La Paz, 7 de mayo (Revista Oxígeno/Kelly Cruz).- Los días de Norma Roca son diferentes y casi los mismos. Cada uno se convierte en un desafío para acabar con alguna noticia diferente. Desde 1990, ella se pregunta “¿dónde estás?”. Y hasta ahora no halló un motivo para recuperar la sonrisa, eso sí, hubo algunos atisbos. Desde la desaparición de la niña de sus ojos, ella vive un infierno, pero se siente obligada a mantenerse de pie porque no pierde la esperanza. Aun así, la buena nueva no llega. “El tiempo solo alarga el dolor por la ausencia del que se ama”, dice la madre. No puede evitar que dos gruesas lágrimas desciendan por sus mejillas.
Cientos de familias no se dan por vencidas con la esperanza de volver a ver su hija o hijo. A veces el padre pierde la esperanza y entonces interviene la madre para recuperar energías. Y viceversa. El drama es mayor cuando en el proceso de búsqueda se ha perdido el apoyo necesario.
En las paredes de estaciones policiales, en pantallas gigantes, en paredes de calles y avenidas, postes de energía eléctrica o en las redes sociales se publican unos afiches de persona desaparecida. Los padres, parientes o amigos se encargan de hacerlo difundir en busca de lograr el apoyo ciudadano ante la lentitud (por no decir indiferencia) policial. Los familiares tienen el sueño de que el tratante se conduela al ver la fotografía.
Ilusión, enfado, ira, coraje, perseverancia, miedo, desconfianza son los sentimientos que se entremezclan en las familias que buscan a la hija o el hijo desaparecido. Y, como no, muchos se encomiendan a Dios para que se obre el milagro. Diferentes fuentes consultadas por la revista Oxígeno coinciden en que los criminales que están detrás de la trata de personas son grupos de proxenetas, bandas de narcotraficantes y hasta organizaciones vinculadas con acciones terroristas. Sí, también hay casos relacionados con el tráfico de órganos, pero son los menos.
“Por lo general son más mujeres las que son captadas. Hay falsos enamoramientos y ofertas de trabajos de niñera y modelaje”, informa la investigadora del Grupo Operativo de Trata y Tráfico, Ana Gabriela Yupanqui.
En 2015 se reportó la múltiple desaparición de jóvenes en Santa Cruz. Un total de 36 familias buscaba a sus hijas, pero de todas ellas solo apareció una en el año 2017. Según la presidenta de la Asociación de Apoyo a Familiares Víctimas de Trata y Tráfico de Personas y Delitos Conexos (Asafavittp), María Rita Hurtado, desde esa gestión hasta ahora la situación del caso no cambió.
Según las cifras del Ministerio de Gobierno de Bolivia, en 2022 hubo 711 denuncias por delitos relacionados con la trata de personas y delitos conexos (pornografía, proxenetismo, tráfico de personas y violencia sexual comercial), en las que en el 23% las víctimas eran menores de edad. Todos los expertos consultados consideran que estas cifras son apenas la punta del iceberg: no se sabe con exactitud, por ejemplo, cuántas niñas y mujeres continúan desaparecidas o cuántas menores son explotadas sin que sus familias lleguen a denunciar. Solo en 2023 se denunció la desaparición de 3.409 personas, “de las que 485 continúan desaparecidas”, precisa Carola Arraya, directora general de Lucha contra la Trata y Tráfico de Personas de Bolivia.
Las familias de los desaparecidos se sienten desprotegidas y cansadas por la irresolución de los casos, porque la Policía deja de investigar los mismos. “En el área de trata y tráfico consideramos que hace una gran falta un lineamiento de investigación real de parte de nuestra Policía Boliviana y la Fiscalía”, añade Rita Hurtado.
Sin embargo, la investigadora del Grupo Operativo de Trata y Tráfico negó que los casos sean abandonados y aseguró la orden es continuar con la investigación. “Los casos no se cierran por más que la persona no aparezca. Si se encuentran pistas se puede seguir trabajando. Los casos cuando son de personas desaparecidas, la Fiscalía de oficio continúa trabajando mucho más cuando son menores de edad”, sostiene.
