La Paz, 17 de septiembre, (Urgentebo- Angela Carrasco).- El "eterno” capitán, Carlos Borja; el goleador de América, William Ramallo; la cabeza del equipo, Milton Melgar; y el veloz Luis Héctor Cristaldo, son los ex seleccionados que decidieron compartir sus relatos de la denominada “Era dorada” que vivió un país que, en ese tiempo, era habitado por siete millones de personas y que, producto de los malos resultados, empezaba a perder la esperanza en su Selección. Todo cambiaría en tres meses mágicos. Las derrotas fueron cambiadas por las victorias y la desesperanza por una serie de alegrías que hizo que incluso el más escéptico empiece a respirar fútbol.
La travesía comienza con el entonces elegido presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF), Guido Loayza (1992). En su primera apuesta al frente del ente federativo –incluso considerada como “suicida” por algunos aficionados del deporte- decide atender la sugerencia de Mario Mercado, amante del futbol europeo, y quien apuntó la contratación del ‘Vasco’ Xavier Azkargorta, médico deportólogo, además de periodista deportivo, pero un “ilustre desconocido” para el fútbol boliviano que, sin embargo, le daría la mayor alegría de la que se tenga memoria en la historia deportiva de este país. Acompañado de Antonio López, Luis Orozco, Carlos Aragonés y el médico Miguel Elías Zaiduni, hizo lo que, en algún momento, parecía imposible: clasificar a Bolivia a un mundial de fútbol por mérito propio.
La etapa más dura
Una de las decisiones que el ‘Vasco’ tomó al hacerse cargo de la dirección técnica de la Verde fue llevar a todo el equipo a un Centro de Alto Rendimiento en España, donde jugaría una serie de partidos que le daría un roce internacional a la Verde.
Sin embargo, y lejos de lo que se cree, la preparación en tierras Ibéricas fue una verdadera prueba de carácter. Con sólo 20 dólares diarios, a veces, incluso, sin agua para bañarse, la preparación en España, coinciden los entrevistados, les forjó carácter, disciplina, pero sobre todo el juego en equipo.
“Estuvimos allá 45 días, en un centro de alto rendimiento en España, no había tiempo para el ocio el tiempo que se tenía había que ocuparlo en recuperar, fuerzas y descansar” —cuenta Carlos Borja—“Las condiciones de la FBF eran paupérrimas, y en un cuarto que era para una persona estábamos cuatro; teníamos como 20 dólares para gastos diarios, lo que costaba una llamada, era incomodo pero valoraríamos más ese hecho, todo eso creó una mística, ya no pensábamos en las condiciones económicas o incomodidades ni nada, solo pensábamos en nuestro objetivo, fortaleció al equipo”, recuerda el “eterno capitán” de la Verde.
La jornada comenzaba a las 07.30, debían estar listos a las 08.00 para desayunar hasta las 08.30 y desde las 9.00 comenzaban a entrenar. “Hacíamos trabajo físico, si lo hacías a conciencia terminabas agotado la práctica terminaba a las 12.00 quizás nos hubieran dejado unas horas más ahí, pero a esa hora se repartían las fichas para el almuerzo” cuenta.
“Almorzabas hasta las 13.00. A las 14.00 tenías que estar en tu cuarto hasta las 15.00 y el cansancio del esfuerzo físico los hacia dormir. “A las 16.00 entrenamiento hasta las 19.00 era cuando comenzaba la charla técnica psicológica o de estrategia, con el profe y a las 20.00 era la cena y luego tiempo libre hasta las 22.00, momento de las cartas, juegos de loba y entretenimiento con lo que había al alcance”, rememora.
Ocio y diversión
Más allá del lado deportivo, los jugadores también tienen anécdotas que los unió como grupo, ya sea con salidas al centro de la ciudad, juegos de cartas y alguna que otra bromita, algunas pesadas.
