(Artículo de opinión de Carlos Eduardo Del Castillo Del Carpio).- En muchos de los gobiernos neoliberales, una suma importante de dinero se inscribía en la partida de Gastos Específicos de la Administración Central y se registraba en los Presupuestos Generales del Estado de cada gestión.
El monto de dinero destinado a estas partidas también se denominaba “Gastos Reservados”. En atención a que toda la información relacionada al manejo de los Gastos Específicos de la Administración central tenía el carácter de secreto y la violación a la confidencialidad daba lugar al procesamiento de los responsables conforme lo establecido en el Art.7 del Decreto Supremo 27055 de 30 de mayo de 2003, suscrito por Gonzalo Sánchez de Lozada, meses antes de ordenar la represión militar contra hombres y mujeres de la ciudad de El Alto.
Estos Gastos Reservados eran destinados para atender necesidades emergentes de la seguridad interna y externa del Estado. Consiguientemente estos recursos sólo podían ser ejecutados por los ministerios de la Presidencia y de Gobierno; tal como lo establecía el Decreto Supremo 27345 del 31 de enero de 2004, suscrito por Carlos D. Mesa Gisbert en su calidad de Presidente de la (extinta) República de Bolivia.
José Antonio Galindo (+) y Alfonso Ferrufino Valderrama, eran los encargados de realizar los gastos de estas partidas presupuestarias, cuando ni siquiera tenían positivada una denominación de seguridad interna o seguridad externa.
José Antonio -hermano de Maria Galindo-, fue acusado varias veces de nepotismo. Él en su defensa y en la del Gobierno del MNR (partido a través del cual fue diputado) manifestó que “hay mucha gente emparentada que está trabajando” pero, aseguró estar complacido porque “no son los mismos niveles que existían antes, frente a lo que hay hoy”. El y su homólogo del Ministerio de Gobierno fueron quienes manejaron más de 54,54 millones de bolivianos el año 2004, en el Gobierno de Carlos Mesa.
¿Pero en qué se gastaron los 1.468 de millones de bolivianos situados como gastos reservados entre 1990 y el 2005? Aunque que es muy difícil determinar con exactitud donde fueron destinados estos recursos -el expresidente Carlos Mesa el 31 de enero de 2004 decretó destruir o incinerar los documentos que prueben la erogación de los gastos bajo la partida Gastos Específicos - “Gastos Reservados”-, se ha evidenciado que en nombre de la seguridad interna y externa del Estado se reprimió al pueblo boliviano con su mismo dinero.
Jaime Paz, Gonzalo Sánchez (en dos oportunidades), Hugo Banzer, Tuto Quiroga, Carlos Mesa y Eduardo Veltzé fueron los presidentes que manejaron estos recursos irregulares distribuidos principalmente para garantizar una “corrupción sistemática” en el régimen neoliberal y la represión del pueblo.
Ante esta situación el actual Gobierno el año 2006 aprobó el Decreto Supremo 28686 y la Ley 3391 para eliminar el uso de los gastos reservados por considerarlo una fuente de fuente de corrupción.
Posteriormente se inició un proceso penal en contra de los responsables. El caso se denominó Gastos Reservados II, donde se imputó a exautoridades y funcionarios públicos por uso indebido de influencias, incumplimiento de deberes, malversación, enriquecimiento ilícito por particulares, enriquecimiento ilícito por funcionarios públicos, legitimación de ganancias ilícitas y lavado de dinero. Sin embargo, el año 2012 una sentencia constitucional declaró la inconstitucionalidad de los procesos penales vinculados a los casos de corrupción pública por el manejo de gastos reservados.
Al respecto, Víctor Hugo Canelas (ex ministro de Gobierno -1997), manifestó que los procesados “movieron mucha plata para defenderse, hasta el Tribunal Constitucional sacó una norma donde todos estos actos eran pasados (prescribían)”.
“Los hombres y pueblos sin memoria, de nada sirven; ya que ellos no saben rendir culto a los hechos del pasado que tienen trascendencia y significación; por esto son incapaces de combatir y crear nada grande para el futuro.” Salvador Allende
Expuesto ello, nuestro pueblo no puede olvidar su historia, de lo contrario estaríamos condenados a repetirla, tal como lo señaló Marco Tulio Cicerón.