La gran pandemia sanitaria global está cambiando el mundo de una manera inédita por su velocidad y sus inmediatas consecuencias. Casi todo el mundo está en cuarentena.
Siendo estudiante de un colegio nocturno de obreros, una madrugada, cuando me preparaba para asistir a mi trabajo como cada día, fui sorprendido y atrapado por cuatro matones de la D.O.P (Departamento de Orden Político), el aparato represor de la dictadura del general Banzer(1971-77), porque consideraban que era portador de otro tipo de pandemia: la democracia.
Fui enmanillado inmediatamente y mi pequeña biblioteca fue desmontada buscando armas, que supuestamente tenía oculto entre los libros. Seguramente los matones entendieron que las armas son los libros y lo que contienen. Uno de mis compañeros de curso, de apellido Virreyra, apodado el Sapo, era agente del ministerio y había delatado a todo el grupo de estudiantes que habíamos emitido un pronunciamiento pidiendo elecciones libres y democráticas , además exigiendo la libertad de los cientos de presos políticos que rebasaban las cárceles.
Después de la consabida pateadura, me arrojaron a una minúscula celda. Así estuve varias semanas, incomunicado y aterrorizado. Había perdido totalmente la ubicación espacial de mi cuerpo y mi reloj biológico funcionaba regido por el hambre y la sed.
Con luz de vela y el humo que producía empecé a dibujar rostros en la pared de mi celda para que me acompañaran. Cuando me sentía cansado, dormía todo lo que podía porque estar despierto era una agonía que pesaba con la incertidumbre. Después fui liberado del confinamiento solitario y me incorporaron al grupo mayor de presos. Consideraba que era un paraíso porque podía dar vueltas en el patio y leer y dibujar. Dentro la prisión me sentía libre, es decir que ya no pensaba, solo estaba durando; estaba enajenado. Para evitar el tedio y la depresión, planificaba tareas para el día siguiente. Durante varios meses leí teoría política que entraba de contrabando y las últimas novedades de la literatura. Me había aburrido de jugar ajedrez porque me mantenía quieto y mi mente en otra parte. Me estaba acoplando a la rutina, así que empecé a tomar notas de las razones porque estaba preso y a participar en las tertulias de los dirigentes políticos. Las cárceles siempre son una escuela, esta cuarentena también lo es y debe ser aprovechada para mantener el juicio crítico sobre la realidad de los acontecimientos y no confinarse en los problemas existenciales personales que provocan la resignación y la apatía.
Desde el 10 de noviembre, el estado boliviano está fracturado, la institucionalidad, tras decenios de la construcción democrática, ha colapsado y más que nunca la democracia está en serio riesgo de convertirse en una dictadura macabra.
La serie de contradicciones entre las gobernaciones y el ejecutivo han desmoronado las autonomías en detrimento del ordenamiento jurídico, supuestamente violentado por el anterior gobierno. El afán persecutorio y vengativo no ha menguado, más bien se ha fortalecido con el nuevo argumento de atentados contra la salud pública. Todo el aparato represor está a disposición del gobierno ilegítimo de la Sra. Añez y sus acólitos, por eso no es extraño que personal paramilitar acompañe los desplazamientos del ministro de gobierno que ha instalado un escenario propicio para sus amenazas. Las clases excluidas y empobrecidas están bajo la mira, habida cuenta de la paranoia del gobierno que vive atemorizado por la posibilidad cierta que el descontento provoque acontecimientos inesperados.
El oficialismo que tanto criticaba los bonos del anterior gobierno, ahora hace lo mismo endeudándose y poniendo en mayor riesgo la estabilidad política por los inevitables turbulencias sociales que se vislumbran. Un grupo radical fascista está presionando al ejecutivo para que cierre el Congreso y así garantizar el autoritarismo desenfrenado y atropellar los derechos humanos sin temores a posteriores juicios. Todas sus acciones están contaminadas por su obsesión-a estas alturas ya ridículas- de echarle el bulto de la pandemia y su desconcierto al ex presidente Evo Morales, generando más bien, el efecto bumerang favorable al candidato Luis Arce del MAS.
Con el desplazamiento de las elecciones generales a una fecha incierta, el oficialismo quiere obtener ventajas de la situación para concebir alguna triquiñuela jurídica y mantener su mandato y confinar la institucionalidad democrática.
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