¿Por qué somos así? Es la pregunta que todos nos estamos realizando, luego de ver escenas de absoluto pánico en Bolivia.
Porque… somos una sociedad altamente indisciplinada, por tanto nos cuesta aceptar que debemos asumir un tipo de conducta preventiva, estamos acostumbrados a que nos impongan el orden, a la fuerza, estado al que llegamos porque existe una falta de institucionalidad. Esto también quiere decir que no creemos en la institución y la institución no cree en nosotros, asumimos una conducta de rechazo no solo a cualquier tipo de control, también de autoridad y les tenemos tan poco confianza, que asumimos a sus intenciones como maliciosas y engañosas.
La indisciplina nos lleva a asumir conductas de riesgo e imprudentes, debido a que no tenemos una cultura preventiva, con pandemias como la que ahora azota al mundo, nos plantea individual y colectivamente asumir conductas de prevención, pero, además, readecuarnos a una nueva “normalidad”, mucho más, cuando las medidas para reducir el impacto del “coronavirus” empiezan con las más radicales y no con las más sencillas como se estilaba antes. Esta “imposición” nos molesta, provoca rechazo y nos genera un sentimiento de alta vulnerabilidad.
La vulnerabilidad está asociada a la inseguridad, porque además nos enfrentamos a un adversario abstracto, un virus al que nadie ve, un “ente” invisible al que además, no podemos matar fácilmente, no existe la aplicación de violencia contra él, como un último recurso de defensa, se ha generado entonces un sentimiento de acorralamiento con un alto nivel de indefensión.
La indefensión, está ligada básicamente a la desinformación, patéticamente nos reconocemos como una sociedad mal formada, con escaso conocimiento, con poco mundo y lectura, esto hace que nuestra perspectiva sea angosta, poco ilustrada y consumamos con denuedo toda la información falsa que nos llega, generando un sensación de pánico y alarma desmedido, al extremo de creer que la protección básica es la acumulación sin sentido de productos que solo tienen un fin, el hacernos sentir seguros, porque es la inseguridad la que no carcome por dentro.
La inseguridad que sentimos está estrechamente asociada al sentimiento de que nos pase algo y/o nos quedemos solos, por ende proyectamos este sentimiento en los otros, especialmente en nuestros seres queridos, por ello vemos por conveniente, dotar de barbijos a nuestros hijos, a los que consideramos indefensos, antes que enseñarles a cuidarse según las recomendaciones médicas que se realizan, preferimos “protegernos”, bañaros en alcohol en gel, en vez de mejorar nuestra alimentación, adquirir productos sanos, hacer ejercicio, pero no, optamos por el pánico provocando que la desinformación crezca.
La desinformación es quizás uno de los mayores síntomas de esta pandemia, estamos viviendo todos en una sociedad sobreinformada siempre lista a escandalizar ante la mínimo excusa, nos enteramos de todo a cada segundo y mucho depende de nuestro estado de ánimo, que si es ansioso, asumimos la noticia como un escándalo y otra vez, gritamos alarma.
La gracia quizás radique en sobrellevar estos tiempos con una sonrisa, asumir una conducta pasiva y preventiva, encontrar la alegría necesaria para pasar estos días con la poca normalidad que nos queda y asumir, que una vez más, el mundo ha cambiado, de esa manera, es posible que dejemos de ser así.
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