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Mira quién habla

Lejos estamos entonces, de que los periodistas de hoy, sean rigurosos en la práctica de lo que ellos mismos califican cada 10 de mayo, el mejor oficio del mundo


Jueves 30 de Mayo de 2019, 6:15pm






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Desde que el MAS llegó al Gobierno la oposición entró en crisis y no sale de ella hace trece largos años. De igual manera, el periodismo boliviano, en todo este tiempo, antes que crecer, se ha ido en picada, al extremo de que hoy vivimos las peores épocas que nos han podido tocar, como lectores, televidentes y radioescuchas.

Dicen que todo tiempo fue mejor, en este caso, el periodismo nacional funcionó muy bien en los tiempos neoliberales, porque esa generación se exigía más de la cuenta y además arrastraba en sus venas la utopía de escribir para construir una sociedad mucho mejor de la que merecíamos. Se dicen también que cada generación tiene sus propios héroes y sus ejemplos a seguir, en ese contexto, la llegada de Evo a la Presidencia irrumpió brutalmente la opción de generar una nueva generación de periodistas, que por lo menos puedan tener la talla de los muchos que el 2006, empezaron a asumir funciones en el Estado.

Las y los nuevos periodistas asumieron entonces el reto de liderar los distintos medios de comunicación a los que pertenecían, muchos asumieron rápidamente la vacancia que dejaron los que se alinearon al Proceso de Cambio, dicen que en política no hay retorno, mucho más si eres periodista, verdad a medias como las que hoy abundan, porque la calidad de periodista no se pierde, al contrario crece… pero eso es harina de otro costal. Retomando el tema de la nueva prensa, sus integrantes rápidamente se perdieron en la informalidad de la noticia, dejaron atrás la rigurosidad y se vendieron, no al poder de turno, ni a la oposición, sino al vacuo espectáculo de la noticia mal elaborada, en la que prima el titular tendencioso, antes que la lectura en sí del hecho noticioso.

El proceso periodístico ha quedado entonces entrampado entre  la falsa ilusión de una crónica intrascendente y la primicia desesperada, aquella que los obliga primero a redactar sin ver lo que se escribe y segundo, a olvidar el enfoque, porque simple y sencillamente han perdido la capacidad de retroalimentarse con lo que dice la sociedad y entender los nuevos lenguajes periodísticos que van acorde a una colectividad, cada vez menos exigente y más abrumada por la generación masiva de información instantánea.

Hoy asistimos a una serie de espectáculos noticiosos, en los que a diestra y siniestra, tanto el medio de comunicación como el periodista, practican un linchamiento mediático atroz, sin importarle para nada la credibilidad de su trabajo, como la reputación de su víctima noticiosa.

Tan escandaloso es el oficio actual, que la simple mención de una persona a otra, justifica una avalancha noticiosa del “dice que dijo” lleno de condenas y sentencias contra quién protagoniza el informativo, dejando para muy luego, la contraparte, el derecho a la réplica, porque simple y llanamente, no sirve de nada, solo queda entonces, la estigmatización y la censura que la opinión pública ahora aplica, porque tiende a creerle todo a los medios comunicación, pero como no tiene tampoco la obligación de conocer cómo funcionan, solo queda la resignación de los que tuvieron la desgracia de caer en las manos de un periodista mal formado o, que simplemente escribe a través del odio.

A tal punto ha llegado la mala práctica periodística, que los medios simplemente están a la pesca de la desgracia del otro, esperando siempre la mala noticia, que además involucre a autoridades de turno, para que pueda generar mayor impacto, forzando incluso la noticia, al extremo de plantearla con grandes titulares, cuando en los hechos no es otra cosa que un evento ordinario más, prefieren atacar al Gobierno a preocuparse por temas reales, que deben ser debatidos por la sociedad más allá de condimento picante de la política.

De paso, se hallan tan desesperados, que le dan testera a un montón de personas, que no tienen nada de credibilidad, que tienen antecedentes negativos a montones, que además pueden echarle basura a cualquiera y en ese afán de ganar con la noticia, la publican sin ni siquiera verificarla como todo periodista responsable lo haría, sin contrastarla mínimamente con la fuente. Han distorsionado el factor de la contraparte, el número de fuentes que utilizan en una nota se ha reducido a una y si tiene varias, es un coro en el que todas reafirman la tesis que más le conviene al medio, en su afán de construir/forzar un titular tendencioso y si de contrapartes hablamos, esta se reduce a una vieja declaración que se halla fuera de contexto o se convierte en un derecho a la réplica, que se traduce en un simple párrafo al final de otra nota, que se dedica a ratificar la visión del medio, antes que intentar reconstruir o reponer la imagen dañada de la que fuera su víctima ocasional.

Lejos estamos entonces, de que los periodistas de hoy, sean rigurosos en la práctica de lo que ellos mismos califican cada 10 de mayo, el mejor oficio del mundo. Que el mundo fue y será una porquería, lo sabemos, pero que seamos parte de esa construcción es un extremo que como lector, radioescucha o televidente no estamos obligados a ser cómplices de la deformación de nuestra sociedad, existen muchos temas más allá de los centros de poder, solo basta con mirarlos con atención y pensar esta vez, en ganar audiencias con un buen periodismo, antes que con una insana y deformada práctica sensacionalista e irresponsable, afortunadamente no lo son todos, hay todavía buenos periodistas, muy pocos, que vale la pena seguirlos, admirarlos y hasta copiarlos.

 

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