Diciembre 23, 2024 -H-

Falsas noticias, falsas promesas

Lo que debemos saber, es que en la construcción de una “falsa noticia”, se aplican dos componentes, uno real y otro ficticio. Ambos elementos se sostienen mutuamente generando un efecto de “veracidad a la falsedad”, este juego permite que el supuesto hecho noticioso sea más creíble porque tiene un elemento de “aparente” certeza.


Lunes 15 de Enero de 2018, 9:45am






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Yo me encuentro entre el 99.9 por ciento del pueblo que no leyó el nuevo Código Penal. Es más si lo hago es probable que no lo comprenda en su gran totalidad, por tanto evito opinar sobre ello, pero sí opino sobre lo que sé y comprendo.

En este contexto de guerra política y mediática con el ahora, mentado nuevo Código Penal y el paro médico, se han generado una serie de “noticias falsas”, que fueron difundidas por las redes sociales, principalmente en Twitter, Facebook y WhatsApp, que impactaron en el mundo real, al ser consideradas como válidas y ciertas por mucha gente, que en su inocencia o ingenuidad se ha visto sorprendida y afectada.

Lo que debemos saber, es que en la construcción de una “falsa noticia”, se aplican dos componentes, uno real y otro ficticio. Ambos elementos se sostienen mutuamente generando un efecto de “veracidad a la falsedad”, este juego permite que el supuesto hecho noticioso sea más creíble porque tiene un elemento de “aparente” certeza.

Si hacemos memoria, las noticias falsas a las que solíamos darle “me gusta” estaban relacionadas a niños enfermos gravemente, cadenas de fe o solidarias, en base a textos muy tristes y fotos trucadas, este concepto es ahora insertado en noticias que pueden ser creíbles o que las estás esperando en un determinado contexto, como el de una protesta social.

Lo preocupante es ¿Por qué estamos creyendo tan fácilmente en las falsas noticias? Debido a dos elementos, respondemos emocionalmente y dos, carecemos de las herramientas para detectar cuando es o no una noticia falsa, no solo debemos dar por hecho lo que nos llega al “Whats” o aparece en nuestro muro del “Face”, sino que debemos cuestionarlo, aplicando el sentido común al máximo. Debemos contrastarla obligatoriamente si al leerla nos provoca una reacción: sorpresa, preocupación o temor.

Una de las acciones básicas es ver la fuente, si no la conocemos, es probable que nos estén engañando, más si proviene de un usuario que tampoco conocemos, si por casualidad la enviara o publicaría un familiar, debemos analizar lo que dice, buscar en el cuerpo de la noticia un dato que nos ayude  ver si es o no cierta y “googlearlo”, cotejándolo nos daremos cuenta de lo falsa que es esa noticia.

Ocurre que en el país, se está generando otro efecto, el de compartir esa información falsa malintencionadamente, con la intención política de generar convulsión y así fortalecer las protestas falsamente, creando la sensación mediática de descontento social. En esta cadena, se registran varios responsables, especialmente los medios (no todos), quienes antes de alertar y contrastar, a sabiendas de que no dan fe, consideran a las “redes sociales” como fuente, de manera que generan en el lector, oyente y televidente credibilidad, si bien la noticia es falsa, entonces sí pudo o no ser una posibilidad.

Lo que debemos establecer es que las “redes” no representan en su totalidad el pensamiento de la  sociedad boliviana, sin ánimo de minimizar su rol, constituyen solo un sector de la población y aun así, dentro de la red, otro todavía más pequeño. Los medios muchas veces, suelen confundir estos dos conceptos, forjando una mayor confusión en sus audiencias.

Ahora, en el tratamiento mediático que le brindan a la “falsa noticia”, suelen contrastar con la versión oficial que casi siempre aclara a destiempo que la información es una falsedad. Lo que los periodistas deben hacer es manejar los términos con mayor cuidado, alertar a la población que no caiga en estos engaños, enseñar cómo reconocer una noticia falsa y no darle un crédito velado, transformándola sensacionalistamente en otra nota más de su grilla informativa.

Desde la óptica gubernamental, se debe considerar realizar campañas permanentes de alerta y concientización a la sociedad digital para que no caiga en la trampa de una falsa noticia, visibilizar políticamente a quienes las difunden y lo más importante, tener la capacidad de análisis necesario para adelantarse a la emisión de las mismas, asumiendo que se trata de un elemento más en el contexto de las guerras mediáticas o de cuarta generación que se está aplicando en el mundo.

Ahora que el debate y la protesta se centran en el nuevo Código Penal, lo mejor es ser cauto, leerlo y no seguir consignas a ciegas, no es que está sea una responsabilidad exclusiva nuestra, lo es también de los líderes políticos, tanto oficialistas y opositores, son ellos los que deberían explicarnos y no, como se pretende desde la oposición, que instrumentaliza a sus bases, haciéndoles creer que el código en cuestión es también la lucha por el No a la repostulación, son dos cosas absolutamente diferentes y en esto también tiene mucho que ver la construcción del “fake news”, porque  se aprovechan de tu desconocimiento para lograr que tu tendencia sea de rechazo a esta “herramienta” jurídica. Desde el gobierno era/es necesaria una mayor socialización. En resumen, si no estás informado, si no estás seguro, no lo compartas. 

 

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