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Cavour: desayunaba y cenaba sultana con marraqueta, pero soñaba con el charango

En la pasada jornada,  el eximio charanguista fue condecorado con el Premio Nacional de Culturas.


Viernes 7 de Diciembre de 2018, 3:30pm






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Foto: Revista Oxígeno

La Paz, 07 de diciembre (Urgentebo).- Ernesto Cavour, sentado en la sala de su casa y con la gentileza que caracteriza a este hombre de 78 años de edad y más de 61 de trayectoria artística, comentó que siempre le ha gustado el arte, por eso en la década de 1960 integró el Ballet Nacional, en aquel tiempo dirigida por Julia Elena Fortún.

Bailarín de danza española y folclórica, el joven tímido y multiinstrumentista, también, tocaba la quena y la guitarra para su elenco, de esta manera se podía conectar y expresar mejor por medio del arte.

Cavour de muy pequeño sintió el imán de la música, esa atracción indescriptible que lo atrapó para que su vida sea consagrada al arte y la música. Un 27 de mayo, a la edad de 10 años, contaba con algo dinero para comprarle un obsequio a su mamá, sin embargo al pasar por el chapi cato no pudo resistir y se compró un charango, ese pequeño instrumento que lo cautivó.

Desde ese instante se empieza a formar el virtuoso, de manera autodidacta puesto que no había academias donde enseñen a tocar el charango. Aprendió “mirando a los charangueros, escuchando su canto en manos de los tocadores rurales y citadinos”. Su pobreza, económica, tampoco le permitió ingresar a una institución de enseñanza musical.

El músico paceño recordó que por las mañanas y las noches su alimento era una sultana con marraqueta, pero en las noches “soñaba con el charanguito”. Quien iba a imaginar que aquel niño que fue abandonado por su padre a la edad aproximada de dos años, hoy fuese el músico más consagrado del país.  

Su situación menesterosa, obligó a su madre, Marina Armayo, a llevar al infante Cavour a vivir por zonas periféricas y a pasar necesidades, que a futuro fueron superadas por el esfuerzo de su progenitora. El vivir en las zonas alejadas le ayudó a desarrollar el gusto por lo nacional, por los saberes y sentires de pueblo, por aquello que hace a la identidad del país y que estuvo marginado por muchos años.

Su inquietud por la música lo llevó a formar varios conjuntos, y en una primera instancia a recorrer el país y a expresar su arte. Entre estos grupos, uno de los más destacados: Los Jairas, con los cuales viajó a Europa en 1969, con un pasaje solamente de ida, pero, por más que pudo quedarse para radicar en el viejo continente, decidió volver en 1971 por el amor que le tiene a Bolivia y a emprender su proyecto como solita; mostrar al charango en otra faceta.

Como describió Rolando Encinas, director de Música de Maestros, el legado que el excepcional charanguita deja a la cultura musical del país es enorme, porque con su interpretación logró crear otra corriente en la música boliviana.

Ello llevó a que Ernesto sea un referente de Bolivia en el exterior, puesto su talento hizo que participe en festivales importantes en varios países del cinco continentes y que comparta escenario, en festivales importantes, con grandes como: Paco de Lucia, Andrés Segovia, Bireli Lagrène y otros.

A partir de Ernesto Cavour, el charango se muestra en otra faceta; de un instrumento solista de una interpretación y una técnica mucho más compleja, que hasta ese tiempo fue visto más para acompañar los conjuntos folclóricos, que amenizaban las fiestas populares, describió Sergio Calero, comunicador y quien postuló al músico al Premio Nacional de Culturas.

Esta revalorización del charango, como explicó Calero, hace que el público aprecie y asimile a este instrumento en su verdadera en su expresión; en la extensión de sus colores, dinámicas, figuras melódicas, rítmicas y matices. Estos detalles hicieron que pueda trascender a nivel internacional, “varios artistas que han salido del país me han corroboraron que el nombre que suena históricamente de la música boliviana, en el exterior: Europa y Asia, es Ernesto Cavour”, indicó.

Encinas acotó que la fama del maestro no es el producto de la casualidad, sino del esfuerzo y la dedicación que tiene hacia el arte y la música, al cual le dedica la mayor parte de su tiempo durante todos los días.

“Tuve la posibilidad de compartir con él (Cavour) buenos meses en Europa, donde incluso compartimos la misma habitación, y yo lo veía después de ocho horas de viaje, en las que iba tocando su charango, llegar al hotel a seguir tocando y se dormía con el charango, encima el pecho. Esto es una entrega total a la música, es no poder vivir sin el instrumento, es como una extensión más de su cuerpo”, resaltó.

Letras y “Pensamientos chiquitos”

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Foto: Archivo de Ernesto Cavour

Ernesto Cavour no estudio poesía ni filosofía, pero esos conocimientos le emanaron de manera muy natural y se ven reflejadas en sus composiciones, en las cuales describe historias con un lenguaje sencillo, pero a la vez complejo. Asimismo revaloriza aspectos de Bolivia, como por ejemplo: la salteña, la llama y los panes típicos del país.