“Los fines de semana teníamos libre, el pasaje en taxi era 27 dólares, y el pasaje en tren era como 1.5 dólares, entonces nos íbamos en tren”—recuerda—“Salíamos todos y retornábamos todos juntos y al volver tenía que ser hasta las 23.00 porque si no, perdíamos el tren y nos quedábamos”, cuenta Borja.
“En el lugar solo había una tele y ahí nos reuníamos con todos los deportistas del mundo que asistían a este lugar de concentración, y tenías que ver lo que ponía el primero en llegar”, comenta Cristaldo
Entretanto, Milton Melgar explica que se daban modos para jugar cartas u otros juegos, e incluso ahí surgieron las primeras bromas.
“Los más viejos, obvio eran los más bromistas y las víctimas normalmente eran los más jóvenes. Recuerdo una vez cuando uno pregunta a Etcheverry cómo sacó un refresco de esa máquina (de gaseosas) y Marco le dice: ‘mete tu moneda y le pides el refresco que quieres’, el muchacho, que no era de la selección, metió la moneda y pidió refresco, al ver que no salía vuelve y le dice ‘no sale’, Echeverry, serio, le dice tiene que gritar y creo que grito 7 veces Coca Colaaa’ y nunca salió; se dio cuenta de la travesura, cuando todos no dejaban de reír”
Una de las anécdota que rescata William Ramallo fue cuando fueron a jugar una partido a España, en el camino había un restaurante y “todos acordaron pedirse comida cara, al final la cuenta ascendió a 3.000 dólares, casi nos ponen a lavar platos porque no había plata”, asegura entre risas.
Pero quien era la víctima favorita era Carlos Leonel Trucco, a quien le amarraban lo pasadores del cazado a la silla para que se caiga, le ponían pepinos al bolsillo, ya que odiaba el pepino, pero sin duda alguna una de las anécdotas inolvidables para Ramallo fue cuando se armó una guerra mundial en el comedor.
“Era un centro de concentración para todos los deportistas del mundo había alemanes, chinos, japoneses, estadounidenses, Italianos, alemanes, argentinos en fin de todas partes del mundo, y Borja tenía la costumbre de lanzar bolitas hechas con miga de pan”; claro, no faltó la gente que ya molesta devolvía la miguita, la miguita creció a motes, los motes a verduras, las verduras se convirtieron en papas y al final volaba la comida de un lado para el otro, entre insultos y risas. “Era la guerra mundial de comida que casi nos cuesta la explosión del lugar”, recuerda entre risas Ramallo
El debut
El 18 de julio la selección comenzó a hacer historia en la pequeña población venezolana de Puerto Ordaz. Allí, en el estadio Cachamay, comenzó un ciclo que Bolivia no había vivido jamás. La racha de cinco triunfos consecutivos que nos enloquecieron a todos.
Pero el partido no empezó como todos esperaban, o quizás sí. Y es que al primer cuarto de hora Venezuela anotaba el primer gol gracias a Palencia abrió la cuenta a los 15 minutos, y en Bolivia ya se empezaba a escuchar los comentarios que ya se habían vuelto una fea costumbre: “Otra vez….ni con los venezolanos podemos”, “¡Qué equipo este! ¿Hasta cuándo?”, “No gana uno para disgustos….” Y otra larga retahíla de lamentaciones. Incluso, mucha gente llegó a apagar su televisor, seguros de que la Verde volvería, nuevamente, derrotada. Pero el potente remate de Erwin Sánchez, la calidad de Etcheverry, la velocidad de Cristaldo y el olfato goleador de Ramallo dieron un nuevo brillo al fútbol nacional y empezaron a enseñar otra lógica. Para sorpresa de – casi- todos, Bolivia derrotaba a Venezuela por 7 tantos contra 1.
“Recuerdo que marqué 3 goles”, dice Ramallo. “Ese fue el inicio de lo que sabíamos que queríamos, y sabíamos que podíamos, dejamos de lado la frase de decía jugamos como nunca y perdimos como siempre, que estaba muy de moda para calificar a la verde”.
