Conocí a Ferchy Kushner el año pasado durante la pandemia, la primera vez que entró a mi oficina lo hizo portando una gran sonrisa y un montón de documentos. Conversamos largamente en aquella oportunidad y en otras, era un tipo alegre capaz de contar toda su vida en el primer contacto, así supe de su causa y la manera en la que había cambiado su vida.
Ferchy me contó que años atrás estaba dedicado a las relaciones públicas y que le iba muy bien, su esfuerzo y constancia le habían garantizado un espacio en un medio competitivo, pero un evento inesperado hizo que su vida cambie para siempre.
Si la memoria no me traiciona, fue una tarde al salir de un restaurante cuando un perrito callejero se cruzó en su camino, Ferchy lo acarició y no solo vio que el animalito tenía hambre, pudo sentir su dolor. ¿Cosa del destino? No lo sé, pero algo hizo click en su corazón encendiendo una llama que haría que deje toda su vida atrás para dedicarse al activismo por los animales callejeros.
En poco tiempo se dio cuenta que el fenómeno era mucho más grande y triste de lo que imaginaba, a la falta de alimento se sumaban el abandono, la comercialización ilegal y la reproducción descontrolada por toda la ciudad, me decía que el problema no se arreglaría nunca si no se esterilizaban a todos los perritos callejeros, mínimamente a las hembras, una misión imposible cuando son más de 2.000.000 solo en La Paz.
Ferchy decidió buscar apoyo público y privado, así nació la Fundación Abril y Ariel conocida en las redes como Ferchy’s Dogs, había dado el siguiente paso formalizando su actividad para buscar apoyo del Estado. Tocó las puertas de la Alcaldía, del Ministerio de la Presidencia y del Ministerio de Economía y Finanzas entre otras y soportó más de una oportunidad el desplante de las autoridades que tildaban al proyecto de Ferchy como inviable o de escaza relevancia social.
Ferchy necesitaba otra furgoneta para poder cubrir más rutas, llevar alimento a más perritos, también soñaba con un santuario, un espacio al que pudiera trasladar a los más viejos y enfermos para que pasen sus últimos momentos en un lugar adecuado y con el cuidado necesario.
Me contó que a todos les entusiasmaba la idea, pero no había presupuesto. A la hora de materializar alguna donación como el vehículo o el terreno, fueron las autoridades quienes le cerraron las puertas excusándose en el aparato burocrático y los procedimientos, pese a todo estaba ahí, firme para volver a intentarlo.
Ferchy gestionaba todas las donaciones, desde alimentos, sobras de restaurantes y supermercados, dinero para cubrir costos como la gasolina y el gas, chalecos para abrigar e identificar a los perritos y cuando faltaba plata ponía de su bolsillo. Todos los días se armaba de enormes baldes de alimento, recorría la ciudad alimentando a los perritos y les daba su cariño. Muchos tienen nombre, me decía, el nombre que él les dio.
Ferchy nos dejó ayer y todos salieron a expresar condolencias, el lector sabrá disculpar mi escepticismo, pero a los políticos no les creo nada. El Alcalde se comprometió a colaborar para que la obra de Ferchy continúe, eso se debe traducir en una política institucional y espero que así sea, pues mientras las autoridades no comprendan la complejidad del problema difícilmente podrán darle una solución.
Ferchy Kuschner se ha ido de este mundo y la tristeza me invade hasta las lágrimas, no solo se fue un amigo, se fue un hombre como pocos, buen tipo, grande, con buenas ideas. Estoy triste, pero sé que la fundación continuará su legado, sé que tocarán puertas y ayudarán a mitigar el sufrimiento de los perritos de la calle.
No permitamos que pasen hambre, si te sobra alimento comparte, si quieres un perro adopta y si lo haces no lo abandones. Y si puedes sé padrino de un perrito para esterilización.
Fue grato conocerte Ferchy, me quedan tus palabras y el recuerdo de nuestra amistad que fue breve pero muy importante. Hasta pronto amigo.
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