“… Corre caballito blanco, tu posición te condena, corre animal ilustrado, una letra es tu trinchera. (…) Los cuadros van repitiendo el canto de los peones: moriremos defendiendo ¡ay! El pellejo de los reyes. Mucha Sangre está corriendo por todito el tablero, como ríos en la tierra en tiempos de descontento”, detalla parte de letra del kaluyo La Masacre.

Con figuras poéticas describe, en este tema, a quienes están a cargo del poder, las personas son sólo fichas que pueden usar y dejar de prescindir según les conviene, y que a quienes piensan distinto, escriben y hablan de la injusticia, son perseguidos.

De similar forma en la canción Gallito campesino habla de las luchas sociales, de la Guerra del Agua en Cochabamba (2000), de las dictaduras militares, “… Canta al árbol caído, a la niñez maltratada, al aire contaminado y a la lucha por el agua… Tres veces has cantado cuando a Dios lo han traicionado, canta, canta por Bolivia, por lo golpes que le han dado”.

En su texto Pasamiento chiquitos recurre a la filosofía para hablar de ciertos aspectos y condiciones de la vida. Menciona que el poder “es la mayor ambición de los ansiosos y desesperados; el flagelo de los humildes y normales y el desprecio de los animales… El pueblo culto por sus necesidades dice: ¡el poder es no poder dar de comer! También refiere que la justicia “es una joven con los ojos vendados. Con balanza pesa a todos los acusados y por su espada a ciegas, otros son los condenados”.

Las canciones de Cavour parecen jocosas, sin embargo son de un gran contenido social; describe lo que observó y los aspectos que caracterizan a la bolivianidad, que los narra con un lenguaje muy popular, dijo María Antonieta Arauco, escritora del libro Los Jairas y el Trio Domínguez, Favre, Cavour.

Facetas del charanguista

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Foto: Archivo de Ernesto Cavour

Desde muy joven, cuando formaba parte del Ballet Nacional, el maestro Cavour se dedicó también a la investigación, elaboración de métodos y a la recolección de instrumentos para crear en lo que en un futuro no tan lejano sería El Museo de Instrumentos Musicales. Es así que antes de su viaje a Europa dejó publicado El ABC del charango y a su retorno difundió una serie de texto para la enseñanza de la quena, zampona, guitarra y concertina y el libro El charango, su vida, costumbre y  desventuras.

Además, su interés de aportar a la música hizo a que impulse a los jóvenes a la interpretación y aprendizaje de los diferentes instrumentos, tal es el caso de Rolando Encinas, a quien le enseñó a tocar la quena.

“Me regala una quena de menos orificios y me enseña a tocar una melodía en ritmo de kullawa, ese es el recuerdo más lindo que tengo del maestro Cavour, algo que lo ha caracterizado al maestro, es que desde muy joven tuvo ese espíritu de apoyar a las personas que estaban interesadas en la música”, detalló Encinas

María Antonieta Arauco enfatizó que Ernesto era un profesor muy exigente, por lo cual sus estudiantes debían ser dedicados. Acotó que con su métodos aprendieron música varias personas, las cuales, cuando él se encuentra en el extranjero, se le acercan y le señalan que gracias a sus textos se formaron en la interpretación del charango.

A su vez, Cavour, en 1973, fue miembro fundador del Sociedad Boliviana del Charango (SBC), institución que se creó con el fin de impulsar actividades, a nivel nacional e internacional, como conciertos, festivales, exposiciones del instrumento... y de esta manera también promocionar a los nuevos valores de la música.

El maestro a lo largo de su carrera también inventó instrumentos, entre los cuales están: la guitarra muyu muyu, el celestino, la zampoña cromática, la estrellita, y los charangos sonkoy, manguerito y octabado, entre otros.

Una vida de éxitos

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Foto: Archivo de Ernesto Cavour

Sus melodías han logrado traspasar las fronteras, lo hicieron una institución de la música boliviana, tal cual lo refiere Encinas, y el músico nacional que más escenarios internacionales ha pisado. Entre sus actuaciones, Cavour resaltó su participación en el Primer Festival Latinoamericano de Folclore en Salta (Argentina) en 1965, en el que ganó el primer lugar como solista instrumental. A partir de esa fecha su carrera sólo iba a conocer de éxitos.

El 1973, la Dirección de Actividades Socioculturales de la Universidad Mexicana lo declaró El mejor charanguista de mundo. El 1981, la urbe de Gamagori (Japón) le entregó la Llave de Oro de la Ciudad por incentivar a la juventud japonesa. El 2004, recibió el denominativo de El genio del charango, por la Internacional Press de Tokyo.

El Estado Plurinacional de Bolivia, en 2013, le otorgó Cóndor de Los Andes, en el grado de Caballero, que es el máximo reconocimiento que puede recibir una personalidad en el país. Y este año fue reconocido con el Premio Nacional de Culturas. Estos galardones son parte de los varios que obtuvo a lo largo de su trayectoria como músico, artista, escritor, poeta e inventor.

Sin duda, Ernesto Cavour ingresó, de manera consagrada, a la historia de la música boliviana por todo lo que hizo a lo largo de su trayectoria. El esfuerzo y la dedicación, que fue algo persistente en él, sin esperar nada a cambio y sólo con la intención de realizar su pasión, tuvo su recompensa que lo llevó a la cúspide de una carrera artística que es reconocida y elogiada en Bolivia y a nivel internacional.

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