Es insoportable el intenso acoso político en el que se halla el Presidente Evo Morales. Prácticamente no puede hacer ni decir nada, que todo está absolutamente mal; la actual oposición no juega su rol, el de proponer un candidato, una propuesta, un proyecto. Se dedica a erosionar su gestión, sin argumentos, con mentiras y sobretodo impulsando una mirada confrontacional antes que la de construir oposición.
Hay logros de gestión que la oposición no puede negar, pero como son irrefutables en el marco lógico de un proyecto de gobierno real, construyen e instalan a su alrededor una serie de “observaciones” que tienen el propósito de distorsionar su impacto, de generarle un “pero”, que luego se traducirá desde una lectura simplista, en una calificación negativa.
Lo único que ha logrado la oposición es el de manipular con éxito a las clases medias y altas, demostrando a su vez que su formación está ausente de todo sentido común. Que le impide comparar, contrastar, verificar la “información” tergiversada que consume y a la cual le da crédito a ojo cerrado. Estas acciones, estos “likes y compartidos” son la evidencia de lo frágil que se halla nuestra sociedad, puesto que no podemos dar por “caso cerrado”, el ver cómo la gente cree todo lo que le llega y le da fe, al extremo que puede poner en riesgo su vida, sin darse cuenta que está siendo víctima de una manipulación política mediática y hasta cibernética. Es víctima de una narrativa beligerante e ilusoria, que no puede ser respondida con mecanismos comunicacionales convencionales, el mensaje político ha mutado y en su construcción debe considerar las nuevas tendencias y responder al contexto político, dejando atrás modelos que por su repetición, dejan de impactar, al menos en los canales de información y difusión tradicionales.
Quizás sea este análisis un esbozo de respuesta para intentar comprender por qué se ha generado esta coyuntura negativa contra el Presidente Morales, que instalan un malicioso ensañamiento sobre su existencia, es como si él no solo fuera el culpable de que no llueva, sino de que también llueva y de que, en término sencillos, exista.
Hay sectores en la oposición que han llegado a un extremo tal de intolerancia, que su cotidianidad se ve afectada, al girar en torno a lo que hace o no Evo y creen que está es una afirmación exagerada, basta con seguir y observar los perfiles sociales en redes de los que podríamos llamar “influenciadores de oposición” en teoría no partidizados, que mal utilizan el descontento de un sector en torno al 21F y el fallo del TCP para justificar su posición.
No es para nadie un secreto que en política, la mejor posición es la de oposición, en términos futboleros el oficialismo siempre juega de local y el opositor si bien dice apoyarlo, está a la espera de poder explotar cualquier presunta falla o pequeña fisura del técnico que le permitirá afirmar lo “mal” que está hecha su estrategia, aún si este ganase el partido. Si lo hizo por un gol de diferencia, su reclamo será que se esperaba una goleada y así sucesivamente, hasta el hastío.
Nos hallamos, en lo político, en una instancia similar, en el que pareciese que el técnico ha perdido su encanto con toda la hinchada, pero no es así. No todos los que están en el estadio, representan a la gran mayoría de los hinchas del club, muchos no tienen siquiera opción a pronunciarse si lo apoyan o no, tampoco existe la posibilidad de anticipar ese apoyo, hasta que se defina a través de un voto.
Por eso tenemos que entender a los escenarios de redes sociales, mediáticos y hasta a las encuestas como una caja de resonancia que no necesariamente representan a un todo, a una sociedad, a cerca de 10 millones de bolivianos. Si hay algo que exigirles es precisión y honestidad en el manejo de los términos, cosa que no harán.
Mientras no se resuelva, esta batalla “dialéctica” en torno un léxico tan extremo en lo positivo y negativo, que denota además la emisión de dos narrativas distintas que nunca van a poder encontrarse en un punto común, porque sus objetivos se hallan confrontados: gestión vs. desgaste, nunca se va a dar una tregua en términos de un debate político real, en el que se confronte dos o más proyectos de país.
Es por eso que la principal estrategia está funcionando debido a que apela al uso de argumentos que en muchos de los casos no son para nada éticos, porque no les importa si dicen o no la verdad, si sus cuestionamientos son válidos o no, lo que aquí prima, es golpear al adversario político y para ello utilizar a las clases medias y altas, como parlantes/difusores de una estrategia en base al miedo y a la mentira.
Muchos de los actores políticos que sobrevivieron al periodo neoliberal saben que tienen que jugarse el todo por el todo el 2019, está en juego su vigencia y es por eso les conviene electoralizar el tiempo político, aún si faltan dos años para que vayamos a las urnas, porque es este espacio el que mejor funciona para desgas oponente, lo triste es ver cómo la ciudadanía acepta sus (des)razonamientos y es arrastrada a la posible toma de una decisión que podría afectar no solo la estabilidad económica del país, también los logros obtenidos, no podemos retroceder otra vez.