Las denominaciones abundan y son variadas a lo largo del mundo; así como abundan los “rompemuelles” en las calles paceñas y en las calles de nuestras principales ciudades. Le llaman badén en España; reductor de velocidad y lomo de burro en la Argentina; lomo de toro en Chile; resalto, policía dormido o acostado en Colombia; policía muerto en Panamá o también gibas en algún otro lugar. Pueden ser metálicos, de asfalto, de cemento, de goma, de tierra -éstos abundan en municipios de áreas rurales- y en relación a sus dimensiones pueden ser largos o cortos, poco pronunciados o lo más parecido a pequeñas montañas.
Su variedad y carácter insólito se grafica en nuestras calles, pues se ubican en lugares insospechados, a veces en pendiente marcadas, cercanos a colegios o donde se les ocurra ubicarlo. Debido a lo insólito de estos recursos, así como la falta de criterio en su ubicación, me ha provocado muchas veces la iniciativa de convocar a un concurso en el cual la población pudiera calificar los 10 peor ubicados. Me desanima inmediatamente el hacerlo, porque existen tantos que una lista de 10 sería injusta para calificarlos. En una ocasión, en una urbanización cerrada paceña en menos de 1000 metros contabilicé 10 rompe muelles!!!!
Son un viejo recurso ideado para el mejoramiento vial. Digo viejo recurso pues hoy la mayoría de vehículos han sustituido los muelles por otros sistemas de suspensión. Sin embargo, se han convertido en la solución sencilla de los gestores públicos locales, que por escasez de recursos técnicos y profesionales recurren a los rompemuelles denotando también poco compromiso en idear soluciones más ingeniosas para los problemas. En muchos casos, en medio de ese facilismo constituyen la respuesta sencilla, improvisada y condescendiente amparada en la población no informada que los reclama.
Planificadores urbanos han identificado múltiples desventajas de los rompemuelles, entre ellas: producen frenadas bruscas y es común que al desviarse se invada carril o se elija otra ruta alterna produciendo accidentes. Incrementa la contaminación con mayores niveles de polución por la frenada y el nuevo arranque. Entre paréntesis, un productor de un invernadero camino a Hujachilla me decía que debido al rompemuelles ubicado al frente de su invernadero en la tranca _que supone frenar y arrancar nuevamente, por tanto, más polución_, muchas especies de plantitas habían perecido.
Para todo tipo de conductores, los rompemuelles aceleran el envejecimiento de los sistemas de suspensión de los vehículos; incrementan el desgaste de los neumáticos; aumentan el consumo de combustible, aceleran el desgaste de varias partes del vehículo. Como algunos son excesivamente prominentes, al cruzarlos es inevitable raspar la parte inferior de los vehículos destrozando piezas como el tubo de escape, tijerales y demás.
En horas pico generan mayor congestión pues por su estratégica ubicación se constituyen en cuellos de botella que lentifican la circulación.
Su instalación es arbitraria. Conforme a una práctica corriente hoy fruto de la desinstitucionalización creciente, cualquier persona puede instalarlos sin siquiera pedir autorización o someterse a la sanción de la autoridad correspondiente, situación que no es extraña porque la autoridad está ausente.
Sin embargo, ¿qué se puede hacer para sustituirlos? De entrada no hay solución sencilla, en el mejor de los casos se trata de procesos largos y de muchos esfuerzos.
En numerosas escuelas en el mundo, tanto niños como padres de familia conforman brigadas de alerta y control de la velocidad que ponen en resguardo a los escolares. Es decir la comunidad asume la responsabilidad enseñando a los hijos y a los conductores que hay que respetar estos espacios comunes.
Los sistemas de señalización pueden ser una gran opción para regular la velocidad de los vehículos. Por ejemplo, pantallas que identifican la velocidad en la cual el vehículo avanza y los límites permitidos en la zona. Señales en las vías de instalaciones donde se encuentran niños o donde la velocidad no debe exceder ciertos límites.
En todos los casos, si existe una disposición dirigida a respetar a la comunidad y protegerlos de las máquinas, entonces es necesario que estén asociados a sistemas de control y de sanciones que se deben cumplir y que deben ser ejemplares.
Si la ciudadanía estuviera informada y formada sobre la necesidad del uso de espacios públicos atendiendo el respeto al otro, sea este un vecino, el espacio público o la propia ciudad el comportamiento sería distinto.
Entre tanto, mientras sigamos con las viejas prácticas, el clamor es que al menos se señalicen los famosos rompe muelles con suficiente anticipación y no solo para cumplir.