Definitivamente, el 2019 será recordado por muchos y por mucho tiempo, como un año tormentoso, muy especialmente el segundo semestre, período en el cual ni la peor pesadilla para unos se asemejó a los cambios sucedidos en noviembre (peor de lo esperado), ni el sueño más ansiado ocurrió para otros (fue mejor de lo esperado). Así es la vida, lo que hoy es o está, mañana tal vez no sea o esté más. Ojalá se haya aprendido la lección y se actúe en consecuencia.
Dramáticos sucesos acontecieron durante los últimos seis meses en nuestra amada Bolivia, empezando por los incendios en varios Departamentos, principalmente en Santa Cruz; se sumó a ello un inédito paro nacional que bajo la forma de resistencia civil logró el objetivo deseado; luego una convulsión social, que felizmente no pasó a mayores aunque en los tres eventos la muerte golpeó fuerte. Así es la vida, hoy estamos vivos pero quién sabe si mañana lo estaremos.
Pocas veces en mi vida escuché levantar el nombre de Dios tantas veces y a tanta gente, como en el 2019. La vida me ha enseñado que el hombre suele acordarse de su Creador en momentos de necesidad, miedo, desesperación y angustia. Algo de esto pasó: la gente alzó su vista al cielo esperando el socorro celestial; una muchedumbre se volcó a las calles por convicción, sin mediar presión alguna; muchos oraron y otros rezaron, pero todos esperando una respuesta de Dios.
Transcurridos los tres eventos comentados -los incendios, el paro nacional y la convulsión social- la pregunta en función del aprendizaje esperado sería, si de todo lo que pasó no tuvo control Dios. Mi respuesta es que -aun lo que nos parece malo muchas veces- nada escapa a la voluntad de Dios. Reflexione: ¿No habría cambiado “algo” si los incendios se apagaban rápidamente?
Nada pasó porque sí -en realidad- “nada pasa porque sí”, todo -absolutamente todo- tiene un propósito. Dios es quien cambia las circunstancias; Dios pone y quita gobernantes; Dios da sabiduría a los sabios y el conocimiento a los entendidos, y nada -absolutamente nada- escapa a su propósito. Dios en su voluntad soberana hace que ocurran cosas o permite que ocurran cosas, pero todo, absolutamente todo, está bajo su perfecta voluntad, así no entendamos por qué pasan ciertos eventos que muchas veces nos chocan, confrontan o duelen.
Empezar con vida el 2020 -luego de lo visto y vivido el pasado año- debería ser motivo suficiente para agradecer a Dios y con las lecciones aprendidas, no volver a cometer los errores del pasado…
(*) Pastor y Economista
Santa Cruz, 1 de enero de 2020