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Vivir y trabajar en épocas de longevidad

Entonces, para los investigadores, a diferencia de nuestra concepción de que la longevidad es una maldición o una carga económica y social, para ellos es una bendición. De hecho, la llaman “un regalo”.  


Miércoles 13 de Junio de 2018, 12:00pm






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Dicen los expertos en materia laboral, que una persona, promedio, cambia de trabajo una decena de veces en el transcurso del ejercicio de su oficio u profesión. Y la mayoría de los intentos, no siempre son del todo favorables para las ambiciones laborables que uno tiene. Y ni qué hablar del crecimiento horizontal que nos atrapa en una larga curva para acceder a aquel cargo soñado junto al bendito cheque de fin de mes un poco más abultado, pero que, al final, se demora y dilata tanto que nos pilla con canas, la espalda doblada y un cansancio tan grande que como diría el poeta peruano César Vallejo, pareciera que toda la resaca del mundo se habría empozado en nuestra alma. Ahí caemos en cuenta, haciendo las sumas y restas de rigor, de si efectivamente logramos lo que quisimos o simplemente todo fue un mal sueño y ahora es (o sería) mejor que todo terminase de una vez.

Pero qué pasa si no termina, ¡y de una vez!

Lynda Gratton y Andrew Scott, ambos profesores de la reconocidísima escuela de negocios de Londres, publicaron un libro cuyo título reza: La vida de 100 años. Un despertar de la conciencia sobre los problemas a los que nos enfrentaremos en el corto y mediano plazo, a causa de los avances médicos y tecnológicos que prolongarán la vida de nosotros hasta tiempos, quizás, no deseados.

Saltarán los problemas de demencia senil, de una población de ancianos que se deben alimentar, cuidar, proteger, de brindar atención médica y, claro, la factura de los jóvenes trabajadores que están en la antesala cada vez será mayor, para mantener este ciclo de vida gigantesco.

Gratton y Scott plantean que un niño nacido en el mundo occidental, por estas fechas, tendría más de un 50 por ciento de posibilidades de vivir por encima de los 105 años. Durante los últimos 200 años, la esperanza de vida, dicen los autores, se ha expandido a un ritmo sostenido de más de 2 años por década. Este antecedente, para los analistas, significaría nada menos que si tenemos ahora 20 años, tendremos un 50 por ciento de posibilidades de vivir por encima de los cien años y; si tenemos 40 años tendremos la misma posibilidad de llegar a los 95 años y si tenemos 60 años tendríamos chances de un 50 por ciento de soplar 90 velitas en un pastel de fiesta de onomástico.

La ecuación se pone más interesante, cuando a esta larga vida, le sumamos nuestra profesión u oficio. ¿Será posible compatibilizar nuestra longevidad con nuestra forma de vida? ¿Será posible, incluso, llegar a un centenar de años y aportar activamente a la economía familiar y al desarrollo del país?

Para estos dos autores, la respuesta es sí. Al igual que la globalización y la tecnología cambiaron nuestras vidas y nuestras costumbres de trabajo, el aumento de la longevidad lo hará de forma similar en los próximos años.

Según la investigación realizada por la Universidad de Tokyo (Japón), el 23% de la población japonesa tiene 65 años o más. Pero para el año 2050 la población con esta edad alcanzará el 40% del total. Más de la mitad de los ancianos nipones (57%) no reportan problemas financieros, mucho mejor que los longevos americanos (36%) y franceses (18%). El 85% de los japoneses más ancianos no posee ningún impedimento para su vida diaria, frente al 65% de los estadounidenses.

Entonces, para los investigadores, a diferencia de nuestra concepción de que la longevidad es una maldición o una carga económica y social, para ellos es una bendición. De hecho, la llaman “un regalo”.  

Nuestra visión de nuestras vidas en tres etapas será una atemporalidad: aquella primera de la educación y formación, seguida de la carrera profesional y, finalmente, la jubilación o retiro. El desafío que los profesores británicos plantean entonces es que la mayoría de las personas simplemente no podrán disfrutar de una pensión generosa si viven más, por lo tanto, para ellos sólo quedarían dos caminos: trabajar más o conformarse con una menor pensión.

No sé usted amigo lector, pero para mí, ninguna de las dos opciones me resulta atractiva. Así que habrá que mirar el dilema de vivir más y trabajar más o llegar a un punto en la vida donde, el descanso y la paz del trabajo cumplido es, efectivamente, un regalo. O no?

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