Hablar de impuestos y facturas es tocar una fibra sensible desde que la vara con que se mide a los contribuyentes no es igual para todos. Desde hace unos meses que el Servicio de Impuestos Nacionales (SIN) viene llevando a cabo una campaña llamada “la factura de la felicidad”, donde, mediante un mecanismo de sorteo, regalan premios como refrigeradores, microondas, cocinas o pantallas, a quienes pidieron facturas en sus compras. Un campaña diseñada para premiar la cultura tributaria en un contexto donde la factura de dicha compra, sirve poco o nada para el descargo impositivo. Hablemos en serio. ¿Regalar una TV incrementará la base de contribuyentes y evitará la transacción sin factura de por medio?.
En 2017, el SIN recaudó 30.906 millones, un 7.4% más que el año 2016. En el mismo período, la base empresarial en Bolivia sumó 295.829 firmas activas, de las cuales, el 79% de declararon como empresas unipersonales. El dato no es menor, 8 de cada 10 empresas en Bolivia son unipersonales y por lo mismo, las condiciones con que deben participar involucran una serie de trámites como Balance de Apertura, Registro en Fundempresa, Inicio de Actividades en SIN y en consecuencia, las respectivas cargas tributarias como IVA, IT, IUE, además de la renovación del registro, las patentes municipales y los deberes sociales como el pago de AFP o seguro de salud. 8 de cada 10 “empresas” en realidad, son personas naturales emprendiendo un negocio contra viento y marea.
Por lo tanto, ¿cuál sí sería la factura de la felicidad? Aquella que permite devoluciones impositivas, un concepto tributario que retorna el monto recaudado mensualmente a los contribuyentes después de un período. Países como México, Ecuador o Chile tienen implementado este sistema, de tal modo, que el pago de impuestos en el caso de personas naturales, se acoge a una figura llamada “boleta” donde el monto de retención (en el caso de Chile por ejemplo) es del 10% por cada boleta emitida ya sea si vendes chicles, haces una consultoría, das una hora de clases de piano o diseñas un folleto, puedes acogerte a esta figura, de tal manera que, al año siguiente, en el mes de abril, el servicio de impuestos te devuelve todas las retenciones acumuladas. Imagina recibir en un solo pago el 10% de todo lo que has facturado (o “boleteado”) durante un año. Para muchos, esta devolución permite un ahorro obligatorio para poder pagar impuestos de inmuebles o autos, para poder comprar los materiales escolares del año o permitirse invertir en el negocio propio.
Esta figura tributaria está diseñada por nivel de ingresos por lo tanto, a diferencia de lo que sucede en Bolivia, donde “todas” las empresas unipersonales entran en la misma categoría (sin importar si es una constructora o un vendedor de jugos), en este caso, la retención está en íntima relación con la escala de ingresos anuales percibidos. De esta manera, se garantiza mayor equidad a la hora de tributar y también, la posibilidad de facilitar el proceso a los nuevos emprendedores con un trámite muy simple.
La experiencia personal me lleva a contrastar el sistema tributario de dos países en los cuales hemos prestado servicios a instituciones públicas y privadas y las diferencias son abismales. Sobre todo porque en el caso de la “boleta”, el sistema permite afiliación a todo tipo de contribuyentes con montos que van desde los 5 Bs aprox. Por lo tanto, literalmente, una persona que vende chocolates en la calle está habilitado para emitir boletas por ese servicio. Esta figura permite ampliar la base de contribuyentes, y por otro lado, la posibilidad de devolución de retención permite que que todos los contribuyentes no quieran evadir la transacción, sino al contrario, registrarla porque es un beneficio en el mediano plazo.
Lastimosamente, la lógica punitiva del sistema tributario de Bolivia crea comportamientos evasivos y poco amigables con la institución. En definitiva, la factura de la felicidad será la que realmente permita incentivar la formalización de cuantos emprendedores están buscando ingresar al mercado pero de una manera simple y sin tantos trámites de por medio. La figura de la “empresa unipersonal” debe desaparecer y se debe repensar su estructura tanto administrativa como tributaria.