La captación de hombres es baja, pero sí existe. Muchos de ellos son explotados laboralmente y son usados como ‘mulas’ para el traslado de droga en el exterior o para el microtráfico de estupefacientes en ciudades bolivianas. “Tuvimos casos en que los hombres son captados para explotación laboral. Hemos visto que los hombres son sacados del país y están sujetos a trabajos ilícitos”, indicó Hurtado
EL PAPEL DE LAS AUTORIDADES
Según Hurtado, no bastan las medidas preventivas y las que se aplican son insuficientes. Y la pregunta es mayor cuando se trata de investigaciones “No está funcionado algo”, cuestiona. Y el caso de Esperanza, una jovencita de 15 años, parece darle la razón. Fue captada por una mujer que le ofreció un puesto de trabajo. La llevó a un lugar alejado donde la sometieron, la golpearon, privaron de alimentos y la ultrajaron. Pero después de ocho días logró escapar de su captor.
Una vez a salvo en casa, la madre acudió a la Policía y la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, para presentar la denuncia. La hija fue revictimizada, sometida a diferentes exámenes, pero la investigación no avanzó, La Policía no aprehendió al hombre, pese a que tenía el dato de su paradero.
“La coordinación de la Policía Boliviana debería ser inmediata, que no se tarde tanto en los exámenes y la resolución del fiscal”, lamenta Hurtado, quien dice que las autoridades no activan el protocolo de atención a persona desaparecida cuando la víctima aparece. “Es algo que tenemos que exigir a nuestras autoridades. No importa si es mayor de edad o menor, pero ha sufrido y fue víctima”.
A pesar de la indiferencia, la familia insistió y el hombre fue aprehendido dos meses después. “La niña estaba toda desgreñada, mordida, golpeada, temblorosa y con una ropa maloliente tras estar ocho días de secuestro, pero ni con esos rasgos las autoridades se movilizaron rápido”, cuestiona.
Con casos como éste u otros que delatan la trata de personas, los padres de los desaparecidos no pierden la esperanza de que las autoridades “se pongan la camiseta”. Piden que el Estado active la alerta roja de búsqueda, ya que algunos, según aseguran, ya no están el país. “Sabemos que no están aquí (Bolivia), pero tenemos la certeza de que están vivos y siguen siendo explotados. Queremos recuperar a nuestros hijos y evitar que otras familias sufran lo que nosotros vivimos, queremos evitar la trata porque es algo despiadado”, propone Hurtado.
Una de las primeras medidas contra la trata es muy sencilla, como básica. Los padres de familia piden a la Policía hacer el debido control y verificación de documentos, en los buses de transporte público, en los de uso privado y otro tipo de motorizado. “Hay falta de voluntad, nos falta ponernos la camiseta para proteger a nuestros ciudadanos, Estas redes no solo operan en Bolivia, tienen conexiones con otros países”.
Intervienen lenocinios, pero no hay sanción al dueño del inmueble
La investigadora del Grupo Operativo de Trata y Tráfico, Ana Gabriela Yupanqui, informó que, tras la intervención de algún lenocinio, por ejemplo de El Alto, donde están las víctimas de explotación sexual, aprehenden al administrador o la dueña del lugar, pero no hay sanciones posteriores.
“Precintamos estos lugares, los registramos en cuadernos de investigación, pero como son clandestinos reinciden y tenemos que volver a realizar los operativos de control”, señaló.
Yupanqui indica que la investigación avanza contra las personas aprehendidas por cometer ese delito, pero no dan cifras exactas de los delincuentes recluidos por este hecho. Y lo que llama la atención es que no hay sanciones sobre el propietario que permite que el lugar alquilado sea usado como un punto para la explotación sexual.
“Mayormente, no se sanciona al dueño del lugar, al dueño de la casa, eso debería hacer el Ministerio Público para hacer acciones fuertes. Debería haber sanciones fuertes para los dueños que dan su casa para la comercialización sexual”, demanda Hurtado.
