Texas (EEUU), 14 de Febrero. Especial de Guido Roberto Peredo Montaño para Urgentebo.- Según documentos a los que Urgentebo accedió los expresidentes bolivianos Narciso Campero, Ismael Montes y Aniceto Arce, propusieron, en las diferentes etapas de Guerra del Pacífico, acuerdos y arreglos al gobierno trasandino para unificar Chile y Bolivia y explotar mejor sus riquezas, bajo la misma lógica que Austria y Hungría lo habían hecho. Por ello, a su retorno de Santiago donde fue recibido con todos los honores militares, Montes instauró un régimen de terror para acallar las voces patriotas.
Estos planes de anexión, según revelan estos documentos, estaban apoyadas por el silencio cómplice de Bautista Saavedra, Daniel Sánchez Bustamante, el propio Alberto Gutiérrez y hasta el presidente Eliodoro Villazon.
Veamos: Una carta enviada desde Santiago de Chile a La Paz, por el cónsul Alberto Gutiérrez y dirigida al entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Daniel Sánchez Bustamante señala lo siguiente: “Legación Bolivia, cite No. 139: Asunto: Grave Revelación Diplomática: ‘La recepción de diplomáticos en la cancillería de Santiago son los martes y viernes, pero ayer lunes me llegó una tarjeta del Ministro de Relaciones Externas, Agustín Edwars Mac-Clure, para asistir ese mismo día a la Moneda. Eso me hizo comprender que se trataba de una excepcional, ya que yo iría como de costumbre al despacho del ministro’”.
En su carta, Gutiérrez le dice a Bustamante: (…) Edwars me dijo que me había llamado porque desde hace tiempo tenía ciertas ideas o planes en la cabeza y que ya se habían planteado algunas ideas, pero desde el punto de vista académico y no diplomático. Después de un largo preámbulo, Edwars me dijo que: “Había llegado el momento de una aproximación amplia y efectiva entre Chile y Bolivia y que deseaba una vinculación ventajosa para explotar las riquezas de los dos países”. A lo que respondí: ¿Cuál sería el procedimiento? ¿Un pacto de alianza, o simples acuerdos sobre determinadas materias? El canciller me respondió: “Mi idea va más allá: Se trataría de formar una sola entidad política como el caso de Austria y Hungría, por ejemplo”.
En la carta dirigida a Bustamante y aclarando ciertos acercamientos del pasado, el cónsul Gutiérrez le recordó a Edwars: “Yo tenía conocimiento de una carta que llegó de Bolivia a su actual ministro de Hacienda, Manuel Salinas, a quien el presidente Montes le decía que “Bolivia y su gobierno estaba interesada en hacer una alianza ofensiva y defensiva con Chile y nada más. No sé si se hablaba de unificación”.
Gutiérrez aprovecha la ocasión para confesar a Sánchez Bustamante que el 19 agosto de 1909, dada la crisis política y económica en Bolivia, el presidente Ismael Montes, pidió a su amigo Jorge Prieto Echaurren, (el gerente de la compañía de alcoholes de Chile), que, a nombre de Montes, escriba una carta al presidente de Chile, proponiéndole la idea clara de “unificar políticamente ambas naciones”.
En la misma nota diplomática, Gutiérrez dice a Bustamante: (…)Yo había oído estos rumores del propio senador Carlos Aldunate Solar y también del actual ministro de hacienda chileno, Miguel Salinas, en unas reuniones de protocolo el año pasado. “Hice esfuerzo infructuoso para saber lo que realmente se planeaba, pero yo no participaba de tales opiniones ni acuerdos”. Según Gutiérrez, es ahí que el canciller Edwars y otras autoridades chilenas se dieron cuenta de que yo no sabía absolutamente nada de este complot”.
Pero resulta que el presidente Eliodoro Villazón también recibió cartas desde Santiago, con detalles de la propuesta de Montes. En otra carta fechada el 16 de agosto de 1910 en Santiago de Chile, Gutiérrez comunica al presidente Eliodoro Villazón lo comentado.
En el segundo párrafo de la nota se señala: “En lo referente al punto concreto, a que se contrajo en mi carta del pasado 7 de este mes, veo con complacencia que usted coincide con mis ideas, que reconociendo como un hecho la existencia del proyecto chileno de formar una confederación, o una nacionalidad con Bolivia, debemos oponernos al rechazo y la resolución de mantener la independencia de Bolivia”.
