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Su mamá mató con veneno a tres amigas y para sus 10 años le preparó una torta mortal


Domingo 25 de Diciembre de 2022, 11:15am






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25 de diciembre (TN).- María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, más conocida como “Yiya”, fue la primera mujer asesina serial de la historia de la crimonología argentina. Entre febrero y marzo de 1979 envenenó con cianuro a dos amigas y a una prima a las que les debía dinero, aunque se sospecha que en realidad fue responsable de cerca de una docena de crímenes que no se pudieron probar.

La otra víctima en la historia de “La envenenadora de Montserrat”, como la bautizó la prensa de la época, fue su propio hijo, a quien también trató de matar cuando apenas tenía 10 años con un pedazo de torta, pero a último momento no se atrevió a hacerlo. “No se arrepintió, simplemente no se animó a dármela, que es muy distinto”, consideró en diálogo con TN Martín Murano. Sin embargo, aclaró: “Nunca le tuve miedole tenía desprecio”.

Yiya murió a días de cumplir los 84 años lejos de la triste fama que supo conseguir. Estaba internada en un geriátrico y ya ni ella recordaba quién era. Sus restos fueron enterrados, con el nombre acortado para despistar a los curiosos, en el cementerio de la Chacarita.

Cuando Martín Murano escucha la palabra “madre” no piensa en Yiya. “Lo suyo fue una descrianza”, manifestó sobre el rol que tuvo la mujer en su primera infancia. En cambio, la figura materna para él la encarnó Ignacia, la “mucama” que trabajaba en su casa, que era quien lo cuidaba, lo atendía cuando estaba enfermo y hasta lloró cuando de chico volvió con su primer trofeo deportivo. “Era pura bondad, si tengo algo bueno se lo debo a ella”, resaltó.

Como ocurre en muchos otros casos, el hijo de Yiya Murano recién tomó consciencia de que muchas de las cosas que para él eran “normales” en realidad no lo eran cuando empezó a ir al colegio y sus compañeros se convirtieron en su espejo.

“Yo no entendía cómo las madres de los otros chicos se preocupaban por ellos”, señaló a modo de ejemplo, y siguió: “Para mí lo normal eran los secretos y escuchar mentirasdesayunar todas las mañanas con ‘amigos’ que después entendí que eran sus amantes”.

Yiya y Martín casi no tenían trato, pese a la corta edad de él, que vivió bajo su mismo techo hasta los 12 años, cuando la detuvieron por primera vez. Las pocas veces que ella le dirigía la palabra, invariablemente le respondía con insultos. “No se le dice eso a una madre”, lo retaba Yiya. La respuesta de Martín, un nene en ese momento, era lapidaria: “A una madre no, pero vos no sos eso”.

Dos años antes de que los crímenes de la envenenadora salieran a la luz, el hijo de Yiya Murano estuvo a punto de ser una víctima más en la lista. La técnica criminal, como en las otras muertes que se conocerían después, fue la misma: veneno.

“Me quiso matar con una torta que estaba sobre la mesa”, contó Martín muchas veces, pero el impacto de sus palabras es igual de fuerte cada vez. A la distancia y ya convertido en un hombre, pudo reconstruir la secuencia que casi termina con su vida.

“Ella le prometía a todos sus amantes irse a vivir con ellos”, contó a TN su hijo, y agregó: “Uno le creyó y la alentó para que me sacara a mí de encima”. Así, la torta en cuestión que iba a cumplir con esa misión, en lugar de guardarla en la heladera, Yiya la dejó en la mesa para Martín se la comiera.

Todo se desarrolló tal cual lo había planeado y la asesina permaneció en la escena como testigo para ver a su hijo cortar una porción y acercársela a la boca. Justo en ese momento, un segundo antes de que la comiera, se la sacó de la mano y tiró todo por el incinerador. “No se animó, no significa que se arrepintió”, distinguió su hijo.

“Las liquidó a las tres en un plazo de 35 días”, resumió Martín Murano, sobre las últimas tres víctimas de su madre, por las que la Justicia la condenó. Las tres eran mujeres, dos amigas y una prima de Yiya, que un día antes de morir se habían reunido a tomar el té con masas con ella.

El común denominador entre las víctimas era que la asesina les debía plata a todas: unos 50.000.000 de pesos que le habían entregado voluntariamente bajo la promesa de Yiya de multiplicar esa suma con inversiones en el mercado financiero local. En otras palabras, Yiya se había recibido de maestra, pero ejercía como usurera.

“Las muertes empezaron mucho antes de lo que se sabe”, aseguró Martín, que además reveló que su madre no actuó sola, sino con la complicidad de uno de sus amantes, el mismo que había planeado con ella en su momento asesinarlo también a él. Y explicó: “Pasa que al principio sos más cuidadoso, estás atento a cada detalle, pero una vez que tomás confianza te descuidás”.

El “detalle” al que hizo alusión Martín, que Yiya no tuvo en cuenta, fue que Nilda Gamba, Lelia Formisano de Ayala y su prima Carmen Zulema del Giorgio Venturini tenían familia. Justamente las sospechas de los allegados y su insistencia para que se investigaran las muertes fue lo que la terminó poniendo a la asesina tras las rejas.

Los crímenes ocurrieron entre el 11 de febrero y el 24 de marzo de 1979 y Yiya fue detenida un mes después, el 27 de abril.

La causa se había iniciado en el juzgado de Instrucción N° 20, a raíz de un sumario policial en el que se investigaban las causas de la muerte de Carmen Zulema Del Giorgio de Venturino. Las hijas de la víctima fueron las que reclamaron que se hiciera la autopsia porque el portero del edificio en el que vivía les dijo que había visto a Yiya entrar en el departamento y salir con un papel y un frasco.

Finalmente, se comprobó que el papel que llevaba Murano era el pagaré que acreditaba la deuda que mantenía con la víctima y se sospecha que el frasco contenía el cianuro con el que la había envenenado.

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