El término “posverdad” se ha colado últimamente entre las conversaciones sesudas y digitales para hablar de aquella compleja relación entre información y medios sociales. En esencia, “describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar opinión pública e influir en las actitudes sociales”. Sin embargo, pareciera que este término aparece cada vez que circulan memes y titulares falsos por redes sociales y que se lo usa como el parche que trata de sanar una herida causada por usuarios poco ilustrados, con internet y algún conflicto político social interno.
Propongo una somera revisión histórica para ver los alcances de las noticias falsas.
En el siglo VI dC, el historiador bizantino Procopio de Cesarea tuvo a bien trucar una buena parte de su libro “Historia secreta” difamando al emperador Justiniano, a su esposa Teodora y su círculo íntimo con escenas y chismes que fueron el deleite del “popolo”. En algún momento, la política romana descubrió que era más fácil vencer a un enemigo con información dirigida que con un arma en mano.
Hablando de Roma, en 1522, Pietro Aretino, poeta italiano, usaba la estatua de Pasquino para difundir sus sonetos lujuriosos en contra los cardenales candidatos al papado tras la muerte de León X. Estos “pasquinetos” (nombre dado por la estatua donde se colocaban) trataron de manipular dicha elección para que el elegido de los Medici no subiera al trono. Hoy, el término “pasquín” es ampliamente popular debido a este primer suceso. Un poco más adelante, y tras la maravillosa invención de la imprenta, no tardó mucho en comenzar el rumor y el sensacionalismo impreso en una pared. En 1780, el periódico franco británico el Courier de l’Europe dedicó sendas páginas a hablar de un monstruo hallado en el territorio actual de Chile bajo las siguientes características: “bestia de tres y más metros de alto, con barba y melena, cuernos de toro y alas de murciélago, con sus enormes garras captura a una vaca mientras enrolla a un cerdo con una de sus dos colas.” Pueden googlear “el monstruo de Tagua Tagua” y ver las fascinantes imágenes que acompañaron este texto.
Y ya que hablamos de Chile, aquí viene una de mis favoritas. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna difundió ampliamente el rumor que “los bolivianos preferimos el Carnaval antes defender el Litoral”. Idea totalmente arraigada en el imaginario actual, especialmente en estas fechas cercanas a dichos eventos, donde los comentarios abundan replicando esta idea. No me detengo en su explicación, pero sí recomiendo buscar en internet el gran artículo de Ricardo Agramont que desmenuza este y otros “mitos” de la guerra del Pacífico (entre ellos, la no existencia de Juancito Pinto).
De vuelta a tiempo actual y en las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos. ¿Te acuerdas que acusaron que Barack Obama de haber nacido en Kenia? ¿Y que en realidad era musulmán? El artífice detrás de esta agresiva estrategia de comunicación política fue Roger Stone (tarea para la casa, ver el documental “Get me Roger Stone” en Netflix), un “dandy” del entorno republicano que, desde la era Nixon supo instalar un estilo propio basado en… noticias falsas. De muestra un botón: acusó a CNN de parcialidad política e invitó a la gente a informarse a través de Infowars.com (un portal especializado en Hoax). Y la gente le creyó. Y Trump salió presidente.
Asi que, cada vez que leo el término “posverdad” y que apuntan a las redes sociales como plataformas para noticias falsas, bulos, estafas nigerianas y que si no compartes este link, Hotmail se cerrará, me deja la sensación de que no nos hemos leído como humanidad a lo largo de la historia de la información. Existe una dosis de inocencia al pensar que hubo verdad antes de la posverdad y que, al respecto, la película “Wag the dog” se encarga de borrarnos esa idea. Ciertamente, la objetividad y la veracidad en la información son un alto ideal a seguir desde el periodismo, pero desde que en Internet existen sitios como www.noticias-frescas.com, donde puedes crear tus propios titulares sensacionalistas (y ver que las gente los va a compartir), el círculo está completo.¿Qué nos queda por delante? Para nosotros adultos, absolutamente nada, ya es demasiado tarde. A pesar de todos los intentos de Facebook de implementar nuevos mecanismos de verificación, incluso de formar parte del Trust Project para mejorar la calidad de los contenidos de dicha plataforma, el filtro final está en la capacidad cognitiva de los usuarios (punto a favor para Umberto Eco). Por lo tanto, nuestra esperanza está en los jóvenes, especialmente quienes aún cursan el colegio, porque se pueden /deben implementar programas académicos en la currícula que aborden las redes sociales, evitando el cliché de “que tienen el chip incorporado”y por lo tanto las dominan, sino, sobre todo, para educar digitalmente sobre el uso y consumo de información verificada en tiempos actuales.