Además, en el 4º y 5º párrafos de la misma carta dice: (…)Entiendo sus simpatías personales con el caudillo, así como las tengo yo por él, pero su vuelta al poder es una amenaza, no solo para la administración, si no para la autonomía misma de Bolivia.
Al margen de estas revelaciones, el cónsul Gutiérrez admite en su carta que: “un ciudadano de gran influencia en los negocios mineros y empresariales, radicado en Oruro, Carlos G. Ávalos y el propio Joaquín Walker Martínez le confesaron con total desnudez “la enormidad de la proposición del presidente Montes”.
Según Gutiérrez, una vez que se enteró de esos rumores, retornó a Bolivia a finales de 1909 y buscó a Montes personalmente, el 30 de noviembre en la madrugada, para pedirle que desautorice esa propuesta y le aclaró que: “el pedido de unificar Bolivia a Chile significaría la desaparición de Bolivia como nación y la eliminación de su autonomía como pueblo’.
Pero para esa etapa, Eliodoro Camacho, Aniceto Arce, Gregorio Pacheco, Campero y Montes ya habían maquinado culpar a Daza por traición a la patria, arreglos con el enemigo, malversación de fondos públicos y, además, iniciarle un juicio militar sin verdaderas causales.
Los padres del oprobio
Los Liberales y sus historiadores “pisotean el charco” insistentemente para evitar que el agua se aclare, pero hoy, en base a estos documentos, se revela que Aniceto Arce, Narciso Campero, Mariano Baptista y principalmente Ismael Montes fueron quienes confabularon directamente con el enemigo para ceder el Litoral boliviano a cambio del tren, recibir dinero en efectivo y, también, el plan de integrar a Bolivia con Chile.
Pero hay más. Instaurado el gobierno de Narciso Campero, este le achaca a Daza las culpas y los pecados de nuestra desgracia en el Pacífico. Pero, una vez más, son las acciones de estos actores (Baptista, Montes, Arce y Camacho) las que los pone en evidencia.
Veamos: El general Campero en su discurso ante el Congreso Nacional el 6 de agosto de 1884 dijo: “Después de la conferencia en Arica, en octubre de 1879 (se refiere a diálogos en el barco Lakawanna), Chile no ha hecho nada para hacerme comprender su intención de arribar a negociaciones decorosas y aceptables con Bolivia: fuera de hacer ver que nos tratarían con menos rigor que nuestro aliado, me hicieron algunas concesiones que eran una verdadera tentación”.
Chile, en realidad, había hecho las mismas propuestas a Daza, pero este comunicó de inmediato al jefe aliado, el peruano Manuel I. Prado. En cambio, Campero esperó cuatro años para hacer pública estas ‘ofertas’. En una carta fechada el 8 de abril de 1881 (recogida por el historiador Tomas Gaibano), Campero confiesa al Ministro de Relaciones Internacionales de Argentina, Bernardino de Irigoyen: “Estimado señor y amigo la copia que le anexo está tomada del original. (…) Las bases que recibí son tentadoras. Le hago saber que el agente chileno ya está dialogando con el feje de los partidarios “de la paz a toda costa”. (Jefe de los partidarios por la paz era Aniceto Arce, seguido de Gregorio Pacheco, Eliodoro Camacho, Bautista Saavedra, Manuel Pando e Ismael Montes).
Queda clara la razón por la cual Campero no acudió al campo de batalla y corrió a Oruro para apoyar el golpe magistral contra Daza; no sin antes haber comido y bebido en la hacienda de Aniceto Arce. Campero se delata solo.
Además, el coronel Ezequiel Apodaca, en sus memorias, ratifica y prueba los crímenes cometidos por los liberales. Resumo: “en medio de la estadía de la 5ª División en la hacienda de Arce, el 9 de octubre de 1879, los coroneles Estensoro, Morales, luego de emborracharlo, el Comisario de Guerra de la Quinta División, Manuel V Alba (amigo íntimo de Campero) nos confesó que Campero no pasaría al frente de batalla y que la 5ª División iría a Oruro, porque Arce ofreció la presidencia al general Campero”.
Para noviembre, como efecto de estos actos mezquinos, sucede la retirada de Camarones, con efecto inmediato en la dispersión de San Francisco, que con la “ausencia” de Campero en el frente de batalla se cierra el círculo de las dudas.
En busca de expiación
Campero trató de corregir su traición y, buscando expiación, acude al Alto de la Alianza (batalla de las batallas) en mayo de 1880. Ello motivó la ruptura de sus relaciones con Arce, quién decide irse a la Argentina; pero no sin antes poner en evidencia la traición.
