México, 02 de octubre (Rafael Archondo e Isabel Siles).- Este año 2022 se conmemoraron 70 años de la insurrección del 9 de abril de 1952 y 40, de la reconquista de la democracia. En ambos momentos decisivos de nuestra Historia, Hernán Siles Zuazo jugó un rol protagónico.
Siles fue electo diputado por el departamento de La Paz en 1942, el mismo año en que se fundaba su partido, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Desde aquel año, Siles ganó todas las elecciones en las que le tocó participar. Fue electo presidente de la república en dos ocasiones: 1956 y 1982. También ejerció el mando del país durante 5 días en 1952. Sirvió a Bolivia como jefe de estado durante 9 años. Entre 1952 y 1956 fue vicepresidente de la república. Después de su primera presidencia fue embajador de Bolivia en Madrid y en Montevideo.
En su primera presidencia abatió la inflación y logró la estabilidad monetaria. En ese momento fue el primer presidente electo con el voto universal y el primer líder del MNR en gobernar con un parlamento electo y en funciones. En su primer gobierno, Santa Cruz logró el 11% de las regalías en su condición de departamento productor de petróleo.
Siles vivió 19 años en el exilio en distintos periodos. Ello lo obligó a residir en Santiago de Chile, Buenos Aires, Montevideo, Lima y Caracas. Entre 1971 y 1982, se convirtió en figura de vanguardia contra las dictaduras militares y por consiguiente, en el líder de la recuperación democrática. En ese periodo ganó tres elecciones consecutivas. Ya como presidente por segunda vez, tuvo que enfrentar una aguda crisis económica, la cual lo obligó a renunciar a un año de su mandato. Ocupó la presidencia por la vía electoral y la entregó del mismo modo.
Siles fue un defensor a ultranza de los derechos humanos. En sus gobiernos se respetaron las libertades básicas. En 1956 ordenó el cierre de los campos de concentración y el desmantelamiento del Control Político. El gesto fue aprovechado por la oposición que reforzó sus asonadas violentas con el objetivo de obtener el poder por la fuerza. Siles rechazó toda dictadura así fuera la del proletariado.
Ante las adversidades, usó con frecuencia el método de la huelga de hambre. Mediante su ayuno consiguió detener acciones radicales a fin de encaminar al país hacia los acuerdos. Antes de 1952, encarnó, junto a Rafael Otazo, la tendencia antigolpista de su partido. Después de la toma del poder por el MNR, mantuvo esa postura de forma consistente a lo largo de su vida. Esta posición le atrajo numerosos ataques que ponían el acento en su supuesta debilidad o tibieza. Sin embargo, cuando el único camino para avanzar en las conquistas revolucionarias era la violencia, Siles la dirigió evitando siempre cometer abusos. Su consigna fue: “Volveremos, venceremos y perdonaremos”. Fue el modo en que él concebía el corte indispensable de toda espiral de odio.
Coincidente con esta conducta, Siles buscó a los jefes del ejército el 11 de abril de 1952 para conseguir su rendición por escrito. De ese modo, pudo frenar el derramamiento de sangre en curso. De ahí en adelante las Fuerzas Armadas jugaron distintos roles tratando de amoldarse a las cambiantes situaciones políticas del país. Siles nunca las volvió a buscar para conspirar.
El libro “Sobre un Barril de Pólvora” (2022) desmenuza la información existente y la reorganiza. Sus hallazgos principales son siete:
1. El MNR fue un partido genuino y sobre todo original. No fue ni fascista ni marxista. Dichas etiquetas fueron colocadas incluso antes de que existiera. Las usaron sus enemigos para encasillarlo en los polos de la posguerra. Los estigmas prevalecieron y se enraizaron incluso dentro del partido al calor de las disputas internas.