“Ese resultado causó euforia en el país, además de un compromiso entre el ciudadano con su Selección, como retribuyendo la buena actuación con el que el hincha y esto se fortifica una vez que se le gana a Brasil”, asevera.
Contra Brasil entre la brujería y el doping
“En el partido en La Paz, fuimos superiores a Brasil. El arquero Taffarel tapó todas y lo que parecía una pelota inofensiva se convierte en gol, para nosotros eso fue “justicia divina” (sonríe). Luego viene el segundo gol y así Brasil, perdió su invicto después de 50 años. Fue un revés muy grande para ellos y fue un incentivo tan grande para nosotros” recuerda Borja.
El relato de Ramallo es más “místico”. Ya que conlleva a una serie de antecedentes al triunfo sobre Brasil. Lo más importante, claro, es que se le quitó un invicto histórico a la Canarinha, en un partido dudo donde hubo mucha fricción; pero la polémica se la llevó el doping positivo de Rimba y Zetti, ¿drogas?, no, mate de coca, una bebida ancestral que casi deja a Bolivia sin uno de sus pilares defensivos .
“Con todo eso hicieron que entremos con todo frente a Brasil ya casi sobre los últimos minutos a mí me cambian y hay un penal a favor nuestro Erwin Sánchez falla el penal y luego ya vienen las diabluras de Etcheverry y el gol de Álvaro Guillermo Peña, que nos da una victoria que les dolió bastante porque en el partido de vuelta hubo insultos y agresiones verbales hasta en el hotel”, recuerda.
Agregó, “Igualmente hubo brujería, ya que en La Paz nos hicimos challar con kallawayas e incluso llevaron un sapo del lago y lo pusieron cerca de la cancha y el jugador brasilero leda una patada. Fue calificada como la maldición del lago. Y allá nos llevaron a Recife, dónde estaba la brujería africana netamente brasilera. Etcheverri sentía pasos detrás de la pierna, los kallawayas intentaron curarlo y le dijeron lo que pasaba. Por tanto, el partido de vuelta fue una pugna no solo en el tema futbolístico sino también en las creencias religiosas, creencias de brujerías entre los kallawayas y lamacumba brasilera”.
Poer su parte, Luis Cristaldo recuerda las charlas en las horas previas a cada encuentro. “Almorzábamos juntos y era ahí donde hablábamos del rival, intentábamos no pensar tanto en eso, sabíamos que era como David y Goliat, pero recuerdo que los nervios se perdían jugando en camerinos”, recuerda.
Retornando al partido en sí, Borja recuerda que después de la victoria en La Paz, y el invicto que habpia cosechado, estaban agrandados y lo pagaron caro en tierras brasileñas. “Éramos invencibles, los mejores. Luego aprendí la lección de lo que pasa cuando uno se agranda ya que a la vuelta nos golearon, los subestimamos”, asegura entre bromas.
A un punto de la gloria
El partido más importante de todo ese proceso pre mundialista llegó el 19 de septiembre de 1993. El rival: Ecuador. El lugar: el increíble estadio Isidro Romero de Guayaquil.
Ecuador ya no se jugaba nada, motivo por el cual los cerca de 3.000 hinchas en graderías eran bolivianos.
Milton Melgar recuerda que “el nerviosismo pese a que no se lo demostraba estaba en cada uno de nosotros. Estábamos como en Italia 90 acariciando la clasificación sabíamos que era un rival duro, y en la charla que siempre teníamos, el profe nos repetía la forma de juego, el libreto seguía igual, ahí hablaba con dos o tres y nos animábamos al máximo era el último partido, por lo que significaba la clasificación”.
Ese histórico día Bolivia jugó con Trucco, Soruco (Pinedo), Sandy, Quinteros, Rivero, Cristaldo, Borja, Baldivieso, Melgar, Sánchez y Ramallo (Etcheverry).
