Tiempo atrás, la cultura laboral de las empresas era rígida, verticalista y bajo una mirada, me atrevería a decir, incluso, severa y patriarcal de los altos mandos. Los propios círculos de amigos en la oficina tenían esa postura de voz gruesa, rudeza en el trato y ser parte de círculos cerrados y excluyentes donde solo la mirada masculina era válida.
Había un código, de facto, de cómo se debían construir las relaciones de amistad en el trabajo, donde no había espacio para conductas emocionales, donde el hombre pueda compartir sus temores como esposo y amigo. Todo eso era muy mal visto. Era debilidad, no era masculino.
Esta postura absurda le significó a los hombres, en el corto tiempo, perder terreno, influencia y contar a su favor con un entramado social sólido entre sus pares. Esta postura fue y, en algunas sociedades, continúa siendo, un ostracismo pueril y hormonalmente burdo.
Mientras sigamos en la terquedad, de acuerdo con los expertos, de mantener una conversación no inclusiva sobre los roles, masculino/femenino, sobre las expectativas y los estereotipos de género existentes, estaremos condenados a seguir encerrados en un punto ciego y estéril.
Las mujeres, en cambio, sin duda alguna, le han dedicado en el último fin y comienzo de siglo un especial énfasis en ampliar y expandir lo “femenino”; el valor de su femineidad en todas las esferas de influencia social.
De acuerdo con las investigaciones de la Universidad de Carnegie Mellon (EEUU), el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT de EEUU) los equipos con más mujeres suelen rendir mejor. Los investigadores también concluyeron que esto se debe a que las mujeres interpretan mejor las emociones de sus compañeros de trabajo, una de las características de los equipos con mejor rendimiento. Las mujeres, en definitiva, se sienten muy cómodas expresando sus diferencias, temores con un amplio espectro de comportamientos, estilos y maneras de comunicarse.
Su entramado social es mucho más versátil, sólido y amplio. Su entorno laboral es más flexible y tienden a mantener amistades de largo plazo, sin importar la movilidad laboral que puedan tener.
Pero los estudios, asimismo, dicen que los hombres también buscan amistades con apoyo emocional, sinceras y en las que puedan expresar sus temores como padre, novio, esposo y, por supuesto, amigo. Pero puede más el miedo a ser estereotipado, visto como “débil” e incluso ser agredido laboralmente.
Por ejemplo, en las oficinas cuando un ejecutivo o trabajador solicita permiso porque debe cuidar de sus hijos o resolver un tema familiar del hogar, es visto con sorna por sus pares, en lugar de contar con el apoyo de sus amigos. Por lo tanto, las excusas masculinas de permisos laborales se camuflan bajo un pretexto de vacaciones por su arduo trabajo o para la realización de tareas propias del hombre ¿…?
¿Pero, entonces, cuál debería ser el nuevo rol de la masculinidad? Ahora que las mujeres han demostrado que pueden recorrer todo el amplio espectro de roles sociales masculinos y femeninos, al mismo tiempo, ¿será posible que los hombres podamos permitirnos esa misma libertad? ¿Está realmente en crisis la masculinidad en las oficinas? Javier Marías ya lo escribió: los hombres estamos en un punto en que no podemos decir nada ni hacer nada. ¿Será verdad?
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