayores discursos de los golpistas, el factor racial como factor de poder. De eso nos hablan los exabruptos tuiteros de la presidenta, o las expresiones raciales de la ministra de comunicación, o bien de los otros ministros cuando pretenden englobar a la rebelión popular en el denominativo despectivo de “masistas”, cuando es más que evidente que el factor político MAS y Evo es uno sólo de las múltiples factores que ahora movilizan a la población rebelde.

A todos ellos se refieren como “hordas” o como delincuentes, pues así piensan sobre la indianidad que expresa el país; pues mientras eso ocurre, no es extraño que los sectores medios, de la  juventud cruceñista o la juventud Kochala, que han quemado 5 tribunales electorales departamentales, y otros edificios públicos, reciban el apelativo de “patriotas”. Tampoco es extraño que mientras ellos violentaban las calles, no hubieran recibido ningún herido, y por el contario los sectores populares movilizados, hubieran tenido más de 34 muertos y más de 1000 heridos y el mismo número de detenidos, no es este también un factor racial y de clase? No lo es también el que sea la oficialidad policial la que públicamente queme la wiphala o la corten de su uniforme, frente al perdón pedido de los policías de base que son aymaras?

Hemos vivido casi 14 años de construcción de una Democracia Intercultural, y hoy a partir de los acontecimientos que han derivado en la renuncia de Evo Morales, volvemos a la condición de enfrentamiento clasista y racial de los sectores dominantes, con mayores dolores y muertos fruto de la movilización popular que se moviliza convencida de que defiendo un proceso que les pertenece.

Sin embargo en este contexto, el órgano Legislativo que en su gran mayoría sigue teniendo al MAS IPSP como representación fundamental, ha buscado generar nuevos puentes de encuentro que permitan la pacificación del país, y que permita la instauración de unas nuevas elecciones con un nuevo Órgano Electoral.

Entonces partimos de la premisa de que se ha perdido una batalla, de las calles y del discurso; pero que las confrontaciones deben retomar un curso organizativo e institucional, que retomando autocríticamente el proceder político de esta coyuntura, nos permita rearmar políticamente el Instrumento, que representa el 50% de la población votante, y que a partir de una mirada autocrítica y del potenciamiento de nuevos liderazgos, permita coyunturalmente participar  en la disputa electoral por la representación de quienes como mayoría aún sostienen el único Instrumento político con representación nacional, frente a una oposición atomizada que sostiene como propuesta la negación del proceso de cambio y el descontento, y que tan sólo buscará justificar su proyecto alternativo en las carencias, así como en el racismo, antes que en las propuestas de sostenibilidad tanto de la economía como de los caminos de encuentro e interculturalidad que hasta ahora no han sido capaces de ofrecer para la pacificación del país.

A retomar el camino de la democracia intercultural como alternativa fundamental frente al racismo, a recuperar la representación de base como esencia de esa Democracia, a movilizarnos para defender nuestros derechos fundamentales, a defender la representación de mayoría que nos ha construido como país de todas y todos, a continuar con la revolución para seguir construyendo una Patria para todos.

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