La responsable del programa de atención de la Fundación Munasim Kullakita, Anelisse Cruz, halla una deficiencia en las autoridades municipales porque los niños y adolescentes no son prioridad, lo que se expresa en la debilidad de las Defensorías. “Un ejemplo claro es el cambio constante de su personal”, sostuvo.
Según Cruz, el cambio de personal, principalmente de las Defensorías, retardan la investigación, ya que el nuevo personal no tiene la información suficiente y opta por empezar de cero. “Cada tres meses, cuatro o cinco cambian de personal en la Defensoría de la Niñez. Lo ideal sería que dejen en su oficina los documentos de los casos atendidos, pero lamentablemente aquí es empezar de cero porque el nuevo personal no está enterado del caso”, cuestiona
En la División de Trata y Tráfico de la Fuerza de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de la La Paz ocurre algo similar, en un año hubo al menos tres cambios del jefe de división.
Norma busca a su hija Yenny por 34 años
El drama de una madre que no se da por vencida desde 1990.
Leidy Yenny Justiniano Roca fue raptada en 1990. El 5 de marzo último se cumplieron 34 años desde aquel hecho y del inicio del calvario de su madre, Norma Roca, quien no deja de buscar a su hija con la esperanza de volverla abrazar.
La niña de sus ojos fue raptada a sus 4 años, en el kínder Club de Leones Nº4, Santa Cruz. Actualmente, Yenny tendría 38 años y Norma no baja los brazos en su búsqueda en Bolivia como en el exterior. “Fue un rapto, mi hija no desapareció como salió en la mayor parte de los medios en esa época (…). La última vez fue vista en el kínder por su maestra, fue la última persona que la vio”, relata Roca desde Italia a la Revista Oxígeno.
Con la voz entre cortada y un inevitable llanto, Norma recuerda el drama sufrido en 34 años de búsqueda, o algunos momentos de ilusión y muchos de impotencia ante la injusticia e impunidad. Investigó por sus propios medios y contrató investigadores privados, ya que no contaba con apoyo de la Policía. Durante todo este tiempo hizo tomar cinco pruebas de ADN y hasta utilizó Inteligencia Artificial (IA) para obtener una referencia de cómo sería el rostro de su hija, Ninguno de sus esfuerzos le ha devuelto a su niña. Norma dice saber quiénes son los autores del rapto de su hija. Ató cabos sueltos’ y saca la siguiente hipótesis:
El detonante fue la demanda por asistencia familiar
Norma era madre soltera, se separó del padre de Yenny porque éste era violento. Cuando la pareja se disolvió, la niña tenía cerca de un año. Norma salió adelante con su hija sin exigir la asistencia familiar. Pasaron tres años y el hombre no asumió responsabilidades y ella interpuso una denuncia por la asistencia familiar adeudada.
La juez dictó que el hombre pague lo adeudado en dos cuotas. La nueva pareja y la hermana menor del irresponsable acudieron a la audiencia. Al salir del juicio, las tres personas atacaron a la joven madre. “La denuncia por la asistencia familiar y la rabia de su hermana por la pelea fue uno de los motivos. Si no hubiera puesto la denuncia, tal vez otra sería la historia”, lamentó.
Al pasar los meses la relación entre ellos mejoró. Norma indica que la nueva pareja de su exesposo se ganó su confianza y demostró mucho afecto y cariño para Yenny. “(La madrastra) me hizo creer que teníamos un buen trato. Ella en el poco tiempo que nos frecuentamos se hacía la buena, que la quería a mi hija”, señaló.
Primer antecedente antes del rapto
Tres días antes del rapto, Kity Espinoza Cuéllar, madrastra de Yenny, llevó a la niña para comprar un disfraz, para un acto en el kínder. Norma aceptó que la pequeña vaya con la nueva pareja de su padre. Volvieron por la tarde, el evento pasó, pero su hija no había participado.
Molesta por el hecho, Norma reclamó a Kity. “¿Qué hiciste con mi niña?”, reclamó y ella cambió de carácter. “Me tuteó y me dijo que yo no era quién para pedirle explicaciones”.