En una carta fechada en Sucre, el 5 de marzo de 1881, y dirigida al doctor Eduardo Pol (Ministro de Interior) en Cochabamba le dice: “La única tabla de salvación para Bolivia es ponerse a la vanguardia de Chile, para que este asegure su conquista. Por eso nuestra conducta debe ser silenciosa, digna, y de labor paciente”. Ante esa carta, el Ministro Pol responde: “tiene 15 días para salir del país lo antes posible”. (T. Gaibano-Roma 1886: Pag 250-269)
No solo eso. Una vez en Buenos Aires, Arce pública dos artículos en el diario El Nacional en fechas 12 y 18 de mayo de 1881, donde una vez más revela: “La zona que necesita Bolivia no podría decirse que le quitamos al Perú, porque es cosa segura Chile se apoderara de ella y no los restituirá”. “Teniendo Bolivia el territorio de Tacna y Arica y construida la vía férrea, desde el mar hasta el interior del país, el progreso y sus riquezas se difundirán”.
Arce, Baptista y Camacho
Pero las pruebas de la confabulación y la traición no solo las revelaban los propios actores bolivianos. El historiador chileno Gonzalo Bulnes, en su documentado libro “Guerra del Pacifico III”, publicada en Valparaíso en 1919, en las páginas 194 a la 197 (ver pies de página 2, 3 y 4), describe: Eliodoro Camacho buscó personalmente al presidente Santa María para ofrecerle sus servicios como mediador para un acuerdo. (…) El presidente chileno comisionó a su secretario privado, Eusebio Lillo, quien se reunió con Eliodoro Camacho el 18 de diciembre en Santiago.
En esa conversación Camacho ofreció a Chile: “un acuerdo que permita a Chile quedarse con lo que tienen y una tranquila posesión de lo ganado en guerra, a cambio de que lo dejen volver a Bolivia. Además, garantizó que un encuentro entre Mariano Baptista y el secretario Lillo para sellar las bases de un acuerdo de paz beneficioso para Chile. Así fue: el prisionero de guerra Camacho, conspirador en Camarones, gozaba incluso de un estipendio y logró que Baptista se reuniera con Lillo el 6 de enero de 1882 en Tacna.
En su reporte al presidente Santa María, Lillo, en fecha 14 de enero de 1882, le dice: “He hablado con Baptista, enviado por Campero, llevaba consigo la cartas que lo acreditan como autoridad para cerrar un acuerdo”. Según Lillo, Baptista le habló claramente de las intenciones de hacer una alianza con Chile, a cambio de que cedamos en un futuro Tacna y Arica a Bolivia.
En esas mismas conversaciones digitadas por Camacho y Campero, Lillo le dice al presidente chileno: “Baptista deseaba personalmente que el Litoral boliviano se quede en poder de Chile como parte de las compensaciones e indemnización por la guerra” (Guerra del Pacifico: Gonzalo Bulnes, Pág.-158pie de Pág.)
Alberto Gutiérrez recibió de manos del propio Ismael Montes y de José Manuel Pando, poderes absolutos para firmar los acuerdos y el tratado de paz con Chile en condiciones verdaderamente humillantes para Bolivia. Asesoró y revisó ‘pacientemente’ los acuerdos por el cual los liberales vendieron el Acre al Brasil, para lo cual buscó incluso asesoramiento del gobierno chileno.
No podrían Baptista, Gutiérrez y Montes, lavarse las manos, ante estas evidencias. Muerto Daza, y arrebatados todos sus documentos después de su asesinato, bien planificado en Uyuni, ya en el juicio contra Daza, los Liberales exigían pruebas y documentos de descargo al abogado Julio Méndez, que defendía su trabajo en la administración de Daza: a sabiendas de que maletas con documentos y pruebas fue lo primero que tomaron cuando dispararon a Daza por la espalda.
La historia de Bolivia fue escrita por los corbatudos para defender a las oligarquías. Desde sus centros de poder, ya sea La Paz, Sucre, Cochabamba, y Oruro, buscaran expiarlos de sus pecados, culpas y crímenes. Recordar hoy a General Daza, patriota sin duda, que en febrero de 1879 salio de inmediato en defensa de la heredad nacional. Pero aclarar, que por ley de la constitución de 1843 no podría ser juzgado por “prescripción del crimen” y porque no hubo crimen. Las constituciones de 1884 y 1888 también lo liberaban de juicios, sin embargo a sabiendas de que ni apenas pisaba suelo patrio su vida corría peligro, acudió al llamado de su conciencia.
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