“Tuve la suerte de marcar el gol que nos dio la clasificación al Mundial y tuve la suerte de ser el goleador de esa eliminatoria en el que participaron varios jugadores como Romario y Batistuta; grandes figuras del nivel sudamericano. Sin embargo, el profe hizo un cambio, me sacó y metió a Echeverry al campo, yo estaba molesto y me fui a camerino, yo quería concluir el partido. Suena el pitazo final baja el utilero y me dice lo lograron… lo logramos, quedé anonadado y salí, habíamos clasificado, lloré y festejé con mis compañeros”, recuerda Ramallo.
El partido frente a Ecuador fue uno de los más difíciles según la prensa deportiva de ese momento. El gol de la Verde había llegado a los 46 del primer tiempo. Una escapada de Sánchez, con impecable dominio de balón, termina en un remate que es cortado a medias por un defensor. Ramallo, haciendo gala a su apodo de “el pescador del área”, gana la pelota y la levanta a un costado venciendo al arquero Espinoza. ¡Es el gol de la clasificación!, es el tanto más importante anotado en una Eliminatoria por un jugador boliviano que quedó marcado para siempre con el grito de ¡Mi Bolivia! De Toto Arevalo.
“Una emoción indescriptible” es, con seguridad, lo que la mayoría podría responder al recordar ese momento, pero un texto escrito por Carlos D. Mesa Gisbert para la revista Presencia refleja, quizás, el sentimiento de los 7 millones de bolivianos que gritaban con alma, vida y corazón que su país estaba en el Mundial: “Maestro” (Víctor Agustín Ugarte) este es el regalo que buscó durante toda su vida futbolística. Aquí está la raza del futbol nacional. ¡Ganamos! Llegamos a la meta máxima que un fútbol como el nuestro puede anhelar. Es el tiempo de la celebración y de las lágrimas, el tiempo de la bandera que flamea orgullosa, de la sonrisa de plenitud de millones de bolivianos. Como nunca, hemos acompañado a esta selección extraordinaria, hemos jugado en sus pies, hemos sufrido la tensión y la duda, hemos cantado el nombre de Bolivia, hemos empujado hombro a hombro esa pelota que corría sobre el césped impulsada por Etcheverry, Sánchez, Borja, Milton, Cristaldo…., hemos esperado detrás de Trucco, hemos saltado y hemos agazapado en él. Allí estuvimos todos, formando con nuestros corazones un alma gigantesca que acompañó a los jugadores hasta que en Guayaquil levantamos los ojos a los colores nacionales y se nos nublaron. ¡Bolivia en el mundial! y nos abrazamos y con nosotros el pasado, también ellos construyeron una ruta sacrificada para coronar el éxito. Mario Alborta, Víctor Agustín Ugarte, Wilfredo Camacho, “Tutula” Alcocer, Ramiro Blacutt, Ovidio Mezza, Carlos Aragonés, Erwin Romero…. Allí está el talento, la fibra, la garra boliviana, allí están las horas de gloria del campeonato sudamericano de 1963 y los momentos en que estuvimos a punto de lograrlo”.
Empero, lo que el pueblo boliviano veía en televisión, el llanto de los jugadores y la emoción en la cancha, era tan solo una parte del festejo.
Fiesta en el avión
“Lo logramos. Nos pusimos a llorar, reír y cantar. La vuelta en ese avión fue un…(sonríe) fiestón, se acabó todo lo que tenía de reserva el servicio de louch, y de combustible en el avión, fue inolvidable”, recuerda el “pichichi” Borja.
“Todos los que éramos parte de la delegación comenzamos a saltar dentro del avión , no sé cómo el avión soportó tales saltos, dirigentes hinchada que estaba, vinimos festejando dentro del avión, ya nadie hacia caso de asegurarse el cinturón de seguridad al momento de despegar o aterrizar, era un festejo comenzando de los pilotos la selección y azafatas” agrega Ramallo
“Yo después de ese partido vivía los momentos como sonámbulo no me recuerdo muchas cosas me abrazaban estaba inconsciente, todos festejaban y yo sonámbulo, no me movía, seguía soñando ,esa fue mi actuar después del partido”, explica Melgar.