La madre preguntó a su hija “‘¿Dónde se fueron?’”. Yenny indicó a su madre que la llevaron a sacar fotos, y que se encontraron con su tía, hermana menor de su padre, y después con una señora. En ese momento, Norma no sospechó nada, pensó que le sacaron fotografías porque “estaba maquilladita y con el traje de Mujer Maravilla”.
Atando cabos, sospecha que ese día la llevaron a sacar fotos para hacerle documentos falsos, ya que luego descubrió que Kity se cambió el nombre tres veces y que la última identidad usada es Anabeiba Oliveira. “Ella se cambió de identidad. Para ella fue fácil hacerle documentos falsos a mi hija. Con los documentos falsos yo pienso lógicamente que la sacaron del país”, comentó.
5 de marzo, el inicio del calvario
La mañana del lunes 5 de marzo de 1990, Kity debía dejar un material escolar a Norma para el kínder de Yenny como parte del pago de la asistencia familiar, ya que tenían muchos atrasos, sin embargo, no llegó. “Ella se presentó a las 14:45, me llamó para decirme que estaba en la puerta del kínder con el material comprado”, recordó e indicó que para evitar problemas le dijo dónde debía entregar el material. “Le di el nombre de la maestra, el número de sección donde estudiaba mi niña y que luego que pasara a mi oficina, a 300 metros del kínder. Le dije que venga y que me deje la factura del material”, añadió.
La mujer nunca llegó a su oficina hasta que Norma salió al kínder por su hija y no la encontró. Pensó que Kity se la llevó y la iba a llevar a su trabajo junto con la factura, pero volvió a su oficina y le dijeron que la madrastra le dejó un anillo y se fue. “Estaba convencida de que ella la sacó y que volvería con mi hija. No fue así y ahí empieza mi calvario”, lamentó.
Desesperada, empezó con la búsqueda de Yenny. Fue a su domicilio por algunas fotografías de su niña, fue a la Policía y luego a medios de comunicación. Kity y su exesposo aparecieron a las 22:30 de ese día, ella los interceptó y les preguntó sobre Yenny. “A Kity la agarré y le dije dónde está mi hija y ella me dijo: ‘no sé, yo fui al kínder, dejé los útiles a la maestra y no la vi a la niña’.
Sin embargo, Norma sabía que Kity no dejó el material escolar porque en el kínder le dijeron que nadie se apersonó. “La amenacé en mi desesperación. Yo no le deseó esto a ninguna madre, que sufra lo que he sufrido”, relató.
El presentimiento de madre le hizo pensar que Kity se llevó a su hija y aclara que no la acusó porque era la madrastra de su hija, sino porque los actos de ese día y días antes hizo que la sospecha se fortalezca. “Mi corazón me decía que no había otra persona que se la haya llevado”.
En los 34 años de investigación, Norma se enteró de que Kity falleció a causa de un cáncer y luego supo que su excuñada, Sonia Sánchez, cambió de identidad por Sonia Justiniano, y se encontró con un muchacho que tenía datos. “Estas dos personas saben dónde está mi hija, pero no me quieren decir. No sé por qué hay tanta maldad en ellos”, lamentó.
Norma presume que a su hija le cambiaron el nombre y la edad con documentación falsa porque ve que la madrastra de Yenny y su tía lo hicieron. Tras una confesión verbal del muchacho y su excuñada, Norma cree que su hija fue entregada a una familia que no podía tener hijos y que vive fuera de Bolivia.
Norma sufrió depresión, sintió que las autoridades le ataron los brazos. Se fue de Bolivia tras recorrer por muchos lugares. Actualmente radica en Italia, donde continúa con la búsqueda de su hija, con el apoyo de una asociación.
Yenny tiene un lunar en la parte posterior de su cuello, donde termina la crecida de cabello. Se asemeja a un mapa. “Hago un llamado a todas las muchachas que tengan entre 35 y 40 años. Sé que le han cambiado el nombre y la edad. Estoy segura de que mi hija creció en una bola de mentiras”, expresó.
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