¿Es probable que Donald Trump llegue a ser presidente de los Estados Unidos? Sí. La respuesta categórica a esta pregunta puede que cause más de un “raaas” en los y las lectoras de esta columna, por supuesto que muchos – como lo hacen ahora – señalarán, despectivamente y negando el poder de las mayorías/masas, que cada país se merece el gobierno que tiene, como si esa frase los hiciera a un lado o liberara del cargo de culpa que significar tener a una persona con la que no se está de acuerdo o no se siente representado, como presidente de su país.
Pase lo que pase en la tierra norteamericana, lo importante y sabroso está en el ahora, cuando el fenómeno político contra el que más lucha los Estados Unidos nace y crece en su propio territorio, a lo largo de estos más de diez años de la hegemonía de los gobiernos de izquierda en Latinoamérica, de sus pequeños pares en el resto del mundo; los gringos utilizaron la categorización de populismo para definir a este movimiento, en una lógica de romper las normas o reglas tradicionales/conservadoras de hacer política.
La gringada le teme a este modelo de hacer política, para ellos fenómeno, porque es el que más fuerza tiene, el que más representación y aceptación recibe de sus sociedades y por supuesto el que menos miedo tiene para realizar los cambios que su pueblo quiere, para decir lo que su gente piensa, para transparentar sus sentimientos sin el edulcorante filtro del “políticamente correcto”, porque para esa mirada tradicional o conservadora, lo incorrecto está relacionado directamente con el pecado, el mal y por supuesto el populismo.
Durante años hemos escuchado a los gringos calificar a los gobiernos progresistas de izquierda como populistas, pasando de la categoría al adjetivo, como lo hace ahora nuestra sociedad, cuando cree que calificar a una persona o varias como masistas, no sólo los define, también los insulta, pequeño gran detalle que delata la inmadurez política de una sociedad como la nuestra o el rechazo estratégico del imperialismo para evitar que surjan tendencias contrarías a la suya. Lo cierto aquí es que Donald Trump para los estadounidenses es de carne, hueso y con varios millones detrás suyo.
Lo que nadie puede afirmar hasta ahora, es si Trump es un producto real o inventado, si es parte de una estrategia política, creando internamente un enemigo tan malvado que los atemorice lo suficiente como para elegir entre el “buenito” y el más malo de todos los tiempos. Lo que parece ser hasta ahora es, que la sociedad norteamericana es al Doctor Frankeinstein de este “fenómeno” Trumpa, que por lo visto terminó devorando a los de sus propia especie, los republicanos resignados siguiendo sus reglas “antipopulistas”. Me temo, para tristeza de muchos, que Trump hace y dice lo que la mayoría de los norteamericanos siente. Que estar contra él será una “pose” de lo “políticamente correcto”, antes que un sinceramiento político. No por nada, la Clinton ya alertaba y preguntaba si el honesto y valeroso pueblo norteamericano permitirá que Donald tenga acceso a los códigos nucleares.
Si asumimos que los Estados Unidos son el país, o mejor dicho el pueblo que suele salvar al mundo, ahora resulta que tiene que hacerlo de “sí mismo”, que su enemigo no es otra cosa que su reflejo más sincero, altamente patriotera, racista y hasta peligrosamente autoritaria con altos sesgos de berrinche y capricho, la pregunta del millón es si un Trump Presidente asumirá como suyas las política de estado que tanto – supuestamente – les diferencia a los gringos del resto del mundo, algo así como un “nosotros tenemos todo planificado”, es más se supone que nada los sorprende porque su mirada estatal tiene la capacidad de ver más allá. Que Donald Trump sea su líder los cuestiona, porque si bien resulta ser el millonario que desciende y asciende de la bancarrota al éxito económico en un tris, es capaz de vender (no deshacerse) de una de sus franquicias más mediáticas como lo es el Miss Universo para simular un estado de madurez económica que vaya acorde a la mirada y estatus económico de los requisitos para ser político en norteamérica, política y negocios con nivel. Trump es algo así como el millonario de las McDonalds versus la Hillary de las Mayonesas Heinz. Donald viene a ser el “Bruto” de los César en el Imperio Romano, no porque sea poco astuto, sino por lo torpe en sus expresiones, algo que la élite política gringa no acepta, de ahí que vale más la sutil presencia de la mayonesa en el emparedado que el sándwich con tocino y grasoso que las masas devoran en los carritos de la esquina.
No vale la pena entrar en el debate de qué es o no populismo, lo que para a unos es el mal para otros es la bendición, sólo que a ratos - como ahora -, vale la pena divertirse con el dilema político existencial en el que ya están cayendo los gringos, obligados a elegir entre lo que son o lo que aparentan ser. Desde mi punto de vista, las diferencias son tan sutiles, que es sólo cuestión de forma, es cómo preguntarse cuan válido es el botox o el peluquín en este proceso electoral, no está demás preguntarse ¿Si el “mal” karma de su “populismo” que tanto odia la “derecha” llegará a ser su perdición?