Lorena Concepción no olvidarás jamás aquel día en que tuvo que ir a la consulta prenatal en el Hospital Materno Infantil de Miraflores. El examen debía cumplir como parte de los requisitos para acceder al subsidio alimenticio. Cuando llegó su turno, la enfermera le pidió sus datos y ella le dijo que tenía una niña que hace poco había cumplido su primer año. La funcionaria abrió los ojos, la criticó y la avergonzó. “Por qué no te cuidas, eres una irresponsable. ¿Cómo vas a criar a dos bebés?”, le interpeló.
La madre gestante fue sorprendida. Se asustó con las palabras de la enfermera, que con ira le entregó el certificado de consulta prenatal. Pocas horas después, Lorena sintió los dolores de parto y dio a luz a su hijo con dos semanas de anticipación. Ella está segura de que el alumbramiento habría sido normal si esa enfermera no la hubiese maltratado como lo hizo.
La violencia obstétrica es un problema grave y extendido en Bolivia, donde miles de mujeres sufren abusos físicos y emocionales durante el embarazo y el parto, incluso algunas ignoran esta situación y hasta se sienten culpables. Seis de cada diez mujeres son agredidas por el médico o personal de salud. Muchas mujeres han reportado casos de violencia obstétrica, desde comentarios despectivos, empujones o manejo con torpeza, falta de respeto a la intimidad, hasta procedimientos médicos realizados sin su consentimiento.
La violencia obstétrica incluso se da desde el momento del diagnóstico del embarazo, momento en el que la mujer no recibe información sobre esta etapa, y luego es sometida a “manipulaciones, observaciones y revisiones con grupo de estudiantes, sin consultarles”.
“Comentarios como, no grites, ahora te aguantas; si no dejas de gritar te abro y te saco; no tenemos todo el día, apúrate; son parte de las denuncias de violencia durante el parto, como si no tuviéramos derecho de sentir dolor o miedo”, señaló la diputada de Comunidad Ciudadana, Samanta Nogales, que hace algunas semanas presentó el proyecto de ley del Parto Respetado e Intercultural 525, que actualmente es socializado por organizaciones como el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO), la Asociación de Mujeres por la Salud y la Vida y la Red de Salud de las Mujeres de Bolivia (RESMUB), que están trabajando para erradicar la violencia obstétrica en el país.
La violencia obstétrica no solo es física, sino también emocional y psicológica; puede tener consecuencias graves para su salud mental y en la relación con el bebé, recuerda Nogales. Las mujeres se sienten vulnerables y sin control sobre su propio cuerpo, incluso durante los controles prenatales, añadió Sandra Calderón del OVO.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística de Bolivia, seis de cada diez mujeres experimentaron violencia psicológica y física durante el proceso de parto en hospitales públicos, y tres de cada diez en clínicas privadas, hizo referencia Nogales.
“Mi parto duró 11 horas, me desmayé como tres veces por el dolor. Me decían que era cobarde, que por mi culpa mi bebé podía morir; que me apresure porque no tenían todo el día solo para mí. Luego de seis horas de tanto pujar y no podía salir la cabeza de mi bebé, sin consultar o informar me cortaron la vagina, y aun así no podía nacer mi bebé, yo pedía una cesárea porque ya no daba más. Tras 11 horas de sufrimiento y miedo, recién me llevaron a quirófano. Después de pasar por esa experiencia, me sentí traumatizada y con miedo de volver a estar embarazada", contó Ana, una madre de 25 años que sufrió violencia obstétrica durante su parto, mala atención, insultos y aunque tenía miedo y el parto se complicaba, no dejaron ingresar a su esposo o decidir si quería un parto normal o cesárea. “Necesitamos que se tomen medidas para proteger a las mujeres y garantizar que reciban atención respetuosa y segura.
De igual manera, la diputada que promueve la Ley, relató su experiencia de violencia obstétrica al momento de dar a luz, indicando que el parto tenía ser cesárea, aunque ella quería que fuera natural, porque la cabeza era grande de su bebé. Lo que no informaron es que la cabeza era 1 milímetro más grande y las consecuencias que eso podía tener en el parto, generando mayor estrés, miedo y sufrimiento porque pensaron en una macrocefalia.
La violencia obstétrica se agrava especialmente en las mujeres pertenecientes a comunidades indígenas, campesinas, originarias y afrodescendientes, explicó Calderón. Estas mujeres enfrentan barreras geográficas, lingüísticas, discriminación racial y prácticas obstétricas invasivas que no respetan las costumbres y tradiciones de sus comunidades.
EL PROYECTO DE LEY
Con el proyecto de Ley 525, señaló Nogales, se busca garantizar que las mujeres no sufran ningún tipo de violencia o desinformación durante el embarazo, el parto, el postparto y la lactancia, y esto tiene que ver con un trabajo coordinado con el Ministerio de Salud y obviamente son los centros de salud privadas o particulares donde muchas veces las mujeres han tenido algún tipo de quejas, más que todo cuando hay partos naturales.
“Esta ley no va en contra de los médicos, sino a favor de las mujeres y en contra de quienes ejercen violencia. Las mujeres sin darnos cuenta sufrimos desinformación y muchas veces médicamente nos condicionan a ciertas cosas que, por falta de información, no tenemos el derecho a decidir, incluso la posición del parto o el acompañamiento”, manifestó Nogales.
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