2. El MNR es el único partido de la posguerra del Chaco que estableció alianzas duraderas con los oficiales del ejército. El lazo se afianzó en 1943 y se hizo invencible entre 1949 y 1952. Durante los 12 años de gobiernos movimientistas la alianza fue perfeccionada al grado de entregarle al ejército la candidatura vicepresidencial. En consecuencia, la Revolución Nacional no destruyó a las Fuerzas Armadas y solo usó a las milicias obreras y campesinas para acciones de represión política. En ese trance, Siles optó siempre por el poder civil y la democracia.
3. El MNR mantuvo una alianza igualmente fuerte con los sindicatos obreros y más adelante, campesinos. La tradición arranca en 1945, se afianza en 1947 con la conformación del Bloque Minero Parlamentario y se cristaliza en abril de 1952 con la adhesión obrera a la toma del poder por el partido. Este pacto abarcó procesos electorales y movilización callejera. El MNR no se puso un traje prestado y su nexo con el pueblo no fue una ficción.
4. El MNR fue la principal marca electoral del país a partir de las elecciones de 1942 en adelante. Fue el único que ganó varias elecciones antes de tomar el poder diez años después de haberse fundado. En los hechos, el PIR, el POR y FSB no pusieron nunca en riesgo esa construcción hegemónica electoral.
5. El MNR también selló desde muy temprano una alianza con el gobierno de los Estados Unidos. Aunque en 1943 fue visto con temor por el Departamento de Estado, gradualmente se fue ganando la confianza de Washington al grado de haber evitado correr la misma suerte de Jacobo Arbenz en Guatemala. Aquel pacto estuvo basado en la necesidad de ayuda internacional de la Revolución, pero también en una comunidad de ideas que parte de Milton Eisenhower visitando La Paz en 1953 y se prolonga con la visita de Paz Estenssoro a Kennedy en 1963.
6. El MNR no se dividió ni en 1960 ni en 1964. El quiebre verdadero llegó en 1971 y se dio con el distanciamiento de Siles con Paz a raíz del apoyo de este último al golpe de Banzer.
Hasta entonces el partido encaró su reorganización con Paz en el exilio y Siles en el terreno.
7. La división del MNR en 1971 dio paso a la supremacía de Siles sobre Paz en el plano electoral. En alianza con la izquierda, el MNRI de Siles derrotó a sus excompañeros de partido de manera sostenida. Esta fractura permitió establecer en Bolivia una democracia plural, imposible si el MNR hubiese mantenido su hegemonía a rajatabla.
Los hallazgos de “Sobre un Barril de Pólvora” desafían las tesis de que el MNR se aprovechó de una insurrección obrera para treparse en ella y desde allí aplicar un programa adverso a la clase trabajadora. También desechan la idea de que la Revolución Nacional boliviana quedó inconclusa o que fue traicionada. El libro reestablece la centralidad del MNR como núcleo dirigente aliado a sindicatos y militares y desvirtúa la hipótesis de que este partido fuese un actor más en una interacción confusa y dispersa.
La afirmación de que la Historia la escriben los vencedores es endeble en este caso concreto. La Historia de la Revolución Nacional fue escrita preferentemente por sus enemigos o competidores, entre ellos autores marxistas y kataristas. Dichas versiones fueron avaladas por segmentos internos del MNR que las usaron para atacarse mutuamente. Sin embargo, ello no las hace veraces. Los narradores de la Revolución Nacional buscaron distanciar al MNR del pueblo a fin de enterrar el legado del partido. Aquella fue una necesidad imperiosa sobre todo a partir de 1985, cuando el MNR viró hacia el neoliberalismo.
Otro elemento adicional es que la irrupción en 1959 de la Revolución Cubana devaluó entre los intelectuales los logros de las revoluciones nacionalistas de la primera mitad del siglo XX. La dirigida por Fidel Castro apareció como la única revolución válida y profunda, porque supuestamente avanzaba en dirección al socialismo. Terminada la Guerra Fría y evidenciado el fracaso del modelo cubano, la relectura está servida. Fue la de 1952 y no la de 1959, la revolución que logró sus metas: democracia amplia, tierra para quien la trabaja, integración geográfica y modernización productiva.
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