Fue una fiesta, lo que menos importaba era el avión . Ya en la paz a las 01.00 de la madrugada el público los recibió como héroes, era un camino humano, los jugadores tardaron horas en bajar del aeropuerto por la Autopista, e incluso en la plaza de San Pedro, donde se hospedaron y donde se armó otra fiesta con la gente que esperaba a que los jugadores los saluden desde el balcón. No se hablaba más que de fútbol en todo el país.
Una vez clasificados al mundial, los seleccionados volvieron al Centro de Alto Rendimiento en España. “Esta vez las condiciones eran mejores—cuenta entre risas Borja—“La Federación ya tenía plata, y ahora entrabamos uno por cuatro, cada uno con televisión en el cuarto. Todo muy diferente, en cuanto a condiciones y la preparación fue la misma, estábamos listos para el Mundial”.
El partido inaugural, es como una final.
“Ya en estados Unidos disfrutabas de un autógrafo, disfrutabas de un Mundial algo que no tiene comparación. Jugué 12 Copas América, 15 Libertadores, 5 eliminatorias y nada se compara a un Mundial. Estás caminado y tienes cinco periodistas persiguiéndote por más que seas un desconocido, te deslumbra y piensas el por qué no trabajamos antes para estar en muchos mundiales y la gente que juega ahora debería pensar lo que es un Mundial para clasificar a nuestra selección” expresa Borja.
Cuenta que en Estados Unidos, específicamente en Boston, “todos ansiosos esperanzados hicimos contratos de los zapatos que ibas a ponerte, si te pones una marca te pagan porque lo uses, y se hizo contrato con Rebook. Llegamos al estadio y calentamos junto a los alemanes, y al verlos no nos achicamos (ríe) al contrario como sabíamos que no nos entendían por el idioma, los insultábamos a gritos sin que se den cuenta. Supongo que hacían los mismo porque también gritaban”, cuenta con una sonrisa.
Milton Melgar, por su parte, recuerda que “nadie tenía experiencia en mundiales, era algo nuevo, pero los nervios ya no estaban era la ansiedad de entrar a jugar. Cantamos el himno nacional con todo ímpetu, más orgullosos que nunca había muchos hinchas en ese estadio en Chicago y a los bolivianos nos conocieron con otra imagen que hasta ese momento tenían, con temas de narcotráfico. Hubo una imagen diferente hacia el mundo, fue un grupo increíble de personas y jugadores increíbles”.
Incluso, Melgar recuerda con humor una de las, pocas, anécdotas negras que dejó ese proceso para Bolivia. Y es que la figura de la Verde, el “hombre diferente”, había llegado con lo justo a la cita mundialista. Una rotura de ligamentos casi lo aparta del sueño de su vida, pero Etcheverry luchó para jugar un Mundial, un Mundial que para él acabaría antes de los cinco minutos, pues sería expulsado por agredir a un jugador alemán.
Melgar recuerda con humor que el blanco de los entrenamientos era Echeverry, a quien incluso y le hicieron llegar dos veces el balón blanqueándolo, “y se desahogó en el campo por eso no duró cinco minutos”, asegura.
El resultado ya todo mundo lo sabe, Bolivia perdió un tanto contra cero, no sin antes dejar todo en la cancha. El pronóstico anunciaba una goleada, pero no fue así.
De hecho, a pesar de quedar eliminada en la primera ronda, Bolivia dejó una buena impresión para el mundo y lo coronó con su primer gol mundialista, aquel que marcó Erwin Sánchez a España.
Es por todo eso, por las circunstancias, experiencia y las anécdotas que esta fue una “Selección bendecida por Dios”.