El Alto, 07 de enero (Urgente.bo).- Vicente saltó el muro de su casa cuando vio a niños de su edad correr para ir a recibir juguetes que repartían un grupo de jóvenes voluntarios que llegó hasta su zona. El pequeño de 10 años no alcanzó a conseguir regalos, pues se habían acabado. Su amargura llamó la atención de los voluntarios, quienes se enteraron de que sobre sus hombros cargaba la responsabilidad de cuidar a sus cinco hermanitos encerrados en casa.
Rossio, voluntaria del grupo de ayuda, buscó entre las cajas y encontró un cochecito de plástico que le entregó a Vicente, y él le preguntó si no tenía más “autitos” para sus hermanitos.
Los voluntarios fueron hasta la casa de Vicente, donde vieron a cinco niños descuidados, con la ropa y los zapatos hechos harapo.
La familia está compuesta de nueve hermanos que vive en extrema pobreza. Vicente es el tercero de los nueve, a veces se queda al cuidado de los más pequeños, hasta del que tiene un año y ocho meses que apenas camina.
Viven hacinados en un cuarto de un lote ubicado en la urbanización Señor de Mayo del Distrito 8, a la altura del puente Vela, de El Alto. Como ocurre con muchas personas que viven en la miseria, son cuidadores del terreno.
En el cuarto donde se alojan no hay casi nada, solo payasas (los colchones de paja), un poco de ropa y una cocinilla, donde Vicente prepara el almuerzo (sopa de harina con algo de grasa de res) para sus hermanitos cuando su mamá tiene que salir a vender.
Los voluntarios temen que estén enfermos y que estén desnutridos, pues algunos de los niños tienen el pelo castaño que es característico de la enfermedad.
Ninguno de los integrantes de la familia estudia. La pobreza los alejó de la escuela, la hermana mayor de 15 años trabaja para ayudar a su mamá. Con sus tíos aprende a cocinar.
La madre intenta sacar a sus hijos adelante tejiendo ropa a mano. Lo que gana no le alcanza para mantener a sus pequeños. Se separó del esposo porque se dedicaba a consumir alcohol y la golpeaba con frecuencia. Hace días, el hombre se quitó la vida. “Tomaba mucho trabajaba de albañil pero solo gastaba para tomar. Le dejé porque me pegaba y le estaba haciendo daño a mis hijos”, dice doña Paulina de 42 años de edad.
Los voluntarios afirman que un juguete hace feliz a un niño y es verdad, no importa la calidad ni el precio. Vicente y sus hermanos solo pedían eso. Y de yapa, lo inesperado, un televisor para mirar sus dibujos animados.
Los propósitos de Aldrin
Aldrin Yawar formó un grupo de voluntarios hace cuatro años para brindar ayuda social en la ciudad de El Alto. Cada año deciden irse a lugares lejanos de la urbe alteña para repartir juguetes y descubrir casos como el de Vicente, el niño de 10 años que vive en extrema pobreza junto a sus cinco hermanitos.
El grupo de voluntarios decidió ayudar a Vicente, haciendo una campaña por las redes sociales, y consiguió una gran respuesta de los internautas.
Los voluntarios volvieron a la casa de Vicente el 25 de diciembre con juguetes, ropa, alimentos, muebles, enseres de cocina y un televisor, lo que especialmente habían pedido los niños para entretenerse.
“En las visitas que hacemos a los lugares lejanos vemos de todo, nos encontramos con niños que viven en extrema pobreza y mujeres que necesitan ayuda, como el caso de Sonia que tiene una niña y necesita una silla de rueda”, dijo Rossio, una voluntaria del grupo.
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