La Semana Santa en Bolivia es una de las festividades religiosas más significativas que marca un tiempo de reflexión y esperanza. Ésta aún se vive intensamente de conformidad a las costumbres de la población cristiana y sobre todo católica, a pesar de tanto avance tecnológico que invade y captura la atención, sobre todo de los más jóvenes.
La celebración inicia con la Cuaresma, un periodo de cuarenta días que comienza con el Miércoles de Ceniza y culmina en el Jueves Santo. Durante este tiempo, los fieles se entregan a la oración, el ayuno y la caridad, buscando prepararse espiritualmente para la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
El Domingo de Ramos marca el inicio oficial de la Semana Santa, con misas donde los fieles portan palmas en memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Durante el Jueves Santo la tradición de visitar las iglesias es una de las más arraigadas porque los feligreses recorren diferentes templos decorados expresamente para la ocasión y que simbolizan la pasión de Cristo. Muchos consideran que deben ser 7 templos por los 7 recorridos de Jesús desde la Última Cena; algunos que deben ser 12 por los 12 apóstoles y otros 14 por las 14 estaciones del Vía Crucis.
En Viernes Santo se realizan otros actos litúrgicos de significativa importancia como las procesiones que por ejemplo en el caso de la ciudad de La Paz parten de la Iglesia de La Merced y recorre alrededores del casco viejo de la urbe paceña y la de Obrajes que transita desde la Iglesia del Señor de la Exaltación hasta las primeras calles de la zona. La población acompaña las imágenes escoltadas al son de las bandas de música.
En Bolivia, las tradiciones del Sábado Santo y el Domingo de Resurrección están ligadas a la fe católica y a costumbres culturales que reflejan tanto el luto como la celebración de la resurrección de Cristo. El sábado es un día de silencio y reflexión, conocido como el "Día del Sepulcro". No se celebran misas durante el día y los templos permanecen en un ambiente de recogimiento, con los sagrarios vacíos y la cruz como único distintivo visible. Por la noche, se lleva a cabo la Vigilia Pascual que incluye el encendido del Cirio Pascual como símbolo de la luz de Cristo resucitado.
Durante el Domingo de Resurrección, se celebra una misa especial que marca la victoria de Cristo sobre la muerte. Es un día de alegría y esperanza para los creyentes.
Otra tradición de Semana Santa -esta vez gastronómica- es la preparación de los 12 platos que representan a los doce apóstoles que acompañaron a Jesús en la Última Cena. La misma fue perdiéndose en Bolivia con el pasar de los años debido a la crisis económica y a la dificultad de poder preparar estos alimentos acostumbrados en antaño.
Si bien se mantienen las herencias religiosas, ahora prima la economía y el tiempo disponible. Es así que de los doce platos de tiempos pasados: el ají de bacalao; ají de papalisa; ají de arvejas; ch’uma de lacayote; caldillo de huevo; carbonada o locro de zapallo; queso humacha; chupín de camarones; papa a la huancaína; pesq’e de quinua; guiso de cochayuyo y el arroz con leche; en la práctica y la mayoría de las familias paceñas, preparan máximo 2 ó 3.
A esto se suman algunas variantes de platos que incluyen -actualmente- mariscos, mejillones, pulpos, langostas y otros productos de mar que tienen elevados costos para el bolsillo común. En cuanto a los precios de los pescados como trucha, sábalo y pejerrey, estos también se incrementan en estas fechas.
En las últimas dos décadas los huevitos de Pascua elaborados con chocolate, ganaron popularidad. Sin embargo, la crisis económica provocó un fuerte aumento en su precio, convirtiendo lo que antes era un detalle accesible, en un pequeño lujo.
En tiempos pasados, la Semana Santa en Bolivia era una experiencia compartida entre lo sagrado y lo cotidiano. Las calles se llenaban de procesiones y los hogares se convertían en templos familiares frente a la pantalla, donde películas como Jesús de Nazaret, Los Diez Mandamientos o La Pasión de Cristo ofrecían un espacio para la reflexión y la fe. Era un tiempo de recogimiento y unidad, donde los valores cristianos resonaban en cada rincón del país.
Hoy, esa tradición quedó sepultada bajo el ruido de la televisión comercial y el constante bombardeo político. Lo espiritual fue relegado a un segundo plano, tanto en los medios como en la vida pública. Y a esto se suma una dura realidad: los problemas financieros que afectan a las costumbres más sencillas, como preparar los platos típicos o participar en las celebraciones religiosas. Las calles muestran ahora más frustración que fervor, más protesta que oración.
Sin embargo, en medio del olvido noticioso, el pueblo boliviano no suelta su fe. Se aferra a ella como un acto de resistencia, como una luz en la oscuridad. Porque la Semana Santa sigue siendo, ante todo, un recordatorio de lo esencial: Dios, la esperanza, la unidad. Como decía Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza.”