Diciembre 23, 2024 -H-

Un voto por el voto

Ya a pocos días de acudir a las urnas, se puede decir que somos presas y presos de las consignas políticas absolutistas, de las y los agoreros que señalan que el 4 de diciembre ya no habrá justicia en el país y las y los cándidos a conveniencia que señalan que ese mismo día renace la oportunidad de reconstrucción judicial


Viernes 24 de Noviembre de 2017, 6:15pm






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Cuando lleguemos al siguiente domingo, habremos atravesado 150 días de Calendario Electoral de un proceso altamente complejo en términos comunicacionales e informativos, ya sea desde el desafío de la instancia electoral de promover la participación informada de la ciudadanía, desde el desafío de los medios de comunicación de lograr dar cobertura en igualdad de condiciones para la exposición de méritos y propuestas de candidatos/as; ya sea, desde las y los actores partidarios que, huelga decirlo, se hicieron presentes con mucha fuerza en un proceso en el que naturalmente no intervienen. Pero también desde la ciudadanía, consumidora y generadora activa de información, que le agregó su opinión a todo aquello que difundía.

En un proceso que no comprendía campaña y propaganda, se tuvo que lidiar con aquellos actores de la opinión publicada que quisieron hacer creer a la ciudadanía que un proceso informativo de difusión de méritos constituye propaganda para candidatos/as. Se tuvo que lidiar con contenidos en medios de comunicación masiva que debían estar regidos estrictamente a la normativa pero que, a su vez, debían tratar de hacer llegar el mensaje de las y los candidatos a la ciudadanía, ¡en horarios estelares! Se tuvo que lidiar con candidatas y candidatos que, con cautela, sacaron de sus bolsillos una buena cantidad de piruetas comunicacionales para tratar de llegar a la ciudadanía. Se tuvo que lidiar también con iniciativas ciudadanas y partidarias que salieron a las calles a gozar de plena libertad de expresión en un país que sabe llevar adelante procesos electorales con la naturalidad con la que sabe respirar. Se tuvo que lidiar con la voluntad de actores políticos que, bajo pretexto de transparencia, exigían copias de las actas electorales, en un proceso que –y lo saben, lo dice la normativa- no fue diseñado para intervención partidaria y en un país cuya vigilancia ciudadana en toda fase de una elección es costumbre.  Se tuvo que lidiar con irresponsables líderes políticos que insistieron, en la recta final, en convertir un proceso electoral en un plebiscito (cuando el país entero ya sabe la voluntad que emana del resultado del #21F). Pero quizás lo más novedoso es que también se tuvo que lidiar con una población sobresaturada de información, necesitada de comunicar su opinión constantemente y con una acelerada capacidad de hacer catarsis ante la desinformación.

Política de manual. Ya a pocos días de acudir a las urnas, se puede decir que somos presas y presos de las consignas políticas absolutistas, de las y los agoreros que señalan que el 4 de diciembre ya no habrá justicia en el país y las y los cándidos a conveniencia que señalan que ese mismo día renace la oportunidad de reconstrucción judicial. Desgastadas y desgastados de este baile de mensajes y reacciones, observando el desastre discursivo en el que están envueltos en los medios, políticas y políticos de oposición y oficialismo y, en las redes, ciudadanas y ciudadanos.

En ese escenario, es preciso recordar lo naturalizado y obvio en nuestra cultura democrática intercultural, que el domingo 3 asistimos a urnas a ejercer el voto como lo decidamos y por las razones que éstas fueran. Y ojalá, al día siguiente, pensar en qué hacemos desde cada uno/a para que en un siguiente proceso electoral, a reserva de su contenido político, no terminemos aniquilando en nuestras frustraciones políticas nuestro tesoro colectivo más grande.   

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