Desgarra el corazón, que en BOLIVIA en sus 195 años de libertad, el ansia de gobernar, la ambición de mando y la angurria de reproducir el poder; el odio, la furia y el rencor; la soberbia, el fanatismo y la codicia, siembren el terror en tiempos de pandemia.
Irracionalidad y disturbios. En palabras de C. Soruco, “bloqueadores queman bosques, bloqueadores dinamitan cerros y accesos de vehículos, bloqueadores cercan planta de oxígeno, bloqueadores impiden pasos a ambulancias, bloqueadores apedrean ataúdes y amenazan a funerarias, bloqueadores sin barbijos, bloqueadores indolentes y sin amor propio” ¿Nos llevan al “fondo hirviente del abismo?”
No tienen, la altura de estadistas. Las elites políticas gobernantes y su gestión pública son reactivas, tal vez, por las contingencias, por la inexperiencia o por la ambivalencia. Es indiscutible que han quedado estancados en sus intentos de frenar la crisis de salud y la económica y ahora la social y política. Si, “el estado modela la conciencia de la nación” a ellos ¿les falta modelar la conciencia propia y de la clase política? ¿De quién es la tarea?
La clase política y los movimientos sociales (grupos de interés político), se olvidaron del valor de la integridad y el compromiso con el pueblo y, peor aún, no han podido instituir una mística de servicios eficientes, transparentes y de calidad. Su verborrea y sus acciones no van en sintonía, dicen querer un ambiente de confianza y no lo construyen; dicen buscar una auténtica democracia y no la buscan; dicen escuchar al pueblo y son oídos sordos.
La estrechez mental de los dirigentes de la clase trabajadora (conducta que causa daño), conspiran contra el bienestar de sus bases. Con esa actitud obstinada y ausencia de criterio constructivo, muestran la verdadera cara de antilíderes.
El Órgano Legislativo y el Órgano Electoral no muestran estar a la altura de la situación en la que vive el país, uno tiene una actitud mezquina y el otro una actitud “light”. No ayudan, a la solución de la crisis.
Todos ellos, hoy sollozan, repudian y reniegan; sin embargo, no quieren aceptar y reconocer, que ellos son los responsables de la crisis. Se echan la culpa, se lavan las manos o le pasan la responsabilidad al pueblo que sufre las consecuencias de las crisis políticas, económicas y sociales.
En esta coyuntura, el pueblo debe ser proactivo y sabio, debemos evitar que ganen las malas intenciones que quieren, la confrontación, la lucha y la ofensiva entre hermanos, entre bolivianos, no permitamos que siga la consigna “dividir para reinar”.
La tarea nuestra es:
Visualizar un futuro promisorio y no dejarnos seducir por el corto plazo, el apego y lo fácil o, la resignación, la impotencia y la angustia.
Afrontar, los hechos y actos políticos e identificar responsabilidades para recuperar el capital cívico y la cultura política democrática legítima.
Tomar la Palabra, desde las fibras más íntimas y arengar para el empoderamiento democrático de todos los ciudadanos, los pueblos y la sociedad.
¡Libertad, integridad y democracia!
///